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Sentada en la cima de esa montaña, con un frío que no sabía de donde provenía pero que la estaba congelando desde adentro, Natasha recordó ese instante particular.

Estaban en una misión en el norte de Rusia. Una de sus primeras. Ella y una de sus compañeras con el Soldado del Invierno y otros agentes más.
Habían eliminado a los 4 objetivos y esperaban en el punto de extracción que llegara el transporte.
Su compañera le hablaba en susurros y no se callaba un solo segundo. Los otros agentes estaban fumando unos metros más allá. Pero quien llamó su atención fue el Soldado.
Luego de recargar su arma caminó pisando la nieve hasta un tronco y se sentó pesadamente en el suelo apoyando la espalda en él.
Podía verlo de perfil, estaba a unos 3 metros de ella y su compañera. Luego de sentarse se había quedado quieto, con la mirada perdida hacia la nada. La máscara cubría la mitad de su cara. No supo cuánto tiempo pasó pero él no se movía. Si no lo hubiera visto parpadear pausadamente cada cierto tiempo podría haber jurado que estaba muerto. La temperatura había descendido y de un momento a otro comenzó a nevar. Pequeños copos de nieve caían lentamente, danzando en el aire. La mayoría de los presentes se cubrieron la cabeza como pudieron, pero el Soldado no. Su cabello largo comenzó a llenarse de los pequeños copos de nieve que caían.
Lo vio agachar la cabeza y llevar la mano metálica a su cara. Se quitó la máscara y echó la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados, recibiendo la nieve directamente en el rostro. Esa fue la primera vez que vio su cara. Se veía completamente relajado. Lo vio lanzar un suspiro porque una nube de vapor se formó alrededor de su boca y nariz. 

- Puedes callarte? - le dijo Natalia a su compañera, harta de su parloteo.

La muchacha se levantó de su lado y se dirigió a los hombres que fumaban. Natasha dirigió la vista nuevamente hacia el Soldado, que al escucharla hablar había girado la cara hacia ella. Se miraron a los ojos durante unos instantes. Vio tanta tristeza en esos ojos azules, que su corazón se estremeció. Ninguno rompió el contacto visual hasta que escucharon un vehículo acercarse.

- Ya llegó el transporte - dijo uno de los hombres.

El Soldado volvió a ponerse la máscara, se levantó del suelo, tomó su arma y comenzó a caminar.  

~°~

Tenía que ser ella. Debía asegurarse de ser ella. Clint daría la batalla, lo conocía. Pero él debía volver con su familia. En cambio a ella nadie la esperaba particularmente. Sus amigos que se habían convertido en su familia con el pasar de los años la extrañarían, pero Laura y los niños necesitaban a su esposo y papá. No se comparaba.

No temía morir. Deseaba ayudarlos a todos y esta era la mejor manera de hacerlo.
Nuevamente James vino a su mente. Hacía años que no pensaba tanto en él. Poco a poco se había ido desvaneciendo de su mente. Los recuerdos cada vez más escasos estaban llenos de tanto amor y dolor que paulatinamente los había ido bloqueando.
Aunque jamás se lo había podido borrar de la piel.
Y en ese momento, en que reunía fuerzas para hacer lo que debía hacer, recordó la primera vez que tuvieron sexo y la última que hicieron el amor. Sonrió ante la comparación. El Soldado y James eran tan distintos, y ella los había amado a los dos.

La primera vez el Soldado prácticamente la arrastró a una bodega abandonada. Luego de haberle gritado que siguiera sus instrucciones y que se insultaran mutuamente. La tomó de la muñeca con su brazo metálico y con fuerza excesiva en el apretón la empujó hacia la bodega. 

- Cuál es tu maldito problema, niña?

- Tú eres mi problema, imbécil.

- Agradece que no me permiten matarte.

- Inténtalo - le dijo con burla - buena suerte - y el Soldado se hartó.

Se acercó a ella y le lanzó un golpe con el brazo metálico, ella lo esquivó y lo pateó en el estómago. Le lanzó otro golpe con el brazo humano y esta vez sí le dio en el rostro. Natalia cayó sentada en el suelo. Le sangraba el labio pero lo pateó en las piernas haciéndolo caer. Y en el suelo comenzaron un forcejeo que sin desearlo los estaba excitando a ambos. Él le rodeó el cuello con el brazo derecho pero ella lo mordió, tan fuerte que el Soldado no pudo evitar quejarse.

Instinto 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora