Cap. 48: "Seguir viviendo"

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CAPÍTULO 48

"Seguir viviendo"

• Un año después •

Kurt esperaba paciente en el aeropuerto a que su equipaje apareciera en la banda giratoria. Tal acción se había vuelto habitual debido a que viajaba varias veces al año desde que se había ido a vivir a Australia.

Cuando vio la maleta morada pasar cerca de él, la tomó y se dirigió hacia la salida.

—Disculpa... —llamó alguien— ¡Esa es mi maleta! ¡Oye! ¡Te estás llevando mi maleta!

Kurt caminaba tranquilo y ajeno a lo que sucedía ya que llevaba los audífonos puestos, y al sentir que alguien lo sujetaba del brazo, dio un gran salto.

Al voltear su sangre se heló ya que jamás pensó que volvería a ver a esa persona.

—¿Kenneth?

—Kurt... —suspiró— Y luego dicen que el destino no existe.

—Pero, ¿cómo es...?

—Te llevaste mi maleta.

—¿Qué?

—Cuando te vi de espaldas estaba seguro que eras tú porque mi corazón se aceleró, pero no me atreví a acercarme ya que no estaba seguro de si sería correcto. De pronto tomaste mi maleta y supe que era una señal.

Kurt permanecía en silencio tratando de asimilar lo que estaba pasando.

»El tiempo sigue haciendo maravillas en ti. Cada vez que nos encontramos luces más radiante, precioso... divino.

—¿Qué haces aquí, Kenneth? —preguntó aturdido.

—¡Vaya! No te da ni un poquito de gusto verme, ¿cierto?

—Me sorprendió. Es... Se suponía que estabas viviendo en Tailandia.

—Así era. Viví allá hasta hace unos meses, pero decidí hacer una pausa en mi carrera y dedicarme un poco más a mí y una vez más el destino me trajo hasta aquí.

—¡Oh!

—Amm... ¿Qué tal si vamos a comer algo y nos ponemos al corriente?

—E-estoy todavía tratando de entender que estés aquí.

—¿Te molesta verme, Kurt?

—No.

—Pero no te alegra.

—De hecho... sí, me alegra.

—¿De verdad? —El médico asintió— ¿Puedo abrazarte? —recibió otro movimiento de cabeza y lo envolvió fuertemente entre sus brazos.

—Así que esta es tu maleta —dijo Kurt al separarse.

—Sí. Y supongo que es idéntica a la tuya. Salvo que la mía tiene una etiqueta amarilla a un costado —la señaló—, la cual seguramente no viste.

—Obviamente no.

Ambos permanecieron en silencio durante unos segundos.

—No me has respondido, Kurt.

—¿Qué cosa?

—Si aceptas ir a comer conmigo.

—Sí. Está bien.

—¿Sí? Genial... —dijo sorprendido— Voy a traer tu maleta.

—No, yo voy.

—Oh, no. Ya estoy en camino —corrió—. Enseguida regreso.

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