capitulo 11

83.2K 4.8K 2K
                                    

KEIRA

No creo que el tiempo en sí mismo pueda definir si una persona es o no es significativa en tu vida. Puedes pasar años alrededor de alguien con quién apenas cruzas dos palabras, como esos compañeros del instituto con quienes convives obligada o esos familiares que, si hubieras podido elegirlos, los descartarías al instante. Hay otra cosa, algo llamado calidad. La calidad del tiempo que pasas con alguien define que tantos significas para el otro. Conozco a Damon hace menos de un mes, pero pasar tiempo de calidad no ha hecho unidos. Compartimos cosas sobre nosotros.

Sé cosas sobre él.

Él sabe cosas sobre mí.

Y sí que se siente extraño tener que separarnos.

Lidia le dio una habitación en el centro, no hay más que una cama, una mesita de noche y un pequeño mueble donde guardar ropa y pertenencias. Sé que ahora, todo el trabajo queda en las manos de los profesionales y en las suyas. Seguiré ahí, siendo un apoyo, pero no tengo el control de este proceso.

De pronto aparece en mi cabeza una escena similar sobre mi padre. Él se internó en este mismo sitio para recuperarse de su alcoholismo; yo quedé al cuidado de mi tío por unas cuantas semanas, pero lo visitaba a diario y en cuanto se recuperó, volvimos a estar juntos. Papá me explicó una vez, que, si yo no hubiera estado en su vida, probablemente nunca habría encontrado una razón para salir adelante. No lo entendí. Él era fantástico. Él mismo debería haber sido una razón para recuperarse. Pero supongo que hay algo en el amor de los padres hacia los hijos, que solo puedes comprender cuando tienes uno.

—No está tan mal, ¿eh? —me dirijo a Damon que está observando la habitación sin mucho ánimo.

—No. Claro que no. Estoy muriendo por pasar tiempo encerrado en este lugar —murmura con ironía.

—Puedes encontrar algo que hacer —comento—. Y me pasaré a traerte cosas así no te aburres tanto —digo con seguridad. Estoy convencida de que se me ocurrirán opciones.

—Trae comida. Y cervezas —pide.

—Voy a ver qué puedo hacer —menciono divertida, aunque no me refería a ese tipo de cosas exactamente.

Lidia nos ha dado diez minutos. Debo darme prisa o vendrá a buscarme.

—Todavía no dejo de preguntarme porque una chica como tú está metida en este lugar —larga sin objeciones. Damon tiene una honestidad brutal y me gusta, porque es del tipo que no se encuentra con frecuencia—. Dime la verdad, Keira. ¿Qué ganas haciendo esto?

—¿Desconfías de mí? —elevo la vista hasta él, algo que siempre tengo que hacer cuando estamos de pie, porque tiene varios centímetros más que yo

—Solo tengo curiosidad —responde; y asiento preparándome para sacar a flote algunas verdades.

—Al contarte lo de mi padre, hubo algo que no te dije —adelanto—. Cuando era pequeña, mi papá tuvo problemas con el alcohol. Fue algo que lo superó. Sabía que estaba mal, que ese problema no lo dejaba ser la persona que realmente era y por eso se internó aquí. Lidia lo ayudó o, mejor dicho, nos ayudó. A ambos. Después de unos años, incluso cuando lo declararon totalmente recuperado, él seguía viniendo, ayudaba a Lidia, ayudaba a los demás pacientes. Les daba su apoyo porque sabía lo difícil que se sentía estar aquí —murmuro y tengo que detenerme para tomar una bocanada de aire y continuar hablando—. Luego de que murió, descubrí que estando aquí, haciendo lo que a él le gustaba, me hacía sentir más cerca. Eso es todo, Damon. No hay segundas intenciones de por medio —me encojo de hombros, esperando que ser sincera haya sido suficiente para acabar con los prejuicios. Y a simple vista, él parece algo avergonzado de haber dudado.

Dulce castigo [En físico con Editorial Vanadis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora