Sueño Revelador

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A la mañana siguiente, Cora y Leopoldo degustan un delicioso desayuno continental en una exquisita mesa situada en el centro de la cubierta.

- Siempre tan detallista, querida Cora

- No iba a permitir que la inanición nos consumiese como a vulgares rateros.

Brindan con dos copas del mejor zumo de naranja que hayan podido saborear sus entrenados paladares.

- Regina podría disfrutar de todo esto si quisiera

- Mi hija es terca como su padre. Me costó Dios y ayuda restringir sus clases de equitación por otras más provechosas.

- Henry siempre fue un hombre muy bueno, más su espíritu era débil.

- Nunca tuvo carácter para hacer frente al cargo que ostentaba.

- Menos mal que estabais vos para negociar con los otros reinos.

Con una mirada cómplice y una sonrisa picaresca, la hechicera da otro sorbo al néctar que tiene entre manos.

- Los negocios. Siempre me han fascinado. Se pueden hacer tratos muy provechosos hablando con las personas adecuadas.

Quedan en silencio unos segundos, hasta que el monarca se atreve a hablar y expresa su preocupación.

- A veces tengo mis dudas sobre todo lo que nos depara el futuro

Dejan las copas en la mesa y comienzan a hablar en un tono que sólo ellos escuchan

- ¿Por qué?

- No sabría explicarlo. Cuando me propusistes embarcarnos en todo este lio para recuperar lo que nos arrebataron, pensé que era una locura. Aún así acepté. Y al principio, cuando conseguimos a Regina y todo el pueblo volvió a aclamarme rendiendome pleitesía, juro que lo creí. Sabía que nada podía salir mal. Sin embargo, con la llegada de ese chico, el bebé, la terquedad de mi mujer y el navío perdido en mitad de la nada, tengo mis serias dudas.

- Pues dejadlo todo en mis manos. La terquedad de mi hija ya está solucionada, hemos hablado y parece haber entrado en razón. Daniel está completamente a nuestra merced y es lo suficientemente inteligente como para saber que lo suyo con Regina no tiene futuro. Por el bebé, no te preocupes, es una especie de regalo del cielo.

El Rey se muestra escéptico ante tal afirmación.

Cora toma aire antes de empezar a explicar algo que es más que evidente.

- Henry es el punto débil de Regina. Daría cualquier cosa por él.  Y ambos sabemos que la imposibilidad de defenderse junto con las necesidades que conllevan tener un bebé de meses, son puntos a nuestro favor.

Ambos sonríen con villanía.

- Sois temible, querida Cora

- Y más que lo seré cuando la desagradecida de mi hija pague por todo lo que nos ha hecho pasar...

*************************

En una celda oscura y pequeña, con la única iluminación de dos antorchas, llora una desgraciada Regina sentada sobre una pila de cajas y apoyando sus brazos en un barril.

- Mamá

La voz proviene de fuera de la celda.

El llanto cesa y la mujer mira hacia su hijo, que vuelve a tener una apariencia de adolescente.

- Henry...

El chico se acerca a los barrotes, intentando ver a su madre.

- Mamá, acércate

- Prefiero hablar desde aquí.

- ¿Por qué?

Alcanza una de las antorchas para iluminar mejor a la alcaldesa.

El chico queda bastante impactado por el drástico cambio de imagen de su madrastra, pero lo disimula bastante bien.

A su vez la reina, abochornada, es incapaz de mirar a su hijo a la cara

- Lo siento cariño. No quería que me vieras así.

- Así, ¿cómo?

Vuelve la cara hacia su hijo.

- De esta forma.

- Si te sirve de algo, el morado te favorece.

La mujer sonríe con desgana

- Así eras cuando te casaste con Leopoldo ¿verdad? Por eso te da vergüenza que te vea.

- No quiero hablar de eso. Sólo quiero estar en casa tomando chocolate, viendo esos programas que tanto te gustan mientras nos acurrucamos en una manta suave y calentita.

El chico ríe con franqueza ante la sincera respuesta de su madre.

- ¡Pero si estamos a finales de Julio!

- Es lo que más me gustaba hacer cuando eras pequeño. Hablando de pequeño...

Se levanta y se dirige a los barrotes

- ¿Cuando has crecido?

La alegría desaparece de la faz del joven, cuyo semblante se torna serio y amargo.

- No lo he hecho, mamá. Todo esto es un sueño...

- ¡¿QUÉ?!

- He podido acceder a tus sueños por una vez, como hice con Blancanieves hace mucho tiempo. He venido para darte ánimos y a decirte que no te des por vencida, que yo estaré contigo y que todo va a salir bien...

El chico empieza a desvanecerse

- ¡Henry!

- Estás despertando.
Recuerda lo que te he dicho.

- ¡No!

- Volveremos. Te quiero, mamá

- ¡¡¡HENRY!!!

La mujer llora histérica y desesperada mientras se esfuma la única parte visible que quedaba de su hijo: Su predilecta bufanda a rayas.

Derrotada, vuelve a su asiento y empieza a notar como su alrededor pierde enfoque y visibilidad.

Alcanza a decir una última frase antes de terminar su viaje por el mundo onírico...

- Yo también a ti...

Todo se desvanece y Regina se incorpora de un salto tras despertar de tan revelador sueño...

El Ascenso de la ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora