capitulo 25

79.3K 5.8K 1.7K
                                    

DAMON

Nunca imaginé que la simple tarea de permanecer en una fiesta se convertiría en algo tan difícil. Veo a todos a mi alrededor, están hablando, divirtiéndose, bebiendo, incluso algunos consumen. Me siento incómodo y debo apartar la vista lo más lejos posibles de aquella escena: por primera vez soy realmente consiente de todo lo que significa estar limpio.

El día que llegué al centro, solo era capaz de ver la parte buena de mi relación con las drogas, es decir, en el fondo sabía que eran una mierda, pero desde mi punto de vista, encontraba cosas buenas ahí y las aceptaba sin pensarlo demasiado. Me sustraían de los problemas y hacían aparecer un sentimiento que imitaba a la felicidad, logrando convencerme por algún rato de que todo en el mundo iba a la perfección. Pero al final no era real, cuando el efecto terminaba, no dejaba nada verdadero conmigo, solo un malestar y una voz insistente que exigía más.

Son un engaño. Es tan simple caer en ellas, pero conlleva demasiado salir. No puedo mentirme. No a mí mismo. Aunque hayan considerado que estoy recuperado, tengo una pequeña llama surgiendo dentro que está incitándome a ir por un poco. Está diciéndome <<solo una vez no le hace daño a nadie>>, el mismo pensamiento que desató el caos. Sin embargo, esta vez lucho por ser capaz de evitar la tentación. Respiro, diciéndome a mí mismo que sí continúo sintiéndome de ese modo, me largaré de la fiesta.

Entonces, ella está ahí. Su simple presencia aparta cualquier pensamiento auto-destructivo, toda mi atención está puesta en la rubia, que luce brillante, al punto de hacerme pensar que no pertenece a este mundo.

Habla, me sonríe, deja que tome su mano para llevarla a otro sitio más tranquilo. Diablos. Sigue pareciendo un sueño que ella se muestre interesada por mí.

—Y bien, ¿qué quieres de tomar? —digo mientras abro la nevera, observando la cantidad de bebidas que Liam consiguió—. Cerveza, un refresco, vodka...

—Una cerveza está bien —dice interrumpiendo el listado que planeaba darle.

—Perfecto —murmuro, mientras tomo dos latas del interior y cierro el aparato. Luego las abro, para volcar el contenido dentro de dos vasos. Podría haberla bebido de ahí mismo, pero quiero atender a la chica como se merece—. Aquí tienes —le entrego el recipiente, nuevamente nuestras manos se chocan. Keira sostiene el vaso, apoyando su cuerpo sobre la mesada de la cocina; podemos oír cada sonido de la fiesta, pero la pared nos aparta del resto.

—Cuando Liam dijo que daría una fiesta, jamás imaginé que tendría tantos amigos —comenta, porque realmente la casa está repleta, aunque la gran mayoría se encuentra en la sala y el comedor.

—Créeme, yo tampoco —menciono, imitando su postura al acomodarme a su lado, posando parte de mi cuerpo sobre la mesada—. De haber sabido que todos estarían tan descontrolados...—las palabras se esfuman cuando percibo que la mirada de Keira está puesta en unas jeringas abandonadas en la mesa frente a nosotros. Alguien se ha puesto y las ha dejado ahí—. Eso no es mío. Lo juro —me veo en la necesidad de aclarar, sé que tengo un gran prontuario por el que podría sospechar de mí.

—No seas tonto —pronuncia—. ¿Recuerdas lo que dije ayer, antes de marcharme en el autobús? —tengo la mirada en el piso y de pronto Keira está buscando que conectemos, lo que logra de inmediato.

—Que confiabas en mí.

—Sí, dije que confío en ti. Eso significa que no tienes que darme ninguna explicación absurda —indica, haciendo que los signos de alerta desaparezcan. 

Me llevará un largo tiempo dejar de sentir que cualquier error podría separarme de ella. Al menos Keira lo hace más fácil. Asintiendo, dejo el vaso de cerveza sobre la mesada y doy un paso adelante, quedando frente a ella.

Dulce castigo [En físico con Editorial Vanadis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora