Narra Justin:
Deseaba irme a casa ya mismo pero para mi mala suerte fui castigado por no copiar en clase lo que el profesor en el pizarrón. Tenía otras cosas en la cabeza y no había prestado atención. Además de que hoy era mi primer día y no tenía ganas de estudiar. Estaba de mal humor porque la noticia de que choque con mi auto y casi me mató en las vacaciones había llegado a la escuela. Por suerte no era el chisme número uno, ya que como siempre había más. Salí del salón despidiendome del profesor, mi castigo había terminado. Una vez que puse un pie fuera me sentí libre. Suspire y comencé a caminar hacia mi casillero.
Giraba mi muñeca repetidas veces porque me dolía de tanto haber escrito. Justo cuando pasaba por el armario del conserje creí escuchar a alguien allí dentro llorar. Pare y negué con la cabeza creyendo estar loco para luego seguir caminando. Pero volví al segundo al seguir escuchando el llanto y que alguien golpeaba a la puerta pidiendo ayuda. Seguro ese "alguien" se había quedado encerrado. Desde afuera era la única forma de abrir la puerta. La abrí y al hacerlo el cuerpo pequeño de una chica cayó sobre mi. Ella lloraba y me abrazaba tratando de recuperar el aire.
- Respira profundo.- le dije al ver lo alterada que estaba.
Sin soltarla - ya que sí lo hacía quedaría como un maldito porque no podía mantenerse sola - la lleve al patio de la escuela y hice que se sentara en una de las bancas que había ahí. Poco a poco iba respirando normal y se alejó de mi.
- ¿Estas mejor? - Intenté reconocerla para llamarla por su nombre pero no la había visto nunca, o quizás si pero no lo recordaba.
- Si.- suspiro - Gracias.
- Justo pasaba, no fue nada. ¿Como fuiste a parar ahí?
- Una chica, con ayuda de unos chicos me encerró.
- Deberías hablar con la directora.
- No sirve de nada cuando esa chica es su hija.- dijo rápidamente con odio - Y lo peor es que la maldita perra sabe que soy claustrofobica.
Yo también era claustrofobico, conocía a esa chica y también creía que era una maldita perra, pero no vi la necesidad de comentarlo.
- Insisto con que tienes que hablarle igual.
- Quizás.- se limito a contestar.
Ambos nos quedamos en silencio. Estaba por abrir mi boca y decir algo para romperlo cuando ella se adelanto.
- Te debo una.
- Repito: no fue nada.- le sonreí apenas.
- Bueno, debo irme.- ella se levanto y camino hacia la puerta que te llevaba dentro - Por última vez, gracias.- soltó una pequeña carcajada - Adiós.
- Adiós.- le sonreí viendo como ella saludaba con la mano. Agaché la mirada por un segundo - Oye, ¿como es tú nombre? - y cuando la levante ella ya no estaba. Quería saber su nombre. Demasiado tarde para saberlo.