Capítulo 2.

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No podía dormir, hacía calor como Kura había dicho así que abrí el fusuma, me quedé viendo el jardín cuidadosamente iluminado y después de un rato decidí tomar una ducha; afortunadamente había traído conmigo una maleta con la ropa que Agastya me había obsequiado en el barco así que tenía a mi disposición ropa limpia y cómoda además de una pijama. Me puse de pie y salí de la habitación, afuera reinaba el silencio, lo único que se escuchaba eran mis pasos haciendo rechinar el suelo de madera en algunos puntos. Abrí la puerta del baño y encendí la luz para encontrarme con una pequeña tina que después descubrí se llamaba ofuro y pertenecía a la cultura japonesa la cual lo tomaba como una forma de purificación; llené la tina con agua tibia y me metí dentro, cerré mis ojos y recordé aquel día en la mansión de Anjay cuando me había quedado dormida en la bañera, ese lugar había sido hermoso, era una lástima que no existiera más.

Después de la remojada me sequé lo mejor que pude y me coloqué un camisón, volví a la habitación y me metí debajo del kotatsu, en esta ocasión pude dormir.

El suave cantar de un ave tropical me hizo regresar a mi conciencia tan dulcemente que me quedé un rato escuchando su canto. Había dormido bastante bien, el kotatsu era cómodo y el calor se había ido cuando me había duchado. Cuando por fin decidí ponerme de pie escuché voces viniendo de afuera, no le tomé tanta importancia, quería arreglarme primero, así que tomé una maleta pequeña en la cual había guardado algo de ropa que Agastya me había obsequiado en el barco y me vestí, abrí el fusuma antes de salir de la habitación y me percaté del hermoso jardín zen en el exterior.

—Nirali —escuché a Kura hablar desde el otro lado de la puerta.

—Dame un segundo —contesté acomodando las cosas en mi maleta, había sacado el chakram y lo había colocado sobre el kotatsu para poder tomarlo fácilmente después.

Me encaminé hacia la puerta y la deslicé para encontrarme con Kura quien hizo un gesto con la cabeza hacia el salón.

—Te buscan.

Asentí suavemente y caminé hacia la sala donde Agastya estaba sentado esperando por mí, me preguntaba que estaría haciendo aquí tan temprano.

—Buenos días —saludó y se puso de pie para besarme en la mejilla— ¿haz dormido bien?

—Si, sin ningún problema, todo bien.

—Lamento si Rachel te trató de forma un poco ruda —se disculpó— es solo que no te conoce, y no sabe si puede confiar en ti.

Asentí, tenía totalmente sentido.

—Estoy aquí porque tus chicos van a reunirse para desayunar y supuse que les haría bien verte —sonrió dulcemente— ya saben que no te dejaron dormir en la gran residencia y están un poco molestos —dijo él negando suavemente con la cabeza— te aprecian, aunque no sepan como demostrarlo.

Aquello me arrancó una sonrisa.

—Supongo que, si me dejan desayunar en la gran residencia, entonces con gusto iré.

Él sonrió.

—Bueno, el desayuno no es exactamente ahí, de hecho es un desayuno marítimo —dijo él encogiéndose de hombros— Rachel quiere que los hermanos estén lo más contentos posibles antes de la llegada de Primavera.

—¿Verano ya está aquí? —pregunté con un timbre de alarma en mi voz.

—Así es, fue el primero en llegar de hecho, es más sencillo aterrizar un jet en Canadá.

Tempestad de primaveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora