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—Bonnie, Bonnie

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—Bonnie, Bonnie. —Su compañero de asiento lo interrumpió mientras este estaba perdido en sus pensamientos en aquella clase.

—¿Qué quieres? —Preguntó sin ánimos el de ojos fresa.

—Podrías prestarme un lápiz por favor. —Toda aquella frase la dijo susurrando ya que aquel profesor podía regañarlos por no prestar atención en clases.

—A-Ah, claro. —Este le entregó su mismisimo lápiz, no pensaba escribir, estaba muy desanimado como para hacerle, aunque sea una obligación.

Aquellas horas se habían hecho eternas para el pelimorado, sólo quería irse a casa y dormir un poco, la noche anterior no lo había hecho en lo absoluto.

Las clases acabaron por el día de hoy, Bonnie se encontraba en una mesa del parque que se encontraba cerca de su casa.

—Bonnie, ¡Bonnie! ¿Estas ahí? —Chica movía sus manos cerca de los ojos de Bonnie para que este saliera de sus pensamientos.

—¿C-Chica? ¿Desde cuanto que estas aquí?

—Acabo de llegar, y no respondías cuando te llamaba.

—P-Perdón.

—Dime que te ocurre.

—Ya te dije que... no me pasa nada, tranquila.

—¿Te hicieron algo? ¿No has comido lo suficiente? Además te ves delgado, cariño, ¿de seguro estas bien? —Ese apodo tierno que le tenía a su amigo hizo que éste reaccionara al instante.

—¿Delgado? N-No.

—¿Que has hecho?

—Probablemente me odies si te lo digo...

—No te odiaría por cualquier cosa que estés pasando, tranquilo, y trataré de ayudarte.

—Yo estoy delgado porque... n-no he comido muy bien.

Quedó sorprendida.

—Y-Yo... no estoy bien con mi cuerpo, y-yo no soy perfecto como tu piensas... yo vomito todo lo que como porque... me siento i-inservible.

Chica estaba paralizada, su mejor amigo y el amor de su vida estaba con un desorden alimenticio, bulimia para ser exactos.

—B-Bonnie... ¿por qué nunca me contaste? Necesitas ayuda, cielo.

—No, No, no necesito ayuda, tranquila.

—Cómo quieres que esté tranquila, ¡tu vida está en riesgo! —Las palabras se le fueron siendo cortadas poco a poco.

—Chica, perdón, yo...

—¿Desde cuando estás así?

—Un año y medio.

—¿Y tus padres saben?

—Ninguno de ellos, y no sospecharían porque yo si como, pero no lo ven cuando v-vomito. —Los ojos de Bonnie estaban más rojos de lo normal, estaba temblando, su pálido cuerpo temblaba como si el clima fuera de menos dos grados.

—Yo te ayudaré a salir de esto, tú saldrás de esto, te lo prometo. —Chica rápidamente abrazó a ese amigo que conoció en detención por llegar tarde, aquel hombre imperfectamente perfecto.

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PERFECTION | BonnicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora