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"Va más deprisa, se está moviendo más deprisa, se nos está yendo de las manos"
Estoy sin inspiración, sin motivación sin ninguna palabra para definir todo lo que pueda estar sintiendo en este momento. Era sábado por la noche, y fue hace más una semana desde que no me comunicaba con Julian. Me sentía tranquila por la decisión que había tomado, pero otra parte de mí quería volver a él. Al parecer aquel mensaje que había enviado antes de aquel incidente no hizo que se alejara, sino al contrario, quiso estar más cerca de mí y volvió un caos todo. La pantalla de mi celular se encendió y me asome para ver de quien se trataba. Observé su nombre y la emoción de siempre apareció.
"Vamos a los Bolos hoy, no acepto un "No" como respuesta, hay cosas que debemos hablar."
—Julian
"Está bien, avisare que saldré."
—Alexa
"Pasare por ti en una hora, ponte guapa, como siempre. ;)"
—Julian
Más tarde Julian apareció en mi puerta con un girasol en manos. Mis mejillas ardieron y deseaba con todo el corazón que nadie viera esta escena. Ni siquiera mis hermanos. Subimos al automóvil y el tomo camino a Manhattan. Miré el girasol y recordé un relato que mi padre me contaba cuando era pequeña, de cuando creía que todo estaba bien.
— ¿En qué piensas? -pregunto de un momento a otro. Lo miré por algunos segundo y volví mi vista al girasol.
—En una historia que mi padre me conto de los girasoles.-
—Quizás no me la sé ¿De qué se trata?
—Bueno, en la mitología griega, había una ninfa llamada Clytia que se enamoró locamente del Dios del sol, Helios.- lo miré y me perdí un momento en su perfil. —el no sentía lo mismo por ella. A Clytia se le partió el corazón y murió de pena, convirtiéndose en un girasol que seguía al sol allá a donde fuera. No quería perder de vista a su amor. -
—Eso es algo masoquista ¿No crees?-
—Si lo creo, pero cuando uno se enamora hace cualquier cosa.-
Julian sonrió y no quito su vista de mí por un instante. Volvió su mirada al camino y sonrió. Más tarde estaciono su auto y me hizo que lo siguiera. Entramos a un lugar que para nuestra suerte estaba vacío. El piso era de madera y había luces rosas radiantes sobre las paredes.
— ¿Comemos primero o jugamos a los bolos?-
—Creo que la pizza me llama en este momento. -sobe mi estómago.
Pedimos una pizza grande para los dos, y nuestras bebidas. Cuando llego la hora de comer hacíamos bromas realmente tontas que a los dos nos causaba gracia. Al terminar cambiamos nuestro tenis por zapatos para boliche y comenzamos a jugar. Julian me iba ganando, era más bueno de lo que imaginaba. Mi turno de nuevo llego y tire toda la fila de pinos que había. Julian Aplaudió y tomo el bolo siguiente.
