capitulo 22

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KEIRA

Despierto por la mañana y el cuerpo  empieza a pasarme factura por todo lo que sucedió tan solo horas atrás. El altercado con Damon y Killian, tener que ir al hospital y para finalizar, mi estómago dando vuelcos cuando Damon se puso tan cerca de mí, que creí que me besaría. Me sorprendió mi propia reacción, sobre todo porque no me alejé, simplemente mantuve la cercanía, esperando que él diera el paso. No sabía hasta ese instante, cuanto deseaba que sus labios tocaran los míos, cuanto pretendía que se atreviera a ir más allá, olvidando de dónde venimos para dejar que las cosas fluyan.

Es una locura: Acabo de despertar y él es lo primero que aparece en mi cabeza.

Girando mi cuerpo hacia un costado sobre la cama, le echo un vistazo. Sigue dormido. No lleva camiseta y la manta cubre hasta la mitad de su torso, por lo que el resto de piel está a la vista. ¿Cómo es posible que nunca pierda su atractivo? Luce complemente irresistible, a pesar de ofrecerme un paisaje de marcas y hematomas plasmadas en diversas partes de su cuerpo, que incluso a simple vista duelen.

Como decidí faltar a clases, salgo de la cama moviéndome hasta el escritorio, corro un poco las cortinas en busca de más luz y tomo el libro de anatomía, para luego volver a recostarme y ponerme a leer. Tengo una carrera universitaria por delante, no debo olvidarlo.

Paso alrededor de unos cuarenta minutos concentrada en la lectura, hasta que percibo movimientos desde el sofá y pierdo la vista del texto, para dirigirla hacia Damon, que está apoyado sobre sus codos, medio despeinado y con rayos de sol estrellándose en su cara, algo que su expresión me dice, no le agrada para nada.

—¿Qué? —pronuncia al notar que estoy mirándolo divertida.

—Se dice buenos días; —digo corrigiéndolo— y por cierto, un poco de sol no le hace daño a nadie.

—A mí si —exagera y lanzo una suave carcajada al verlo cubriéndose entero con la manta.

—Iba a bajar a buscar el desayuno, pero si prefieres seguir durmiendo... Está bien—anuncio, sabiendo el efecto que tendrá aquello. Olvidándose del sol, vuelve a erguirse, quitándose la manta.

—No, si quiero desayunar —de pronto olvida cuanto lo molestaba el sol, que sigue impactando sobre él.

—Eres un interesado —divirtiéndome, le arrojo un almohadón en forma de protesta. Se cubre para amortiguar el suave golpe, pero lo escucho reír por lo bajo.

—¿Keira? —habla mi tío del otro lado de la puerta. Mi corazón se detiene a causa de la sorpresa, poniéndome en modo alerta—. ¿Puedes abrir?

Miro a Damon modulando con la boca que debe esconderse e intento hacerle señas para que pueda comprenderlo mejor. Si hablamos, mi tío probablemente escucharía.

—El armario —digo en un tono muy bajo y lo señalo—. Dame un momento, tío.

Damon se pone de pie, comienza a meterse en el armario, mientras recojo las mantas y almohadas que hay en el sofá y las meto debajo de la cama. También voy en busca de las prendas de Damon, solo que las dejo en el armario, junto a él. Echo un último vistazo a la habitación en general, compruebo que no haya quedado nada sospechoso y entonces, giro la llave y muevo el picaporte, abriendo la puerta.

No entiendo por qué está aquí. Pensé que ya se había marchado a trabajar.

—Lo siento, buen día. ¿Necesitabas algo? —sonrío fingiendo normalidad.

—¿Puedo pasar? Quisiera hablar contigo un momento.

—Claro —me hago a un lado, dejando el camino libre.

Dulce castigo [En físico con Editorial Vanadis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora