13. Carnívoro - Parte I · · ·

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Tres días han pasado desde que descubrí mi origen. Bueno, no completamente, pero tenía algo con qué empezar.

Tuve que disculparme con Valentine, en el calor de la pelea le había quebrado el tabique en dos partes. Regresó a Ohio para hacerse ver por un cirujano, porque Sanders hizo lo que pudo para ayudarlo, pero eso requería una rinoplastia compleja para asegurarse de que no se hubiera astillado el hueso. Sanders dijo que podía llegar a sufrir una reducción de nariz para salvarla, lo que básicamente lo dejaría con una normal y humana. Una alegría para él que tanto lo criticaron por su tamaño «descomunal» como le decían sus amigos.

Cambié el color de mi habitación por colores como el violeta, el fucsia, verde azulado y azul celeste. Mantuve los pósters de Bon Jovi y uno de Metallica. Decoré las paredes con apliques de madera que formaban mi nombre y por pegatinas de estrellas, planetas y conseguí gracias a Daniel, una galaxia flotante para adornar la lámpara sobre mi cabeza. Cumplía la función de una pantalla, pero con diseño de galaxia.
Sobre un mueble dejé las fotografías con papá y mi portátil.

Y en cuanto a Christian... no sé muy bien qué pasó con él después de aquella noche, porque no volvió a presentarse. Ni siquiera para abrir la barrera. Fui a verlo cuatro veces para disculparme, pero nadie atendió aún cuando escuchaba el ruido del trabajo en su taller. Le llevaba croquetas de arroz, tartas y pizzas frías. He ido con intenciones de comer juntos, mas nunca atendió. Si estaba furioso por lo provocado, pues estaba en lo correcto al sentir eso. Me comporté como una niña aquella noche, debí escucharlo.
Quise entrar sin permiso en alguna ocasión -lo sé, soy despreciable y maleducada- y los portones estaban trabados. Pero el sonido era constante, como si no durmiera nunca, eso me preocupaba. Ni la señora González lo volvió a ver.

Dejé de insistir y que fuera él quien me buscara si necesitaba algo.

-¡Demonios! -maldijo mi tío cerrando la puerta del fondo y lavándose las manos en la cocina.

-¿Qué pasó, tío? -pregunté mientras desayunaba y revisaba mi celular.

-Es que una oveja está mal... no sé qué tiene, ¡se volvió loca! -me mostró la herida que lavaba. Lucía horrible-. Me mordió y... quiere morder a las otras, tuve que separarla de las demás y atarla.

-Tal vez tenga rabia -supuse.

-Amor, las ovejas no tienen rabia.

-El loro de la señora Quintín lo tuvo... y era un loro. Pesado e incansable, pero loro al fin.

-Qué extraño -rió yendo a buscar el botiquín al baño de abajo-. Escucha, tengo que ir con Wilburn, el veterinario y luego paso por Sanders a que me vea esto. Tomará un momento, ¿de acuerdo?

-¿Puedo ir? Me aburro aquí sola.

-¡Bien! Pero rápido, por favor.

-¡Enseguida! -bebí lo último de mi café y me apuré a subir al cuarto.

Me arreglé un poco, até el cabello, escogí ropa adecuada y bajé. Caminamos con tío Gales hasta alcanzar el frente de la tienda de Margot. Ella saludó desde la ventana mayor con una mano y esbozando una gran sonrisa, devolví el saludo de la misma manera y cruzamos hacia el veterinario.
Le comentó del asunto con la oveja, le mostró la herida incluso, el veterinario se extrañó un poco por el comportamiento que exhibía el animal y prometió pasar por su casa a examinarla en dos horas, porque la señora Richmond también tuvo el mismo problema con las gallinas.
Terminada la cita con el veterinario, pasó a Sanders. Le toco el número 03, pero llevaba con el 01 media hora según la secretaria. Sólo nos quedaba tener paciencia.

LAVSKRA I: La cuna entre los astros © |✔|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora