El poder del Sexo

12. Donde descansas

Hacía mucho tiempo que no me encontraba tan nervioso, pero a la misma vez asustado, sabía que no había ningún motivo real para esto, no es como si esta fuera la primera vez en la cual me acercaba a este sitio tan particular. Me había puesto una de mis mejores ropas, pero nada demasiado formal sabía que si él me viera con ellas se acabaría enfadando para después reírse en mi cara- Aquel día, el cual no era ninguna fecha en especial, había optado pro ponerme unos vaqueros negros no demasiado ajustados, con una camiseta blanca y una camisa a cuadros blancos y negros. No había mediada para decir cuanto de menos echaba sus risas o bromas hacía mi persona.

-Hace mucho que no nos vemos, así que es normal que no desees hablarme o que estés enfadado – Quizás con algo de temor, pero más respeto que otra cosa, mantenía las distancias entre nosotros, entre mis manos un enorme ramo de flores, no había escatima en el dinero y había pedido un costoso arreglo floral con las flores más vistosas y llamativas – He tenido unas semanas duras, y aún me estoy reponiendo. Recibo mensajes todos los días de un número extraño, se que me gusta ser el centro de atención y siempre perseguí eso... Pero creo que esto es pasarse y no me gusta nada -

Una suave brisa otoñal comenzaba a soplar por el desolado y solitario lugar moviendo con ligereza mi cabello a su paso. En las últimas semanas había dejado crecer mi cabello así que debería ir a cortármelo y a repasar el tinte echado hacía poco, quizás también me retocase el flequillo, no me gustaba cuando me tapaba los ojos.

-Si solo fuera los mensajes con cambiarme de móvil o denunciar lo tendría solucionado ¿Verdad? Pero sabes lo cabezota que soy, así que Christian se ha ofrecido a ayudarme, pero creo que está incluso más paranoico que yo, no puede evitar tener la sangre de un policía corriendo por sus venas... La familia es la familia – Ante aquella última frase mi voz se había congelado un poco, cuando estaba solo en estas situaciones no podía evitar mirar al pasado con añoranza – Como dije – Intentaba cambiar de tema – Esto no es lo único que me pasa... Y estoy cabreado pro tu culpa... Ya podrías haber dejado alguna pista ¿No? Cuando fui aquella noche a tu cuarto solo la encontré tirada en la cama, al lado de aquella caja... Sin un nombre, sin una dirección... Y ahora lo necesito – Cerré los ojos con fuerza, intentaba contener las lagrimas, mi promesa de no llorar seguía en pie – Voy a descubrir de quién es el brazalete, porque se que está relacionado con los mensajes-

Como siempre que estaba con él en los últimos años esto solo era un monologo por mi parte, sin ninguna reacción, comunicación o feedback, solo mis palabras revotando contra el aire y siendo atendidas por nadie. Con cuidado dejé el ramo de flores en el suelo... Junto a su tumba. La persona que tenía en frente llevaba muerta varios años y aún no era capaz de superar por completo su muerte por mucho que lo intentase.

Había sido enterrado en un cementerio privado, como toda mi familia desde hacía generaciones. El cementerio eran unas grandes parcelas de tierra cubierta por un verde y muy cuidado césped en el cual descansaban las tumbas de los fallecidos, para llegar a cualquiera de ellas tenías que seguir una serie de caminos, bien alineados, para no pisar la tumba de nadie. A lo lejos, justo cuando el cementerio acababa, podías ver unos altos muros blancos, pintados hacía tan solo unos meses a principios de verano para ser más exactos. La puerta al cementerio era una enorme verja de acero negro inoxidable, cuidada las veinticuatro horas del día por unos guardias.

-No sabes la falta que me haces ahora, estoy seguro de que podrías resolver esto mucho más rápido que yo ¿Cierto? -

Con cuidado me levanté tras pasar mis dedos por el nombre inscrito en la lápida, negándome, una vez más como todas las que había venido, a leer lo que aquellas palabras reflejaban. Aquí descansaba la única persona que me había echo verdadero caso en mi familia, así como la única de la cual había recibo verdadero cariño... Pero todo acabó una noche hace ocho años, aunque creía que había sido más, ya que según los psicólogos perdí casi un año de mi vida y no me había parado ha hacer de verdad las cuentas.