01 | El comienzo de nuestra amistad |

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𝗖𝗔𝗣𝗜𝗧𝗨𝗟𝗢 𝗨𝗡𝗢
| 『𝘌𝘭 𝘤𝘰𝘮𝘪𝘦𝘯𝘻𝘰 𝘥𝘦 𝘯𝘶𝘦𝘴𝘵𝘳𝘢 𝘢𝘮𝘪𝘴𝘵𝘢𝘥 』 |

Mareada, así es como me sentía ahora.

Estaba acostada en la cama con mi cabeza colgando del final de esta. En mis manos tenía una de mis cómics favoritos: Capitán América. Si ese hombre exististe de verdad, ni todos los dioses lo salvan de mi y mi gran enamoramiento hacia él.

— Y así es como vomitaste la última vez, pez.

Pego un brinco en la cama por el susto, provocando que me caiga de cabeza al piso. Nunca me voy a cansar de decirlo, pero creo que es necesario repetirlo de vez en cuando: Steve Harrington es un idiota.

— Y que casualidad que siempre me pase algo cuando estas cerca, ¿no, mommy steve?

Rodando los ojos me ayuda a levantarme.— Si no fueses tan despistada y rara, no te pasarían estas clases de cosas.— recalca obviándolo.

— No fui yo la que se fue por más de media hora a no sé dónde, cariñito.— le mando una sonrisa sarcástica que me es correspondida de la misma forma.— De todas formas ya debería irme, es muy tarde y no quiero preocupar a mamá.

— Quédate un ratito más, pez.— se arrodilla en su cama y junta sus dos palmas, pareciendo como si estuviese rezando. No me desagrada la idea de todas formas, y créanme cuando les digo que uno no ve seguido a Harrington de esta forma.

— Solo un rato más, porque me lo pediste así. Como si realmente necesitaras mi presencia en tu vida.— llevo mi mano al pecho y cierro los ojos fuerte, me encanta dramatizar las cosas.

— Ya, bueno, basta de escenas de película y ven a acostarte aquí conmigo.— palmea el lugar a su lado.— Terminemos de leer Capitán America.

No me puedo negar al Capitán, por lo que sin dudarlo me tiro a su lado y retomamos la lectura desde donde la dejamos, leyendo e interpretando cada uno a un personaje.

Aunque sea medio descabellado decir y de seguro nadie me crea, Steve Harrington es el mejor amigo que alguien podría tener. Y si bien tiene sus defectos, como todos, no le quita lo buena y agradable persona que es... algunas veces.

Somos amigos desde que éramos niños, fuimos al jardín de infantes y primaria juntos. Siempre fue un chico cariñoso y respetuoso. Bueno, por lo menos conmigo.

Me acuerdo cómo fue que nos hicimos amigos, una historia media rara, pero con buena final:

Una Marissa de cinco años estaba sentada en el piso en el receso con un sándwich de atún. Ella estaba de lo más tranquila y cómoda, no era— ni sigo siendo— una persona muy sociable, por lo que realmente desde pequeña aprecio mucho la soledad y la tranquilidad. Claro que así era, hasta que un mini Steve con su pelo— que más que eso parecía una peluca— todo desordenado, su mochila de Spiderman y su sonrisa de idiota se le acercó, y sin decir ni una palabra, le arrebató su sándwich para luego darle una gran mordida.

Mini Marissa se lo quedó mirando, aguantando la respiración de la cólera. No sabía cómo reaccionar ante ese arrebato. Hasta que el muy hijo de su mami escupió todo en el suelo, no le había gustado mi sándwich. Y eso me molestaba, aún más que el hecho de que me lo hubiese quitado en un principio sin antes haberme preguntado si le compartía un mordisco... ¿Se entendió, verdad?

— ¡Pero que asco!— gritó mirando a la niña fijamente y con el ceño fruncido.— ¡¿Por qué tu sándwich tiene brillantina, acaso te quieres morir?!

Con cada palabra que salía de su boca, más aguantaba la respiración. No me pregunten el por qué me negaba a respirar en ese momento, solo deben saber que nadie, pero absolutamente nadie, se mete con mi comida.

Yo siempre hice las cosas con el mayor amor que mi pequeño corazoncito podía hacer. Ese sándwich, para mi, era como un trofeo. Mamá me había felicitado por haberlo hecho sin su ayuda, Jonathan me había mirado con una sonrisa para luego preguntarme si le podía hacer uno a él, mientras que Will, bueno, el estaba más concentrado en tragarse su propio dedo mientras observaba con atención el techo. En su defensa, tan solo era un bebé.

— Oye, ¿por qué estás roja como un pez payaso?— Mini Steve se acercó y tocó mi frente, parecía preocupado, me acuerdo.— ¡Oh no me digas que eres un pez y necesitas agua para poder vivir! ¡Ahora vuelvo, y por favor, solo aguanta!

En resumidas cuentas, volvió con un balde lleno de agua— no se de dónde un niño de cinco años lo pudo haber conseguido— y me lo arrojó encima.

Empapada, enojada y hambrienta, ya que me había sacado mi comida; así estaba en ese momento. Todos al nuestro alrededor se nos habían quedado mirando, y yo aprovechando eso, levanté mi rodilla y se la clave en el hueco que hay entre sus piernas.

Y si, señoras y señores, le había pegado en sus partes nobles. Pero en mi defensa, en ese entonces no sabía que era lo que tenía ahí metido.

Así fue como empezó nuestra hermosa, larga y... secreta amistad.

Y se preguntarán: ¿por qué secreta? Por el simple hecho de que yo lo quise así. A medida que fuimos creciendo, Steve empezó a ampliar su círculo social, dejándome de lado algunas veces. Sin embargo no lo culpo, soy yo quien no encajaba— ni sigo encajando— con sus nuevas amistades. Por lo que le pedí que nuestra amistad siguiera, pero no enfrente de terceros ojos. Las dos únicas personas que saben de nuestro pequeño secreto son sus padres, ni mi mamá y hermanos lo saben.

Y es algo que prefiero que continúe así.

𝔉𝔯𝔦𝔢𝔫𝔡𝔰 | Steve Harrington [FDL #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora