10. Constelaciones · · ·

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La cabeza me daba vueltas, dolía bastante.

Sentía que reposaban algo en mi frente, algo húmedo y frío. Al abrir los ojos apenas, me encontré con el rostro de Christian. Se quedó viéndome, asustado en lo que veía la zona de dolor.

—¿Christian? —dije reponiéndome.

—Laika, ya despertaste —dijo remojando el trapo en agua dentro de un balde—. La señora González me llamó diciendo que chocaste con la barrera. ¿Eres así de tonta? —rió a carcajadas.

—No... no fue la barrera —corregí sentándome. Él se alejó un poco de la luz—. No lo fue... pasé la barrera por encima y... choqué con algo más. ¿Qué demonios fue?

—Un árbol tal vez. Hay un ombú en la entrada, cerca de la barrera.

—¡Que no fue algo así!

Lo vi acercarse a un mesón donde se exhibían instrumentos y cosas que en mi vida había visto. Entre ellas, mi dije de esfera.
Fui allí e intenté tomarlo, pero me cazó la mano antes de que siquiera pudiera rozarla.

—Es mi collar —me defendí soltándome—. Papá me lo regaló.

—¿De dónde demonios la sacaste?

—¿Estás sordo? —Lo tomé con la otra mano y guardé en el bolsillo de mi pantalón—. Me lo regaló mi padre cuando cumplí dieciséis. Era de mi madre.

Lo miré mejor bajo la luz que alumbraba el mesón. Contuve las ganas de preguntarle si se sentía bien; pues lucía muy desmejorado, como quien sufrió una gripe terrible durante un mes completo. Tenía manchas preocupantes en todo su rostro, se veía demacrado, incluso su cabello perdía luminosidad y vida. Las puntas de sus dedos se pigmentaban en rojo intenso, casi bordó.

Era como si durante días no hubiera dormido bien o trabajado sin parar en algo. Desvié los ojos hacia detrás suyo, ví guías colgando de un caño y tubos estériles rellenos de un líquido que parecía petróleo.

Ignoré la extraña razón por la que tendría cosas así en un taller.

—Eso está trayendo problemas —señaló cubriendo la vista de lo que observaba—. Ha traído problemas desde que pisó Hannover.

No entendía, ¿qué clase de problemas podía traer un estúpido dije de regalo?
Christian ya empezaba a exasperarme y a preocuparme. No dije nada, giré sobre mis talones, tomé el Adaptador y traté de alcanzar la salida.

—¡Laika! —llamó—. ¡Espera!

—¡Estás loco! Primero... no quieres que Valentine venga a Hannover y hablan como si ya se conocieran —crucé los portones, él seguía tras de mí—. Segundo, me dices qué hacer... y tercero, ¡me dices que el collar de mi madre es peligroso! ¡Estás zafado! ¿Qué carajo te pa...?

Escuche algo desplomarse en la tierra y quedé paralizada. Respirando nerviosa. Giré a ver.
Christian yacía en el suelo, luchando por respirar colocándose de lado; hilillos de sangre salían de su boca. Al menos eso supuse viéndolo de lejos. Su piel se volvía muy rosada, sus párpados lucían inflamados y le temblaba el cuerpo como si sufriera frío.
Corrí de regreso a él e intenté levantarlo, pero no pude siquiera moverle un dedo, pesaba demasiado para ser una persona. Era como intentar levantar una viga de hierro.

—¡Ayuda! ¡Por favor ayuda! —grité desesperada sin saber que hacer. Medí su pulso, latía con fuerza, aprisa—. ¡Necesito ayuda por favor! ¡Está muriéndose!

Las luces de las casas y negocios se encendieron al unísono. A la distancia distinguí la figura de mi tío y de Valentine.
Sanders abrió la puerta de su consultorio, salió en bata al igual que la señora González. Él lo examinó y quiso levantarlo también, maldijo entre dientes.

LAVSKRA I: La cuna entre los astros © |✔|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora