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La hacienda Valencia era en exeso hermosa y enorme, antes de llegar a la casa grande pude divisar montones de casitas de concreto.

A medida que avanzabamos y las personas nos veian saludaban a Adrian. Desde niños y ancianos hasta mujeres embarazadas y hombres fuertes. No le decían señor o patron, sino Adrian.

-Por lo visto aquí todos te tratan como a un igual.

-Aquí todos, somos iguales. No es como en la ciudad que el dinero es el que da el rumbo a las vidas.

Rei por la ironía en sus palabras. Llevaba todo el camino callada y cuando se me ocurre hablar el me ataca, como si yo fuese la culpable de sus desgracias, sindo lo contrario.

-Lo dice el hombre que se compro una esposa.

-Una esposa que se vendió, que intanto huir con un asesino que casi mata a su hermana y que encima se atreve a culparme.

-¡Es tu culpa! ¡Es tu maldita culpa! Yo vivía muy feliz hasta que apareciste tú. Tú me arruinarte la vida. Por tú culpa Jonas esta preso y ya no lo volveré a ver.

-Yo no tengo la culpa de que tu amorcito sea un asesino.

-¡¡¡No es un asesino!!! Deja de repetirlo, él es mejor hombre y mejor persona que tú.

-Porque no le preguntamos a tu hermana que estuvo casi un mes ciega por su culpa.

-¡Fue un accidente!

-Me queda claro que el honor y la desencia no son palabras que tu conozcas.

Me cruce de brazos molesta. Maldito Adrian que lograba sacar lo peor de mi.

Paramos en una de las casas, la más pequeña debo decir.

-¿A donde vas?, no me diras que aquí vives.

El me miró como si yo fuese un bicho raro.

-No..aquí no vivo, pero debería para que veas lo que es ser homrado, se nota que tú y tu noviecito no conocían esa palabra.

-¡Deja de hablar de Jonas!

-¿Que son esos gritos?

¡Un cura! Un cura salio de la casa y al ver a Adrian su rostro se ilumino. Era ya mayor y su cabello estaba cubierto de canas, gordito pero alto y al parecer guardaba una estrecha relación con mi marido.

-¡Padre Julian!

-Hijo, al fin vuelves, no sabes como te he hechado de menos. Tu mamá no ha dejado de llamar.

-Padre no sabe como los he hechado demenos.

-Pero cuentame, ¿como te fue? ¿Conociste a la mujer que buscabas?

-Lamentablemente si.

Señaló al auto y el cura el chocar con mi mirada se asombro.

-¿Es ella?

-Si padre. Ella es Emmilly, mi esposa.

El cura sonrio y abrazo a Adrian efusivo. Yo no comprendía muy bien pero por respeto me baje del auto.

-¡Hola! Que bella eres mi niña. No eres tonto muchacho.

-Hola.

Le respondí yo con una sonrisa. La primera desde ayer. El día de mi boda había sido el día en el que más he llorado en mi vida.

-Por dios santo ¡eres preciosa!, ya verás que a Maria le encantará conocerte.

-Yo...

-Esperemos que ella no le haga el feo, ya sabes que a mi mamá le gusta la gente honesta.

Cambio De VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora