Instinto 2

2

El dolor de cabeza que sintió Natasha fue completamente inesperado. La brujita que Hydra había liberado, Maximoff, la sorprendió como hacía tiempo no sucedía. Primero todo se volvió negro y luego tras una nube rojiza fueron apareciendo imágenes que no sabía dónde habían estado guardadas todo ese tiempo, porque no recordaba nada de eso, al menos hasta ese momento.
Recordó la Red Room, su entrenamiento, la ceremonia, y una cadena interminable de sucesos comenzó a develarse, casi como un efecto dominó. 
Y Siberia apareció en el mapa, y junto con Siberia, el Soldado.
Parpadeó rápidamente, tratando de entender toda la información que estaba apareciendo de repente y que desbordaba su cerebro.
Recordó la primera vez que lo vio, su mirada de lobo hambriento, al acecho. Recordó su brazo de metal en su cuello dejándola sin aire, recordó su cuchillo en su muslo y en una avalancha dolorosa los meses que estuvieron juntos la hicieron soltar el aire de repente y la angustia la invadió.
Recordó el sabor de la manzana en su beso, sus manos en su piel, su boca por todo su cuerpo, su sonrisa, su aroma, el sonido de su corazón, el "te amo" que leyó en sus labios y la última vez que lo había visto, hace unos años en Washington, cuando intentó matarla a ella, a Sam y a Steve.
Ahora entendía por qué se le hacía familiar, más allá de la información que tenía de él. Por qué se sentía extraña cada vez que su nombre salía en alguna conversación. Cómo por instinto podía anticipar sus movimientos.
Recordó cada enfrentamiento, cada cruce de miradas, y le dolió. Hydra había hecho bien su trabajo. 

Clint le hablaba, trataba de despertarla del trance en el que parecía estar, pero no podía. Su vida se repetía una y otra vez en su mente.
Sintió que su amigo la ayudaba a ponerse de pie y la ayudaba a caminar. Debían salir de ahí.

Cuando vio a Bruce, en un estado de shock similar al de ella, se le apretó el corazón. Lo que sentía por él era abrumador. Era un hombre tan distinto al resto con quienes había convivido a través de su vida. Ella misma se lo había dicho en la fiesta de Tony. Y creía que eso que lo hacía diferente era lo que le atraía de él. Pero James...James era diferente. Era su igual. La entendía a la perfección. Ambos eran espías, contaban con el mismo entrenamiento, trabajaron juntos, se conocían, se amaban. Pero él no la recordaba en absoluto. Y ella tampoco lo recordaría si no hubiera sido por esa niña que jugó con la mente de todos. 
El momento en que le borraron la memoria frente a ella volvió a su mente. Lágrimas salieron de sus ojos. Quería estar con él, pero no tenían la más mínima idea de donde estaría. Steve lo había estado buscando junto con Sam, y cada rastro había sido inútil. James era un experto en desaparecer. Si no quería que lo encontraran, podían olvidarse de él. 
Miró nuevamente a Bruce, que se cubría con una cobija, y Natasha se derrumbó. No aguantó más y llevándose las manos a la cara rompió en llanto. Un llanto silencioso.
Estaba bien sin recordar. No tendría que haber pasado eso. Ahora que tenía conocimiento de todo lo que había ocurrido, sentía rabia, dolor, angustia. Quería golpearse la cabeza y perder la memoria nuevamente, porque recordar era más doloroso que ignorar el pasado.
Steve se acercó a ella y gentilmente puso una mano en su hombro en señal de apoyo. Pero en ese momento no era capaz de darle más. Esa niña también había jugado con su mente.
Clint se acercó a ellos y les entregó a cada uno una botella de agua, mientras se sentaba junto a Natasha. 

- Cómo estás? - le preguntó el arquero.

- He estado mejor - dijo ella secando sus lágrimas con rabia.

- Tranquila, iremos a un lugar donde puedas descansar.

Natasha sólo asintió casi imperceptiblemente. Abrió la botella y bebió un sorbo de agua. Clint era un gran amigo, sabía perfectamente cuando debía preguntar y cuando no. Jamás la había presionado para que le contara nada, y eso precisamente había hecho surgir la gran confianza que le tenía. 

                              ~°~

Todo lo que pasó en Sokovia había sido de locos. Cada vez se cuestionaba más su lugar en el mundo y en ese trabajo. Una cosa era desmantelar organizaciones criminales, trabajar como espía, conseguir información y patear algunos traseros. Pero de un tiempo a esta parte, entre peleas con alienígenas y robots que cobraban vida, todo había avanzado demasiado rápido.

Bruce se había ido. Pese a que le había confesado sus sentimientos, pese a que le dijo que si él se iba se iría con él. 
Sabía sus motivos, pero de igual forma le dolió. En un último intento por aferrarse a él y dejar a James atrás, lo besó. Pero eso sólo le confirmó que el Soldado le había dejado una marca que aún no se borraba. Ni con un lavado de cerebro habían podido arrancarle lo que sentía por él. En menos de un año el maldito se había colado en cada milímetro de ella. No tenía idea de cómo había pasado. Pero el sentimiento estaba ahí. El beso que le dio a Bruce no le movió absolutamente nada, fue como el beso que le dio a Steve. 
En cambio el sólo recuerdo de los labios de James le erizaba la piel, pensar en su cálido aliento sobre su piel le generaba mariposas en el estómago.

Pensó en Steve. James había sido su mejor amigo desde siempre, y ahora lo buscaba incansablemente. No sabía si contarle al Capitán su pasado con el Soldado del Invierno. No era una mujer muy expresiva con nadie, su pasado era un tema complicado para ella, y compartirlo con alguien como Steve no era una buena idea. Aunque no le dijera nada la juzgaría internamente, aunque fueran amigos. Y no quería retroceder lo que había avanzado su amistad. 
Además, de qué serviría que le contara que tuvo un romance con su amigo? Eso no lo ayudaría a encontrarlo, que era lo que Steve buscaba.
Natasha se preguntaba si Barnes la habría recordado luego de su encuentro en Washington. Luego de que le disparara y eso casi le costara la vida. Dios! Ella había intentado estrangularlo! Le había disparado directo a la cara!
Todo era un maldito desastre.
Estaba segura de que si la hubiera recordado la habría buscado. De una u otra forma se habría comunicado con ella. Su total ausencia y silencio le preocupaba.