Prisioneros de la Eternidad

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El sonido cesa y las puertas se abren lentamente.

Daniel y Regina se abrazan. Rumple sonríe de forma tenebrosa y Rodio se pone a la defensiva.

Una especie de humo brillante abraza al grupo, que permanece a la espera de la criatura grandiosa que va a salir de tan magnífica entrada.

El humo se disuelve lentamente, revelando un pasillo muy parecido al que acaban de atravesar.

No hay nadie y la impaciencia de Regina sale a relucir.

- ¿Qué demonios ha sido eso?

Empieza a escucharse una voz lejana.

- Hay que esconderse

- Yo no me escondo de nadie. Y menos de alguien que no se atreve a dar la cara.

Daniel se sorprende por esos arranques tan extraños en su prometida. No logra hacerse a la idea de que ya no tiene veinte años.

Y ese lado tan atrevido y oscuro que continúa latente en Regina, atrae la mirada de Rumplestilstkin, que se vuelve hacia ella con su sádica sonrisa.

- Así se habla, Majestad. ¡Demostrad quién manda!

Daniel intuye las intensiones del monstruo y se adelanta a Regina, que avanza sin miedo hacia dentro.

- No sigas, Regina. No sabemos lo que puede haber ahí dentro.

- Descubrámoslo

Invoca una bola de fuego

- Déjame ir primero, por favor. Quiero protegerte.

- No necesitas la magia para defenderte. Me tienes a mi.

El rostro de Regina pasa de la socarronería a la decepción en un segundo

- ¿Crees que no soy capaz de controlar mi magia?

- Yo no he dicho eso

- No te acobardes. Sí que lo has dicho

Daniel mira a Rodio con odio. Regina se pone delante de su campo de visión

- No sé que te habrán dicho de mi, pero yo ya no soy la Reina Malvada. He cambiado mucho desde entonces.

La voz se hace más fuerte. Dos sombras, una muy alargada y otra muy pequeña se acercan.

La comitiva calla y se prepara para defenderse de lo que venga.

- Realmente no lo veo necesario. Si no existiera la noche, no tendríamos miedo a la oscuridad

- Señor, la noche es necesaria para que la vida siga su curso

- ¡Pues que no la hagan oscura! No soporto la oscuridad

Las dos sombras parlantes se dejan ver cerca de la puerta.

La sombra alargada pertenece a un hombre con apariencia de robot, cuyos andares, pesados por el material metálico de sus ropajes, marcan el ritmo del paseo.

Su acompañante es un robot con bigote y gafas que parece estar al servicio del hombre robot.

Paran en seco

- ¿Ocurre algo, señor?

- Aquí hay alguien

- ¿Alguien, señor? No esperamos visita

- Ve al Gran Reloj. Ya sabes lo que tienes que hacer

- ¡Si señor!

La criatura marcha corriendo.

El Hombre Misterioso camina lentamente hacia delante y se detiene en la penumbra del pasillo. El grupo permanece en silencio, debatiéndose si dar la cara o esperar a cogerle por sorpresa.

- Vamos a arrojar un poco de luz sobre esto

Antorchas de tamaños diferentes se encienden por toda la galería, revelando el escondite de los intrusos.

El Ser Oscuro desaparece sin ser visto.

- Bueno, bueno, ¿a qué debo el honor de tan numerosa visita?

Rodio es la primera hablar, como siempre de forma despectiva y sin rodeos

- ¿Tú eres Tiempo?

- Depende de quien pregunte. ¿Quienes sois vosotros?

- Yo me llamo Daniel Cotler, soy criador de caballos y he sido muchos años el palafrenero del reino. Ella es mi... es Regina Mills, reina del Bosque Encantado y alcaldesa de Storybrooke.

El hombre señala a Rodio

- ¿Y ella quien es?

- Soy Rodio

- ¿Rodio? ¿Esa es tu presentación?

- Te contaría un cuento pero no tenemos tiempo y no me da la gana. Y ahora que nos hemos presentado, tenemos cosas importantes de las que hablar

- Aquí soy YO el que dice que temas son importantes y cuáles no. Y ahora mismo exijo saber quiénes sois y a qué habéis venido exactamente.

Regina toma la iniciativa

- Venimos buscando a Tiempo. Necesitamos que nos ayude a realizar un viaje para impedir que ocurra una desgracia.

- ¿Y por qué iba a ayudaros?

Regina se acerca lentamente al hombre

- Porque si Tiempo nos da la espalda, lo que le hizo Alicia no será nada comparado con lo que yo soy capaz de hacer.

El hombre sonríe desafiante

- No me digas

De repente, aparecen pequeñas criaturas de hojalata para cercar al grupo.

Al igual que pequeños Goblins, inmovilizan a las presas por brazos y tobillos.

Todos se resisten, pero el fuego no les afecta y son muchos como para derribarlos a todos.

Una vez todos presos, el pequeño robot que acompañaba al hombre en su paseo, se dirige hacia su amo

- Ya no os molestarán más, mi señor, nosotros nos encargaremos.

- La Eternidad se encargará de ellos. Llevadlos a las mazmorras.

El Hombre robot queda observando junto a su lacayo cómo desaparecen los reos en la longitud del pasillo...

El Ascenso de la ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora