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(Laurens POV)

     Ya ha pasado un mes desde que comencé a darle consejos a Alex, y me alegra que poco a poco esté menos triste.

     Hoy, después del almuerzo, Alex se fue a la biblioteca, y cuando volvió, yo estaba en mi habitación. Él tocó la puerta.

     —¿John? —dijo.
     —¿Alex?
     —Sí. ¿Puedo pasar?
     —Claro, pasa.
     Alex abrió la puerta.
     Yo estaba sentado en mi escritorio, continuando un dibujo de una tortuga que había comenzado ayer, pero cuando Alex entró dejé mi dibujo a un lado, me paré de mi silla de escritorio, me senté en el borde de mi cama y él se sentó a mi lado.
     —¿Pasó algo? —le pregunté.
     —Bueno, algo en concreto no, pero como sabes, la última vez que fui a la biblioteca, sin contar hoy, fue hace una semana, y me di cuenta de que hoy Jefferson estaba algo distinto a como estaba hace una semana.
     —¿Distinto en qué sentido?
     —Bueno, la semana pasada me interrumpió mientras leía, y le dije que parara, y no paró hasta que se cansó, pero yo no le dije nada, y hoy, también me interrumpió, pero cuando le dije que parara, paró, casi ni insistió, me dejó leyendo tranquilo, y además, lo que dijo fue quizás lo menos agresivo que le he escuchado decir desde que lo conocí.
     —¿De verdad? ¡Eso es muy bueno! ¿Ves? ¡Te dije que serviría!
     —Sí, supongo que tuviste razón...—dijo sonriendo con un tono de voz algo bajo.
     —Disculpa, ¿qué dijiste? —le pregunté sarcásticamente. Escuchar a Alex diciendo que otra persona tuvo razón es casi como un milagro.
     —Dije que tuviste razón.
     —¿Cómo?
     —¡Tuviste razón! Yo me equivoqué, ¿feliz?
     —Sí, bastante, la verdad.
     —Como sea... Gracias...
     —No hay de qué.
     —... Bueno, ahora me voy a mi habitación.
     —Está bien.
     Y lo hizo.
     Y yo continúe con mi dibujo.

     Ahora sí que estaba feliz. Me alegraba mucho influir en la mejora del ánimo de Alex. Verlo con un mal estado de ánimo es casi insoportable para mí. En realidad ver a quien sea a quien le tengo cariño con mala cara me hace a mí estar mal, y me hacía muy feliz el ver a Alex cada vez mejor.

Un mes después...

     Estaba en mi habitación, algo ansioso. En el buen sentido, eso sí. Alex se había ido a la biblioteca algunas horas después de almuerzo, como a las cinco de la tarde, y ahora son las diez de la noche y él todavía no vuelve, y se supone que la biblioteca cierra a las nueve y media.

     De repente escuché que la puerta principal se abrió. Fui a la entrada y vi a Alex con una gran sonrisa.

     —Alex, ¿qué pasó? —le pregunté.
     —... A mi habitación...
     Después de haber dicho eso, Alex se fue a su habitación y yo lo seguí. Al entrar, cerré la puerta.
     —¿Qué pasó? ¿Por qué te tardaste tanto?
     —Mira, lo que pasó fue que me quedé como pegado leyendo un libro, no me di cuenta de la hora en ningún momento, hasta que ya eran las nueve y media y no quedaba nadie además de Jefferson y yo en la biblioteca, y Jefferson me dijo que debía cerrar, así que fui a guardar el libro que estaba leyendo y fui hacia la salida, y antes de abrir la puerta, Jefferson me dijo como «oye», así que lo miré y justo después de eso me besó por sorpresa.
     —¿Qué? ¿De verdad?
     —¡Sí! Después salimos de la biblioteca y comenzamos a hablar por un rato, por eso me demoré... Ahora somos novios.
     —No puede ser, Alex, ¡felicitaciones! ¡Te dije que él también podía quererte!
     —Sí... Oye, de verdad no sé cómo agradecerte...
     —No tienes que hacer nada, ¡con verte así de feliz ya es más que suficiente!
     Me sonrió.
     —¿Se puede saber por qué están gritando tanto? —Preguntó Laf a través de la puerta.
     —Oh, cierto que ellos no saben ni siquiera que me gusta Jefferson...—dijo Alex.
     —Bueno, hay que decirles.
     —Sí...
     Alex fue a abrir la puerta. Estaban Laf y Herc afuera.
     —¿Y? —preguntó Laf—. ¿Qué ocurre? Y ¿por qué estuviste tanto tiempo en la biblioteca?
     —Bueno, mamá, acortando la historia... Hace un tiempo me comenzó a gustar Jefferson, le dije a John, él me quiso ayudar, me ayudó, y ahora Jefferson y yo somos novios —dijo rápidamente mientras sonreía.
     Laf y Herc tenían una cara de sorpresa y confusión enorme.
     —... ¿No se supone que ustedes se odiaban? —preguntó Herc.
     —Sí, se supone, pero ya no.
     —¿Y por qué no nos contaste nada?
     —Preguntó un poco alterado Laf.
     —Lo siento, sentía que con decirle a John era suficiente...
     Hubo un pequeño silencio.
     —Bueno, como sea, ¡felicitaciones! ¡Qué bueno que ahora no estás tan mal como antes! —dijo Laf.
     Alex soltó una pequeña risa—. Gracias, supongo...

     Continuamos hablando por un buen rato, primero continuando con el tema de inicio, y después seguimos con otras cosas.
     Luego de eso, todos volvimos a nuestras habitaciones. Yo fui a dormir.

     Estaba realmente muy feliz por Alex. Recordar cómo estaba antes y ver cómo está ahora es lo mejor, y además, yo fui quien lo ayudó, y eso me hace aún más feliz.

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Déjame Ayudarte || Lams Modern AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora