capítulo 26.

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Epílogo

EPILOGO

El tiempo suele pasar muy rápido, sin clemencia, desgastando la vida poco a poco; haciendo que la añoranza de lo que no está cerca crezca, o desaparezca.

Y con él, el tiempo se había hecho marcar, no en las arrugas ni el desgaste físico; para nada, el tiempo es sabio, y le dejo un poco de su sabiduría; le enseño que la soledad no es una amiga con la que debemos estar a diario, es solo una consejera que se debe visitar con poca frecuencia. Le enseño que el pasado no se borra, no desaparece; el pasado se acepta y se mejora el presente para evitar repetir aquellos errores que antes hicimos. Le enseño a extrañar, a desear, a no dejar a tras a quien siempre te ha estado esperando.

—Han pasado 8 años.

Tal vez para los demás eso no es nada, pero para él era eterno.

Ocho años sin una llamada, sin saber de nadie; queriendo que lo olvidaran, queriendo olvidar lo que un dia fue.

Pero, ¿realmente es lo que buscaba, realmente eso lo sanaría?

Le costó ocho largos años comprender que no era así. Por eso volvía, por eso estaba parado frente al portón de aquella casa donde paso veinticuatro años.

Llamo a la puerta, con un poco de temor, pero cuál sería su asombro al ver a la pequeña personita que le había atendido.

— Disculpe señor, ¿A quien busca?

—Yo…eh…bueno…— ¿se confundiría? Por supuesto que no ¿acaso su madre se mudó? No lo creía… bueno, empezaba a lamentarse el haber cortado comunicación con ellos.

— ¡¿Sarada quién es?!— gritaron desde el interior

Él reconoció esa voz, era su madre…

Esperen… esa pequeña tienes rasgos muy familiares… ¿será hija de Itachi?

— ¡Creo que es un vagabundo abuelita!

Sí, es mi sobrina; es tan linda… me dijo vagabundo, lo sabía, debí comprar algo más decente antes de venir acá, que torpe.

— ¡Dale algo de pan y que se marche!

— ¡Si abuelita!

—Espera Sarada… no soy un vagabundo… soy tu tío.

—¿Mi tío?— pregunto confundida —¡Dice que es mi tío!

— ¡¿Qué?!... ¡espera voy enseguida!

Y tras unos segundos la vio aparecer, con los mechones negros un poco decolorados, con arrugas más marcadas y los ojos más brillantes… era su madre, quien no creía lo que sus gastados ojos le mostraban, su hijo había regresado; al fin, después de ocho largos años.

—Sasuke, estas en casa ¿dime que no es un sueño?

—Estoy en casa madre— y ambos se fundieron en un caluroso abrazo, ignorando aquellos pequeños ojos que les observaba con confusión.

—Vine hoy porque es tu cumpleaños.

—Es el mejor regalo que me han dado.

Podía escuchar al fondo muchos murmullos, conocía algunos, como las risas escandalosas de Naruto –¿qué diablos hace el acá?— y los comentarios aburridos de su hermano, también oía voces que no reconocía, pero hubo una en especial, una que paralizo su corazón en un instante.

—Sarada hija que pa…

Y ante los atónitos ojos de Sasuke se presentaba la persona que había ocupado sus pensamientos diarios estos años, que había reinado en sus sueños y en los únicos recuerdos que anhelaba.

—Sasuke…

—Sakura…

Y sin poder contenerse la joven se abalanzo a los brazos de aquel hombre, aquel al que no logro alcanzar en el aeropuerto ocho años atrás, al que no pudo decirle que lo amaba, que lo perdonaba, al que no pudo contarle que en su vientre se formaba un ser, uno obra de los dos.

Pero se quedó ahí, esperando por él, sabiendo y confiando que un día volvería; y que felices al fin, ser podrían.

—0—

— ¿Estas esperando el tercero ya? — pregunto a quien un día fuera su esposa, mas hoy se convertía en su mejor amiga.

—Naruto-kun y yo hemos decidido que tendremos una gran familia.

—Sí, eso estoy viendo—. Dijo con asombro

Aquel lugar se sentía lleno de vida, él nunca pensó en contra algo así a su regreso; al parecer su madre había hecho muy buenas amistades y ese día estaban todos ahí. Su hermano con su esposa. Hinata, que al parecer nunca dejo de visitarla, al lado de Naruto y con su vientre grande, albergando a su tercer pequeño.

Y sentada en sus piernas estaba su pequeña hija; con la que se había prometido aprovechar cada segundo que le diera la vida; no para reponer el tiempo, ese no se repone jamás; pero si para crear un presente donde él nunca vuelva a faltarle.

La noche se acercó, envolviendo todo con su mando brillante, anunciándoles a los pequeños, tras bostezos, que la hora de dormir se acercaba.

Antes de partir, Hinata se acercó donde se encontraba Sasuke, que en un rincón observaba como habían pasado, para bien, los años en su familia.

—¿Has encontrado tu lugar?

—Justo hoy, después de buscarlo lejos de este lugar, me di cuenta que mi lugar estará siempre junto a ellas.

—Si hace 8 años alguien nos hubiera dicho que esto nos pasaría…

—…ninguno de los dos lo hubiera creído…

— ¿Mejor que un sueño?— pregunto la joven con una sonrisa en su rostro.

—Supera con creces cualquier ilusión, cualquier sueño.

—Eso es lo que hace el amor, superar los sueños para crear las más hermosas realidades.


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