En el reino de los muertos habitantes y prisioneros eran una misma cosa. A Lif le tomó un tiempo comprender que aún sin celdas era imposible escapar. Hel no tomaba rehenes, de manera que este escenario era único en su especie y el general no estaba seguro de cómo llevarlo. La "celda privada" donde permanecía Kiran no era más que una de las recámaras desocupadas, porque eran pocos los que resultaban tan caprichosos como para interesarse en una. Sin necesidad de dormir, sin posesiones o algo a qué aferrarse, las estancias eran nada más que una formalidad a ofrecer. Nadie preguntaba por qué existían, nadie lo explicaba tampoco. Eran cubículos sin gracia en edificios desgastados, como si acaso las construcciones también tuvieran alma y ahí terminaran al morir.
Lif no se atrevía a entrar en la cámara donde había dejado a Kiran. No sabía qué decir ni qué hacer con él. Ese no era el plan, y ahora improvisaba sin rumbo ni objetivo. Invocó su calma y racionalidad, y se recordó que el primer objetivo de su plan se había cumplido. Tenía a Kiran ahí, era lo único que quería desde que lo viera de nuevo en aquel otro mundo. Le daría prioridad a eso, no importaba si solo entraba y lo observaba unos minutos, era suficiente. No tenía por qué hablarle todavía, no necesitaba apresurar las cosas. Al final todos estarían muertos, Kiran sería el estratega del inframundo y entonces podría preocuparse por recuperar su afecto... si es que Kiran podía sentir afecto luego de lo que Hel le hiciera.
Ingresó en la recámara sin saber qué hacer. ¿Kiran estaría llorando? No, no era de lágrimas fáciles. ¿Quizá con la cabeza gacha y la mirada perdida? Era una opción, aquel Kiran había llorado y existía la posibilidad de que fuera más fácil romperlo. En el fondo no se sorprendió al ver que ambas ideas estaban erradas, una parte de sí sabía muy bien que lo esperaría con una mirada de ira intensa enfatizada por un brillo intenso que resplandecía entre las sombras, cuales ojos de gato enfurecido acentuados por las espesas cejas muy fruncidas. ¿Llevaba todo ese tiempo con la vista fija en la puerta, esperando a recibirlo con una descarga de hostilidad muda? ¿O acaso intuyó su presencia antes de que entrara a la estancia, y en segundos logró aquella expresión furibunda?
- ¿Qué pretendes? – Soltó tras unos segundos en que ninguno dijo nada. Lif no respondió, sólo quería verlo. Había una belleza extraña en tenerlo rabioso y encadenado como estaba, pero no quería pensar mucho en ello. - ¡Responde!
Se sentó en el suelo frente a Kiran y se dedicó a mirarlo nada más. Extrañaba mucho su rostro, tanto que no le importaba si ahora lo contemplaba cargado de odio en lugar de aprecio. Pretendía mirarlo hasta que cualquier nuevo detalle en su semblante quedara plasmado para siempre en su memoria, y que su voz volviera a sonar con claridad en sus recuerdos. La memoria auditiva era tan frágil, sus reclamos eran bendiciones. Se transportó de nuevo a la época en que se sentaban uno frente al otro a discutir estrategias, y luego se quedaban más tiempo conversando sobre las maravillas de cada uno de sus mundos. Recordó las partidas de ajedrez y las tazas de té, el quedarse absorto con la forma en que Kiran se mordía la uña del pulgar al estar ansioso y la curvatura leve de sus cejas cuando tenía una idea. De nuevo estaba en Askr y de nuevo compartía con Kiran sus dudas sobre ser rey, sus miedos de decepcionar a su padre y otras confidencias que no admitía en voz alta sino era con él. Lo escuchaba decirle que todo estaría bien porque era alguien increíble al que solo le faltaba confianza.
- ¿Qué....? – Regresó a la realidad cuando el gesto de Kiran cambió de repente. Las cejas levantadas con duda, los ojos abiertos con asombro.
Entonces se dio cuenta que llevaba mucho tiempo solo mirando hacia el pasado a través de ese catalizador presente. Sintió escozor en los ojos, y lágrimas acumuladas en ellos. Se fue sin decir nada, pero a sabiendas que la expresión de Kiran seguía en el terreno de la intriga y no el de la ira.
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Love Is (Not) Dead | Fire Emblem Heroes
FanfictionTras un acto impulsivo Lif, general del ejército de los muertos, secuestra al invocador de Askr con el fin de recuperar aquello que perdió tras unirse a las huestes de Hel. Al mismo tiempo se verá obligado a confrontar viejos y nuevos remordimientos.