V - ¿Cómo es posible?

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Matt estaba muy cansado en esa noche más que otras, por lo que no tuvo más opción que descansar un rato después de haber detenido un robo en progreso dentro de un restaurante japonés que estaba abierto las 24 horas. Nada fuera de lo común, pero ese día se sentía debilitado a gran medida y con un suelo atroz que no le dejaba concentrarse.

—Muchas gracias, muchas gracias — repetida el dueño mientras le ayudaba a sentarse con cuidado en una de las diversas mesas, ordenando a la vez -en su lengua materna- a sus trabajadores para que le cocinarán algo al buen hombre que le salvó y que de verdad se veía como si un camión le hubiera pasado por encima. Matthew claramente se negó varias veces, pero el señor de ojos rasgados y cabeza pulida era terco y orgulloso como un toro, por lo que, el diablo, tuvo que ceder y esperar a que le sirviera el platillo especial en un silencio torpe que él mismo rompía con su fuerte respiración necesitada de un break. Todo iba a cuenta de la casa.

Miau, miau, miau.

Daredevil ladeó la cabeza al escuchar ese sonido tan familiar y único si se le llegaba comparar con otros de la misma especie, el diablo dudó por algunos momentos debido a que su paradero se encontraba muy alejado de casa, demasiado como para que su mascota le alcanzase aún sabiendo de alguna manera la dirección específica en la que él estaría.

—¿Franco? — preguntó el pelirrojo al escuchar la puerta de entrada a ser empujada por el pequeño animal, mismo que fue a su encuentro de manera apresurada para subirse a su regazo y frotarse contra su pecho; sin duda era su Franco —¿Cómo llegaste hasta aquí?

Miau, miau, miau.

—Cierto, no hablo idioma gatuno —se rió el ciego justiciero acariciando con cuidado la cabecita del gato negro. Sintiendo sus nudillos rotos y su carne abierta arder con fuerza gracias a este toque. De seguro mañana el dolor se volvería mucho peor. Pero valía la pena con tal de sentir el tierno pelaje de su amado compañero domestico —Me alegro de que me hayas encontrado... Por lo menos tú lo has hecho.

Matthew comenzó a calcular cuánto tiempo le llevaría a regresar a casa con el pequeño Franco acuestas, sin embargo, éstas no le dieron, ya que no podía estar en las calles cuando la luz apareciera para bañar nuevamente a la cocina del infierno. Por eso terminó diciéndole al buen dueño del restaurante que le dejara su comida para llevar y que por favor le regalase cualquier muda de ropa que hubiese de casualidad por ahí. El señor aceptó gustoso, volviendo a repetir: —Muchas gracias, muchas gracias.

Franco y Daredevil quedaron listos para aventurarse en las desoladas calles de la cocina del infierno, teniendo este último que cambiarse su traje en un callejón cuando sintió a la gente a despertar y prepararse para un nuevo día, era mucho más preferible ver caminar a un chef que cargaba a un gato y una bolsa de comida asiática antes que al famoso diablo justiciero. Eso sí que sería una muy divertida noticia que Jonah Jameson se moriría por publicar en su periódico.

"¡El diablo se pasea por las calles con su mascota y comparten la misma dieta a base de pescado!"

Matthew río por sus ocurrencias mientras atravesaba la muchedumbre matutina. Sólo unas cuadras más y estarían casa, un poco más y podría arrastrarse hasta el sofá para dormir una corta siesta de rejuvenecimiento o cómo le dijeran las mujeres de más de cuarenta... Corta. La verdad es que apenas Matt logró llegar a ese sofá no despertó sino hasta la noche del siguiente día.

Sin importar cuanto maulló Franco o cuanto le arañó la espalda.

(💀)

Una cosa en la que Franco destacaba a la perfección era acabar olímpicamente con el suministro de comida que Matthew le tenía para la semana. Era algo que sorprendía al humano en sobremanera y a la vez le preocupaba, ya que no lograba entender porque era que Franco parecía tener el apetito y estómago de una persona. Ese cuestionamiento le valió más de una infructuosa visita al veterinario siendo acompañados por la agradable y siempre disponible mejor amiga que podría desear un abogado ciego y pelirrojo: La enfermera Claire.

—Su gato no está enfermo, señor Murdock, pero aunque me gustaría decirle que se despreocupe la verdad es que esto es algo... Extraño.

—¿Eso qué quiere decir? —pregunto Claire antes que Matt pudiese hacerlo, adelantándose al dueño del revoltoso minino con una postura estoica y rígida que transmitía contundentemente un aura de "no me jodas ni malgastes mi precioso tiempo" que hasta un ciego abogado podía sentir. Esas eran las represarías de recién salir de una maldita guardia de cuarenta y ocho horas para luego ser arrastrada a una veterinaria donde el médico no podía dar un diagnostico... La enfermera Claire no estaba para repartir flores exactamente y la doctora no podía evitar mostrarse aterrada por ello.

—Quiere decir que aunque el gatito no muestre verse afectado de alguna manera no es normal que coma semejante cantidad de comida... No es uniforme al verdadero tamaño de su estómago, señorita —habló la doctora con cuidado de no tocarle alguna vena a la morena enfermera, desviando la mirada con los nervios a flor de piel al igual que el miedo de tener que hacer contacto visual con ella. Murdock se quedó callado, incómodo y asfixiado por la tensión que le rodeaba; una tensión tan densa que era capaz de cortarse como mantequilla, pero Matt no iba a cortarle, ¡no, claro que no!, en este mundo existían destinos peores que la muerte y él tenia la completa certeza de que provocar la ira de Claire Temple era uno de ellos. —Una buena teoría podría ser que el gato aun no se ajusta a la dieta de un gato domestico, quizá sólo necesita un poco más de tiempo para adaptarse y una dieta muy estricta.

—¿Y en qué te basas? —dijo Claire mirando con desdén a la pobre veterinaria, cruzándose de brazos y mostrando un expresión de agresividad pasiva acompañada de gigantescas bolsas moradas debajo de sus ojos. La morena también se tambaleaba levemente, algo que provocó un pinchazo de culpa en la espalda de Matt, por eso tuvo que obligarse a intervenir, pese a que iba contra su lógica.

—Está bien, doctora, creo que Franco aun no se ha ajustado completamente a su nueva vida adoptiva, por favor, indíqueme que dieta debo de seguir para que comience a comer adecuadamente. —pidió el abogado invidente con una pequeña sonrisa jovial mientras avanzaba un paso por delante de su amiga enfermera: en cierto punto de su dialogo sintió como flechas invisibles utilizaba su nuca como tiro al blanco, sin embargo, esas flechas no fallaban ni una sola vez. ¡Uff, Claire estaba molesta!

—¡S-sí, enseguida! —la doctora salió de la habitación en busca de la receta a seguir con un pavor y alivio visibles hasta para el pelirrojizo. Matthew suspiró derrotado una vez que quedó solo con Claire, tendría que hallar la manera de compensárselo.

—Sé que no debí llevarte conmigo, es mi error, no el de la pobre novata.

—Mi único día libre de la semana, Matt.

—Y te lo compensaré, pide y te será otorgado.

La mujer no se tomó ni un segundo para pensar en lo que quería, ya lo sabía.

—Quiero que cocines todas mis cenas de la próxima semana, Murdock —sonrió victoriosa la morena alivianando la fuerte tensión con lo divertida que sonó al hablar aun con tanto cansancio encima, Matthew también mostró una sonrisa, una divertida y discreta.

—Concedido.

Quod diaboli Cattus  [Fratt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora