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Kiran murió tratando de perdonarlo. Su último aliento se desvaneció sobre el hombro de Alfonse mientras éste lo abrazaba fuerte, en un intento desesperado por mantener su alma unida al cuerpo que ya no aguantaba más. Kiran murió sin dejar rastro. Su cuerpo se desvaneció entre los brazos del príncipe que no lograba entender cómo habían llegado a eso. Su alma no se encontraba en el reino de los muertos, y la reina del inframundo aseguró que tampoco la encontraría en otro lugar. Kiran murió sin saber cuánto lo amaba Alfonse. Lo último que supo fue que su querido amigo estaba bajo el control de Hel, y siguiendo sus órdenes lo asesinaría sin dudarlo ni un segundo. Kiran murió.

Kiran murió

Lif repasaba una y otra vez la escena en su cabeza mientras escoltaba a Hel rumbo a la celda del invocador. Aquella vez tenía excusas, no controlaba su cuerpo, no estaba consiente, no se pertenecía a sí mismo. Aquella vez Kiran entendió todo eso y pudo perdonarlo. ¿Ahora? No tenía excusas, su miedo lo impulsó a pedir algo por lo que Kiran jamás lo perdonaría. Cuando todo esto empezó se dijo a sí mismo que no importaba ganarse el resentimiento del invocador si con ello conseguía la opción de tenerlo cerca por el resto de la eternidad, junto con incontables oportunidades de ganar su perdón. Ahora, cada paso le resultaba más difícil que el anterior, y la comprensión de lo que había hecho hacía las veces de pesas en sus pies. Apenas podía caminar.

Kiran aún no estaba muerto, pero lo estaría. Despertaría en el reino de los muertos padeciendo la misma condena que Lif despreciaba, y sabría quién fue su verdugo porque él mismo se lo había confesado. Kiran aún no estaba muerto, pero le quedaban segundos antes de convertirse en el enemigo que había jurado combatir. Sentiría el insoportable dolor con el que a Hel le gustaba exterminar a sus enemigos, y luego despertaría sometido a una eternidad de esclavitud de la cual no había escapatoria. Kiran aún no estaba muerto, pero en cuanto lo estuviera perdería todo. La libertad se le escaparía con la última exhalación y, sin importar cuánto intentara resistir, terminaría tal como Lif lo había hecho. Perdería las opciones, la libertad, la posibilidad de volver a su mundo algún día.

Kiran aún no estaba muerto

Lif sintió una mezcla de alivio y horror cuando encontraron la celda vacía. El temor se acrecentó cuando la soberana del inframundo se dio vuelta y clavó su mirada en él. Ésta vez no tenía dudas, ella estaba furiosa y lista para encontrar culpables. Quizá su mundo ahora estaría condenado, o tal vez ella lo destruyera como hizo con el invocador de su mundo. Quizá encontrar otras formas de traerle dolor, no conocía completamente las capacidades de Hel y ahora mismo estaba convencido de su poder ilimitado...

... O "casi" ilimitado. La última conversación que tuvo con Kiran regresó a su cabeza sin que pensara en ella directamente. Él fue quien revivió las dudas sobre la omnipotencia de su ama, el que planteó que quizá ella le había hecho creer lo que era necesario para tenerlo dominado. Era esperanza, no quería tenerla pero estaba aflorando con cada palabra repetida mentalmente. Fe en que tal vez, aunque fuera solo un escenario posible entre miles, fuera posible derrotar a la mismísima muerte y recuperar todo lo perdido.

- ¿Y bien? ¿Debo preguntar lo que es evidente? – Habló la emperatriz del inframundo

- No... yo lo dejé aquí, encadenado – los grilletes estaban abiertos, y no había rastro del invocador – Juro que estaba bien encadenado cuando me fui, y aún tengo la única llave – Buscó en su capa y sacó el objeto. Debía reconocer que hasta ese momento no tenía manera de estar seguro de si lo traía consigo o no.

- ¿Sabes que esto parece traición, verdad? La única llave y el prisionero no está. El mismo prisionero al que solías...

- Ama – llamó Thrasir muy cerca de la puerta – Encontré esto – La bruja se acercó y con disimulo se colocó entre la reina de los muertos y el general

Love Is (Not) Dead | Fire Emblem HeroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora