Antes Bonnie se sentía un asco, odiaba su cuerpo. Odiaba todo lo que tenga que ver con su físico.
Se sentía gordo, asqueroso. Comía bastante, para después vomitarlo, vomitar todo y quedar vacío por dentro.
A Bonnie ya se le notaban las costillas, sus brazos e piernas ya las sentía débiles. Las ojeras las tenía bien marcadas. Aunque para todas las personas le dijieran que estaba delgado, no le quitaba la idea de su mente de vomitar y vomitar, todo por sentirse inútil.
Su bulimia nerviosa lo llevaba a vomitar alrededor de quince veces semanal, nadie de su familia sabía de esto, por lo mucho que comía, parecía estár bien.
Bonnie también intentaba dietas, pero dietas bastantes riesgosas como para ser normales, eran dietas en las que casi ni comía, su madre no quiso que lo hiciera, e le prohibió en hacerla. Sus hermanos, eran los que a veces lo escuchaban vomitar, pero, pensaban que algo le había caído mal, por comer demasiado según ellos.
Bonnie en la escuela era lo mismo, no era un impedimento no vomitar, lo hacía, a escondidas, todo por sentirse una completa mierda, con Chica cambió un poco la cosa, no se sentía tan inútili estando con ella. La rubia le contaba el gran amigo que era, la gran persona.
Después de la charla con su mejor amiga, le contó a sus padres. Rápidamente la ayuda psicológica le entregaron. Iba a terapias, iba mejorando de a poquito.
Chica nunca, y jamás lo dejará solo, él significa mucho para ella. Es su media luna.
Y algo hermoso estaba apunto de ocurrir. Pero en la noche, para sorprender a la rubia de ojos amatista.
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