IV

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La biblioteca del castillo era tan grande como abrumadora. Tomos y tomos cargados con la historia de los grandes reyes de Askr. Por momentos parecía que cada uno tuvo su camino definido desde que saliera del vientre de su madre. Grandes guerreros, estrategas, líderes natos de altísima inteligencia y determinación. Voluntades de hierro que a Alfonse le parecían incomprensibles. ¿Qué forja el carácter de personas así? ¿Qué clase de genética lo evadió para no sentir el llamado del destino como los otros? Era blando, sensible y lleno de dudas. Su padre se lo repetía desde niño, que su emocionalidad no le serviría al reino cuando creciera. Intentaba ser más fuerte, pero nunca era suficiente. Jamás lo sería.

- ¿Alfonse?

- Oh, Kiran... perdona, estaba tratando de recordar en qué libro...

- ¿Estás preocupado, verdad? – Su invocador con voz amable siempre sabía cuándo pasaba algo. – Todo saldrá bien

- Si cometo otro error así... perdí a mi padre por mi propia imprudencia, no sé si pueda con más – No podía. Estaba agotado por dentro y por fuera, porque en efecto no era tan duro como su padre hubiera querido y había alcanzado el límite de lo que podía lograr.

- Alfonse - Pero entonces, en medio de la impotencia aparecía esa mano pálida pero cálida que lo sacaba del abismo. Suave y reconfortante, esa mano preciosa que disipaba las dudas y lo hacía sentir fuerte – Todo saldrá bien – Repitió Kiran, levantando el rostro de Alfonse, empleando un poder del que no se sabía poseedor.

Pero nada salió bien. No hubo promesas, aliados ni poder suficiente que salvara su mundo. Alfonse murió y lo último que sintió fue el toque de una mano que se desvanecía, y con ella cualquier parte que pudiera sobrevivir de su alma. Lif se colocó la mano ahí donde Kiran lo tocó por última vez antes de morir ¿Podría en verdad despertar en éste Kiran el amor que no pudo en el suyo? No quería engañarse, pero no podía dejar de imaginar ese posible futuro donde algo del amor imperecedero que cargaba consigo alcanzaba la esencia común que este invocador compartía con el suyo.

- Sigo sin entender qué pretendes – reclamó Kiran con una voz apagada. Se humedeció los labios, Lif no pudo evitar observar con detalle la forma en que el labio superior cobijaba el inferior, en una caricia para lubricarlo y dejarlo suave otra vez.

- ¿Sabes o no sabes jugar ajedrez? – Bajó la mirada rápido para que Kiran no notara la manera en que lo observaba.

- Soy un estratega, claro que sé hacerlo. – Lif empujó el tablero hacía él – pero no estoy aquí para jugar ¿Verdad? ¿Por qué me has traído? ¿Para qué me quiere Hel?

- Las razones de mi señora no son de tu incumbencia. Juega.

- ¿Para qué me quieres tú? – Esta vez lo miró a los ojos, y el resplandor en ellos parecía mostrar sabiduría. Kiran entendía algo, aunque aún no armaba el rompecabezas completo - ¿Por qué me mantuviste con vida?

- Si no quieres entretenerte, te dejo para que duermas – El general del inframundo recogió el tablero, ajustó de nuevo los grilletes en las muñecas del prisionero y se puso en pie. Las preguntas le sonaron a acusación y no podía, no estaba preparado para explicar sus motivaciones.

Salió de la celda completamente frustrado. Quería revivir aunque fuera un poco de sus costumbres anteriores, las que sabía que el otro Alfonse seguramente tendría también. Quería jugar con él, charlar con él, leer juntos y conversar sobre cualquier cosa. Quizá despertar en él un sentimiento de familiaridad que lo ayudara a acercarse, que eliminara la nota de odio con que salían sus palabras y suavizara la mirada inquisidora que, aún en estado de cansancio, se le clavaba profundo en la conciencia.

- No es el mismo ¿Lo sabes, verdad? – Thrasir lo interceptó poco después, mientras se alejaba de la celda.

- ¿Qué quieres?

- No pertenece aquí, ni contigo. Así como tú y yo ya no pertenecemos a ningún lugar.

- No sabes de qué hablas – La miró a los ojos sabiéndose mentiroso – Sólo iba a revisar el estado de nuestro prisionero

- En ese caso yo iré a informar a la realeza de Askr que su invocador aún permanece con vida, y a darles la advertencia que no diste tú – La mujer se cruzó de brazos – Y en lugar de perder el tiempo observando el pasado, deberías ir a buscarle alimento. Aquí no hay nada para él.

Accedió a ir con ella por eso. Era cierto que necesitaba alimentar a su prisionero, y hasta ahora no se había molestado en buscarle siquiera agua. Dos días, Kiran tenía tanto o más aguante del que recordaba. Siempre que salía se asombraba por las diferencias en la luz y el paisaje. En el inframundo la diferencia entre día y noche no existía, en cambio ahora mismo atardecía en el reino de los vivos y el cielo era color naranja. Cielo cálido, hojas verdes en los árboles y más verdor en el pasto. Frutas rojas de aroma dulce. Animales marrones, blancos, grises y de ojos enormes que volaban, corrían, saltaban. Cazó ¿Cuándo fue la última vez que lo hizo? ¿Privar de la vida a un animal para asegurar la continuidad de otra vida? Los conejos eran suertudos, sólo sus cuerpos irían al reino de Hel.

- Come – ordenó a Kiran mientras le ponía al frente un plato de estofado de conejo, una manzana y un tazón de agua. El prisionero lo miró con duda – come o te nos unirás pronto

- Afloja mis cadenas, no puedo moverme – Lif se inclinó en frente suyo y soltó las cadenas lo suficiente para darle movilidad a sus brazos – ¿Por qué me atas con tanta fuerza? De todas formas permanezco encadenado

- Para que no se te ocurra nada – Explicó el general, tan cerca de Kiran que podía sentir su respiración. Seguramente parecía intimidante, pero le emocionaba tener tan cerca los ojos que adoraba. No mentía, a pesar de todo sabía que Kiran era listo y en contra de toda probabilidad podría encontrar una forma de escapar si le daba mucha libertad. – Come

- ¿Qué es?

- No estás en posición de ser exigente. No es veneno y es todo lo que necesitas saber.

Kiran siguió mirándolo con duda, pero tomó el tazón y lo olfateó. Parecía un animalito. Probó la comida y sus ojos se abrieron a más no poder. Miró a Lif, otra vez con la expresión que ponía al tratar de comprender la nueva información a su alcance.

- Vendré luego por los platos. Si dejas algo reduciré tu suministro de alimento

Le hubiera gustado acompañarlo, pero no era capaz de sentir hambre, solo ansiedad. Salió antes de darle ocasión de hacer más preguntas, antes de que la mirada inquisidora encontrara alguna respuesta y llegara el momento de una confrontación a la que no sabía cómo responder.

- No es el mismo... y a la vez lo es- dijo para sí antes de retirarse a sus aposentos.

Love Is (Not) Dead | Fire Emblem HeroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora