El legado de unos pequeños pétalos

434 35 86
                                    

Abrió los ojos y no reconoció el lugar donde estaba.
Parecía un gran campo con césped y algunas flores blancas que poco a poco se iban agrupando.

Se levantó lentamente y miró al alrededor a ver si podía distinguir algo, pero no tuvo mucho éxito. Solo podía decir que el lugar era bonito.
Y que le dolía mucho la cabeza.
Pero cuando llevó su mano derecha hasta su cabeza para intentar aliviar el dolor se llevó una sorpresa enorme.

Su brazo era de carne y hueso.

Se asustó muchísimo al verlo, no parecía como si fuera su brazo. Inmediatamente después revisó sus piernas, ambas estaban ahí. Revisó su mandíbula, tenía piel ahí ahora y definitivamente no se la podía desprender.

¿Qué rayos estaba pasando?

Comenzó a correr buscando a alguien o algo que le diera respuestas. Se tropezó ligeramente con la yukata que llevaba puesta, hace mucho tiempo que no usaba ropa de ese tipo.

Se estaba comenzando a asustar hasta que por fin vio una figura.

Era su madre.
Ella lo vio y le sonrió, como solía hacerlo cuando estaba pequeño.

Ella le estaba diciendo algo, pero todo era ruido blanco en sus oídos. Que se hacia más fuerte conforme se acercaba.

Quería con todas sus fuerzas pedir ayuda, pero su voz tampoco parecía querer salir.

Solo extendió su mano con la esperanza de alcanzar a su madre y...

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

Abrió sus ojos repentinamente y se sentó asustado, respirando con algo de dificultad... más dificultad de lo normal.
Un fuerte ataque de toz lo invadió inmediatamente por esa maniobra que decidió hacer al despertar, su cuerpo ya no estaba hecho para movimientos tan fuertes.

Tuvo que tomar un contenedor, que ahora tenía al lado de su cama permanentemente, para poder botar el mini mar de pétalos y sangre que solía toser ahora.
Realmente no le gustaba que ahora estuviera vomitando pétalos, odiaba la sensación de vomitar. Le recordaba demasiado la época cuando estuvo muy enfermo de niño.

También no sabía que le había estado dando últimamente, pero cada vez tenía sueños más frecuentes sobre cosas de su infancia y de su madre. No sabía si eso era de esas cosas típicas de 'Ves tu vida pasar frente a tus ojos cuando te vas a morir', pero de verdad no le estaba gustando.
Si se iba a morir, prefería que fuera de golpe.

Y es que era como irónico; ahora que Moira no podía hacer nada más para ralentizar el avance del Hanahaki, parecía ir más lento que nunca.
Pero también iba más fuerte y doloroso que nunca. Los avances iban lentos, sí, pero causaban estragos en sus pulmones.

Bueno, nada iba a hacer quedandose sentado y lamentándose de sus sueños raros. Aunque bueno, con su condición actual no es que hiciera mucho. Pero al menos debía limpiarse y cambiarse la camisa, la había manchado de sangre mientras dormía. Realmente que la bendita enfermedad esta no lo dejaba en paz ni cuando dormía. Por eso ya no dormía con la suéter de Jesse, no iba a permitir mancharla con sangre. Quería que ese suéter se mantuviera tan hermoso y bien usado como cuando el dia que Jesse se la regaló.

En fin, tenía que hacer algo. Así que suspiró pesadamente y acercó bien su silla de ruedas a su cama y con un poco de dificultad de sentó en ella.
Ah si, eso seguro la cosa que más odiaba y había odiado durante toda esta enfermedad.
Ahora que su enfermedad había empeorado y ya las medicinas no hacían mucho, Moira y Angela habían recurrido a otras maneras de atrasar todo lo que pudieran la enfermedad. La silla de ruedas había sido una de esas soluciones, ya que su capacidad pulmonar era cada vez más pequeña, le habían prohibido caminar. Realmente no querían, en especial Angela, pero ahora el simple hecho de caminar de su cuarto al comedor le dejaba muy sin aliento.

Lo que me hace sentir humano Donde viven las historias. Descúbrelo ahora