Intro

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La verdadera maldad solo surge al corromper algo realmente bueno.

Fue lo que dijo Sebastian, el líder de los Doctores del Miedo, el mismo que salvó su vida cuando tan solo tenía diez años de edad.

Puede que lo hicieran nada más para volver a la vida a la famosa y temida Bestia de Gévaudan, puede que haya resultado un fracaso y finalmente lo dejasen de lado, pero al menos aprendió muchas cosas de ellos.

Durante la Cacería Salvaje arriesgó su vida para salvar a Scott, para salvar a Liam y aún así nadie le agradeció. Había tenido suficiente cuando estuvo atrapado en aquella pesadilla perpetua donde su hermana aparecía y le arrancaba el corazón constantemente. Pesadilla donde el frío, el fétido olor a muerte y el dolor se sentían reales. Y tuvo que volver para seguir siendo rechazado, maltratado y juzgado.

- Voy a matarlos. Mataré a todos. Voy a acabar con cada uno de ellos. -

Su odio, la ira que sentía con solo recordarlos le dejaba completamente seguro de que quería venganza. Detestaba tanto esa absurda regla de Scott de no poder matar a nadie aunque ello estuviera justificado. Sonaba muy ridículo, le daban ganas de arrancarle la lengua para que dejara de sonar tan estupido e inocente cuando solo era un Alpha mediocre a quien le faltaba mucho por sufrir para ser un verdadero hombre lobo, un verdadero, digno y perfecto depredador.

- Nathalia, el libro. - extendió la mano sin mirarla, agarrando el enorme y pesado libro de maleficios. - Vete con los demás. Necesito hacerlo solo. -

- No creo que él sea la mejor opción, Theo. ¿Cómo estás tan seguro de que podrá serte leal? -

- Es un Hale. - el rubio mostró una sonrisa espléndida, observando los hermosos ojos verdes de Nathalia. - Los Hale son el clan más leal que una vez existió. Ahora vete. -

No importó haberle dicho que era Ateo al Sheriff Stilinski. Para aprender de necromancia no necesitó de religión. Necesitó únicamente odio, sed de venganza y tener las manos manchadas con la sangre de muchas personas inocentes para poder resucitar a su propio ejército, a su propia manada. Y estaba seguro que esta nueva manada sería muchísimo mejor que unas cobardes y desleales quimeras genéticas.

La niebla inerte que no hacía más que acechar detrás de las lápidas del cementerio de Beacon Hills comenzaron a cincular lentamente. La tenue luz de la luna llena, esa oscuridad que no terminaba de devorar la penumbra del cementerio se hacía cada vez más excitante, cada vez más adictivo a medida que las palabras del libro resonaban una y otra vez frente a la única tumba que le importaba.

Sentía su poder aumentar, le indicaba que el conjuro realmente estaba funcionando y que pronto tendría su carta más efectiva en juego.

...

De pronto el suelo tembló.

Si Stiles hubiese estado durmiendo seguramente no se habría dado cuenta porque no se sintió ni como sismo ni como terremoto. Se sintió como un trueno, aunque a pesar de sus destellos en el cielo no se oyó ningún ruido.

Dejó su vaso de agua sobre el escritorio y fue a encender la luz de la lámpara, caminando después hasta la ventana que yacía abierta. No recordaba haberlo dejado así. Entonces esta vez sí escuchó un trueno y todo el cielo se iluminó. Pero desconocía por completo que todo eso se debía a que una puerta entre dos mundos volvió a ser abierta, tal como la vez que sus mejores amigos lo recordaron y le permitieron escaparse de la Cacería. Con la diferencia de que esta era una línea que separaba la vida de la muerte.

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Lealtad efímera | Sterek |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora