capitulo 34

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DAMON

El pasillo de espera comenzó a plagarse. Dos chicas de la edad de Keira están sentadas conversando en voz baja y con el semblante afligido; más allá diviso a Alisha –está riéndose de algo-, junto a su hermana Valerie y mi gran amigo Landon, que de inmediato esquiva la mirada hacia otra dirección para no toparse conmigo. Idiotas. Sería una pérdida de tiempo acercarme a decir algo, así que los dejo a un lado con indiferencia. Luego, veo a Jace que regresa con Lidia, quien me observa con clara decepción.

—¿Damon Montclair? —interpela un oficial que aparece justo cuando creo que logré pasar de ellos. Le siguen dos más por detrás.

Maldición.

—Sí, soy yo —digo sabiendo que no tengo escapatoria.

—¿Tiene un momento? —pregunta y el hecho de que está tratándome bien me toma por sorpresa. Algo me dice que estoy a punto de salvarme de un arresto.

—Claro —respondo mostrándome dispuesto—. ¿Qué está pasando?

El tipo se incorpora para comenzar a hablar, haciendo un pequeño silencio que colabora a aumentar mis nervios.

—Como verá, estamos intentando establecer que pasó en el accidente. Usted es cercano a la señorita Holt y nos llegó la información de que conocía al fallecido Jonathan Tyson, ex convicto, con diversos antecedentes en el negocio del narcotráfico —explica y continúa—. ¿Podría explicarnos su vínculo con él? —indaga y asiento, tratando de organizar lo que voy a decir. No quiero a ir a la cárcel.

—Bueno, yo... Era un adicto —respondo—. Jonathan me vendía. Luego dejé de ir porque entré a rehabilitación, donde conocí a Keira —menciono, evitando la parte de que yo estaba metido en el negocio siendo más que un simple consumidor—. Estaba intentando dejarlo todo atrás ¿sabe? Comenzar una vida nueva... Pero tenía deudas con él y no llegué a conseguir el dinero, así que se metió con lo que más me importa —agrego, trago saliva recordando que lo ocurrido ha sido una consecuencia de los errores que cometí—. Seguro sabrán mejor que yo que así es como se manejan ellos.

Lo único bueno de todo esto es que Jonathan está muerto. Sus amenazas y extorsiones se acabaron. Sus colegas también se extinguieron, por lo que es probable que el negocio que llevaban adelante haya llegado a su punto final, desbaratándose. Por lo general siempre caen los menos importantes, aquellos que son simples herramientas que utilizan a su antojo –yo era una de ellas-; pero esta vez la historia cambió.

—¿Algo más? —pregunto.

Los agentes se miran entre ellos y niegan.

—Por ahora es suficiente —aseguran, lo que quiere decir que no tienen nada contra mí—. Pero es probable que un futuro lo citemos a declarar.

—De acuerdo.

—Gracias por su tiempo —concluye, para luego tomar distancia, satisfechos con la información que les proporcioné.

De inmediato, observo salir de la habitación donde está a Keira, a su tío teniendo una conversación exaltado con el médico, que intenta calmarlo.

—Escuche, señor. Voy a explicárselo por última vez. La paciente está estable y fuera de peligro, pero su estado es delicado. Necesita tranquilidad, porque cualquier alteración podría empeorar sus lesiones —explica con firmeza—. Usualmente los problemas personales de los pacientes no son asunto mío, pero sí lo son cuando interfieren en la recuperación. Así que esto es lo que haremos: los problemas familiares, fuera. Si quiere verla, tendrá que mantener la calma y dejar de lado cualquier tipo de conflicto —impone límites, haciendo que el señor Holt asienta resignado—. ¿Lo entendió?

Dulce castigo [En físico con Editorial Vanadis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora