8. Barreras · · ·

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«No digas algo de lo que te puedas arrepentir...»

Recuerdo que estaba escuchándolo decir eso y de repente, caí profundamente dormida por la locura de hacía un rato.
Me sumí en un sueño extraño...

Soñaba que era muy pequeña, tenía unos ocho o nueve años y me encontraba con mis compañeros de la escuela, estaban mi padre y Valentine entre los padres designados junto a las maestras.

Era una granja inmensa, en el horizonte podía verse el sol poniéndose en todo su esplendor. Yo iba de la mano de Valentine, él iba señalándome los animales que íbamos encontrando de paso a las huertas cercanos a un granero. El doctor imitaba a las vacas y a los cerdos, yo reí y sostenía con fuerza el collar con el dije de esfera tornasolada. Papá me recordaba que no lo apretara tan fuerte o terminaría lastimándome la mano.

Sentí la libertad de esa mano al liberar el dije, mis respiraciones aceleradas, el tibio calor del sol, los acolchonados pasos sobre el césped. Oía los animales emitiendo sus sonidos: graznidos, mugidos, bramidos y cacareos.

Recuerdo que escuché los gritos de los otros niños, asustados y los vi dispersarse por el terreno, huyendo de algo pero no sabía de qué. Recuerdo que Valentine me cargó en brazos y echó a correr junto a mi padre de los toros que venían a nuestras espaldas. Los caballos escaparon de su encierro, las cabras, las gallinas, los gansos... todo animal capaz de moverse venían tras de nosotros.
Papá había tropezado a mitad de camino, Valentine no volvió por él aunque quiso y continuó corriendo hasta el escondite: un granero. Nos metimos y trabó las puertas con la viga de madera.

Las puertas se sacudían violentamente, yo gritaba de terror y Bates me subió al segundo piso lleno de paja y trató de terminar de subir las escaleras. Las puertas cedieron y las manadas entraron furiosas, embistiendo a Valentine, estampándolo contra las paredes de madera.

Recuerdo que puse el grito más agudo que me permitieron mis pulmones y cuerdas vocales en el cielo. Sentí algo fluyendo a través de mí, como un calor ligero.

Un haz de luz tornasolado bajó de entre las nubes y estalló a pocos metros de mí. Los animales guardaron calma, como si nada hubiera pasado.

Y entre las luces de colores vivos, vi una figura descubierta por la luminosidad, refugiado en su transparencia. La figura escapó derrumbando una parte de la pared aún de pie.

Había quedado igual de paralizada y aterrada que cuando me persiguieron de la misma manera en Hannover. Esa angustia que ahoga subiéndome por la garganta, las tripas contrayéndose y un poderoso ardor en el pecho.
Papá reapareció, no le había pasado nada malo, tenía sangre en el rostro únicamente, un corte en una ceja. Escuchaba gritar a Valentine entre la alfalfa, papá me cubrió los ojos y ya no vi más nada después.

Abrí mis ojos tras el sueño.
Mi mano contenía algo que sujetaba con fuerza, husmeé y me topé con el dije de esfera.

Tomé asiento en el colchón, viendo lo que me rodeaba. Estaba en mi habitación aún... aquello fue tan real, pero no tenía memoria de haber pasado algo así en mi vida. A menos que fuera tan traumático que la misma memoria lo hubiera metido en un frasco rodeado de cadenas para evitar que saliera o se escapara.

-Buenas tardes, Princesa -irrumpió una voz familiar. Mis pensamientos se desvanecieron de inmediato para verlo-. Un pajarito me contó que unos animales te corrieron. ¿Qué tienen ellos contigo? -bromeó.

LAVSKRA I: La cuna entre los astros © |✔|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora