De Vuelta A Casa

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    Nahomí se levantó de la cama. Era un día nublado y la lluvia corría por las calles. Sabía que era momento de regresar a casa, sin importar el clima y sin importar nada. A pesar de ello no quería levantarse. Su pereza era más grande de lo que ella alguna vez predijo, y lentamente trató de animarse a si misma para alzar el cuerpo. No era un día que realmente le animará, pero probablemente necesitaba de esto más de lo que quería. Al fin y al cabo el motel en el que estaba no se notaba seguro, y el hombre a su lado tampoco. Lentamente enderezó su cuerpo y miró a la pared. Sus gordas piernas retachaban entre sí y se extendían en la sabana. Las lonjas se le notaban más cuando usaba ropa pegada, y aquel día incluso se le podían ver las estrías de la panza. Había subido de peso. Incluso ahora que se estaba alejando de ellos... Pronto miró derecho y se levantó. La cama tronó detrás de ella. 

   Tomo sus cosas y salió de la habitación. No se vería muy bien ver a una mujer negra y obesa saliendo de un motel barato, así que salió por la puerta trasera del lugar. Mientras caminaba hacía su casa miraba a las personas. Vió a un par de niñas pequeñas jugando, y a una mujer delgada corriendo. Se observo a si misma. No se vería igual si corría. Ella era una gorda. Ella era una cerda. No le gustaba serlo, pero era para su mejor trabajo. Recordaba haber sido alguna vez una linda chica delgada. Su rostro siempre fue adorable, y su nariz respingada la hacía resaltar de entre cientos de chicas negras que vivían en el mismo barrio que ella. Era una chica rara para ser jamaicana, y eso no quiere decir que era más bella que el resto, sino que lucía un poco diferente. Con el tiempo ella ya había ganado mucho peso, y ahora era la sombra de lo que había sido alguna vez. Sus brazos eran gordos, así cómo su cuerpo era el de el estereotipo de una negra obesa. Tenía un culo gigantesco. Piernas gordas y celulíticas, de la mano de un rostro obeso y manos rechonchas. 

   Nahomí siguió caminando. La gente la miraba. Llevaba puesto un short apretado que dejaba notar su gigante panza y sus gordas piernas. Extrañaba el pasado. No entendía el porque de su situación. Alguna vez al ser bella cometió el delito de tratar de escapar de casa con su amante mujer, pero su padre las vió. El voodoo en la familia de Nahomí llevaba años, y súbitamente está se vio convertida en una mujer gorda. Recordaba haber despertado una cierta mañana de miércoles. Se sintió rara, y se enderezó para verse al espejo. Tenía 17 años, y ya era obesa. Recordó gritar de miedo mientras el reflejo de esa gorda frente a ella le observaba. La risa de su padre se escuchaba por toda la casa. El embrujo conllevaba poseer un apetito insaciable, por lo que Nahomí jamás volvería a ser la chica delgada que alguna vez fue. Si bien al principío esto era doloroso, con el tiempo logró acostumbrarse, y ahora era una mujer gorda hecha y derecha. Frecuentaba bares para tener sexo con hombres y olvidarse de todo, pero nunca estaba realmente satisfecha. La comida era su único escape. 

    Paro en un pequeño puesto de comida, en donde pidió montones de cosas. Las tragaba de una manera sensacional, colocandolas encima de si y acabando todo en cuestión de pocas mordidas. La gente se veía fascinada, ya que notaba que cada bocado la hacía ver más grande. Sus piernas poco a poco se notaban más gordas y gruesas, así cómo su papada comenzaba a crecer. Aquél día sus short explotaron, y la gente la miró desconcertada. Era la gorda del pueblo, y la gente ya la identificaba de inmediato. Tras la explosión de sus shorts comenzó a sobar su panza lentamente. Las lonjas estaban detenidas y ella sólo se acariciaba mientras míraba al vacío. Su vagina era apenas visible, ya que sus muslos la cubrían casi por completo. Pesaba aproximadamente unos 150Kg, pero no lo sabía, ya que para ella las basculas eran un enemigo de por vida. Siguió en el lugar, sentada. Se cuestionó a si misma. No entendía el porque, pero comenzaba a sentirse atraída sexualmente hacía su gordo cuerpo. Era cómo si estuviera descubriendolo. No quería disfrutar la maldición, pero su cuerpo comenzaba a ser agradecido y comenzaba a engordar en los lugares que a ella más le causaban excitación.

   Nahomí se levantó del lugar y camino. Se sentía extraña. Entró a un bar, en donde pidió permiso para usar el baño. En el baño, sólo se sentó. No cabía mucho, pero no trataba de hacer del baño. Lentamente pusó sus dedos en su vagina y comenzó a frotarse. Su cuerpo se movía. Las lonjas rebotaban más y más. Sus gigantes senos hacían ruido al unisono de sus gordas piernas. Su panza brotaba y se notaba gigantezca. Lentamente frotaba más y más. Pensaba en cosas. Se veía a si misma. Recordaba su vida delgada, y pronto su vida gorda. La comparación de cuerpos le comenzaba a excitar. Se visualizo montada en su versión delgada. Besandose, mientras ella acaricíaba su gorda panza y se revolcaban entre montones de comida. Lentamente se besaban y acariciaban sus vaginas al unisono. El sonido del gordo cuerpo rebotando con el delgado era una fantasía que la comenzaba a enloquecer. En el mundo real sonaban sus piernas y sus senos rebotando con lonjas. Sus pies ya eran los de una gorda, y estos se entumecían con cada movimiento que sus dedos realizaban. Poco a poco su cuerpo fisicamente comenzaba a crecer. Sus senos engordaban, y comenzaban a verse más carnosos. Su rostro comenzaba a tornarse más gordo. Sus piernas se extendían cómo dos bloques celulíticos, así cómo su culo se extendía. La panza se agrandaba hasta llegar a un punto en el que debía de mantener el equilibrio. Ahí era donde usualmente se venía. Los fluidos salían y se veía a si misma en el reflejo de la puerta. Ahora era más gorda.

    Nahomí se levantó del retrete y salió del baño. Era hora de regresar a casa. 

30 Cuartillas De Feederism (Un Relicario Fetichista)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora