Capítulo 3.

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Tomó algo de tiempo, pero Jane decidió que Eddie no era (en lo absoluto) el eslabón más débil. El problema era que él creía que lo era.

De hecho, ni siquiera Stanley era el débil.

Si bien estaba claro que el líder era Bill, todos ellos eran un grupo, como las piezas de un engranaje. Diferentes funciones igual de importantes. Incluso Ben (o Beverly, que acababa de aparecer en escena) encajaban en ello perfectamente nada más aparecer.

¿Y ella? ¿Qué estaba haciendo allí ella? ¿Sabía en lo que acababa de meterse? Probablemente no, pero esos chicos...

<<No tengas miedo, Jane, no hay monstruo que no podamos derrotar juntas>> Hacía tiempo que no recordaba las palabras de su hermana mayor. No la recordaba porque recordar a los muertos no tenía caso.

—Ta-También d-deberías v-v-venir a la c-cantera con no-nosotros, Jane— la voz de Bill la sacó de su ensoñación.

Ella lo miró, como aturdida.

<<Iremos nosotras juntas, pequeña Jane>> Su hermana había sido una tonta, nunca hay un "nosotros".

Mientras, Eddie acababa de vendar la herida de Ben y Richie exclamaba en voz alta sus imitaciones mal hechas pero con orgullo.

—Bien— asintió con la cabeza—. Estaré allí, y les contaré lo que sé.
Eso será todo.

Jane sintió un frío repentino recorrerle el cuerpo. Y no era por el vestido corto azul que llevaba (era verano, por dios), sino porque le dio la impresión de que eso no sería todo en lo absoluto.

—¿Lo que sabes?— Beverly la miró, confundida.

—Lo siento, Marsh, no puedo explicarte nada— le guiñó un ojo. Bev Marsh era una chica poco usual, digamos que Jane no se metía con ella.

Entonces, todos se dividieron.

Bill, Ben y Beverly se marcharon por un lado. Richie y Stanley por otro. "¡Cuida a mi niño, Alestair!" Le había gritado Richie desde su bicicleta, refiriéndose a Eddie.

—No es necesario que me lleves a mi casa— dijo Jane, con una sonrisa divertida en el rostro, al ver como Eddie se encogía en si mismo, avergonzado.

Él la miró, sorprendido.

—¿Jane Alestair está siendo amable?

Jane frunció el ceño y le dio un golpe en el hombro.

—Cállate y trae ese cacharro sucio que llamas bicicleta a la vereda, pronto empieza el toque de queda, idiota— se cruzó de brazos y esperó sin mirarlo. Sin embargo, las mejillas se le habían encendido en rojo. ¿Cuándo había sido la última vez que se había sonrojado?

Negó con la cabeza.

<<Nosotras juntas, Jane>> había dicho su hermana, pero la había dejado sola.

Ninguno de esos perdedores sería diferente. Ella no iba caer en aquel juego doloroso de los sentimientos, no de nuevo.

—Sube, antes de que me arrepienta— masculló Eddie en voz baja, que ya había acomodado la bicicleta.

—No podrías— Jane pinto en su rostro su mejor sonrisa se superioridad y se subió a la parte de atrás de la bicicleta de Eddie, sosteniendolo por los hombros.

Lo que no sospechaba era que, al subirse a esa bicicleta (e incluso antes) ya había caído.

Estaba dentro de él club, joder que si lo estaba.

Fear | Eddie Kaspbrak.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora