VII

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- Tu madre murió – Dijo Thrasir al príncipe que todavía miraba con dolor hacia el pueblo que pretendió salvar alguna vez. – Pensé que querrías saberlo

- Supongo – Alfonse cerró los ojos, recordó el rostro de su madre sonriendo para evadir la idea de su agonía. Con el último aliento de su madre se extinguió lo que quedaba de la familia real y se reafirmaba la incompetencia del príncipe que seguía atrapado en una existencia espantosa tras la muerte. – ¿Ella fue reclamada o...?

- No, Hell se negó - La mujer se sentó al lado del joven y lo miró fijo, quizá para llamar su atención o tal vez para organizar sus propios pensamientos antes de seguir hablando. Ninguno tenía idea de qué sucedía cuando Hel no reclamaba un alma, sólo sabían que no encontrarían a esa persona en el reino de los muertos. – Al... Lif –. Su rostro permanecía impasible como siempre, pero el príncipe de Askr quiso creer que había compasión en su voz – No vale la pena que vengas aquí a contemplar la ruina de tu pueblo todos los días. Regodearte en tu fracaso no traerá nada bueno

- No me regodeo. Tampoco creo que quede algo bueno para mí en algún lugar

- No debería decirte esto – El joven miró a la mujer a su lado. Casi todo su cuerpo era armadura y espectro ¿Eso le esperaba a él también? ¿Dentro de cuánto? ¿Por qué ella ya lucía de esa manera y él aún permanecía casi humano? Sus manos ya comenzaban a desaparecer y temía que con ello desapareciera también lo que quedaba de sí mismo. No quería convertirse en un títere de Hel ¿Verónica lo era? ¿Su apariencia representaba su sumisión? – Alfonse, préstame atención – Había desviado la mirada sin querer. Le era difícil concentrarse ahora que no tenía nada por lo cual luchar – Hel va a llamarte dentro de poco.

- ¿Qué quiere de mí? ¡Ya lo ha tomado todo! ¡Ni siquiera sé por qué me mantiene entre sus tropas!

- Lo mismo que quería de mí. No puedo darte detalles, pero te pedirá algo y es mejor que sigas mi consejo: sea lo que sea, hazlo.

- Pero...

- Sin peros. Si la cuestionas te forzará como lo ha hecho hasta ahora.

- Oh... - La chica tenía un punto. Se negó a rendirse y en consecuencia vio morir a su hermana. Se negó de nuevo y siguió su padre. Luego fue él mismo, cuando insistió en buscar formas de derrotar a Hel. Cuando le ordenaron matar a Kiran intentó atacar a la reina de los muertos, perdió la conciencia y despertó bañado en la sangre del invocador. Finalmente su madre, y ahora se preguntaba qué razón podría tener para seguir resistiendo.

- Pero si aceptas... Solo sigue mi consejo. Hazlo y no dudes ni pidas tiempo para pensar. Es mejor que te acostumbres a tu nueva existencia desde ahora... Lif

Eso hizo y de alguna manera llegó al punto neutro donde estaba actualmente, convertido en una marioneta de Hel pero con la leve esperanza de poder resarcir el daño hecho en su mundo. Lif sabía que no tenía salvación, tampoco le importaba. Si para salvar a su familia, a su mundo entero, debía pasar la eternidad como sirviente de Hel que así fuera; es más, dichoso aceptaría también desaparecer junto con toda la horda de muertos dirigida por la reina del inframundo. Pero si debía seguir existiendo deseaba corregir sus errores y, quizá, recuperar a Kiran.

"Sigue mi consejo"

El consejo de Thrasir lo llevó hasta ese momento, y no podía decir que se arrepentía de escucharla. Entre los condenados solo podían buscar el menor de los males, ella lo entendió antes que él y se aseguró de pasarle esa sabiduría. Corazón duro, obediencia y quizá una recompensa llegado el momento. Lo haría, cada orden, cada atrocidad... cada vez dudaba pero sus opciones eran actuar por voluntad y ganar algo, o negarse y ser forzado de todas formas. Quería jugar bien sus cartas para salvar a su familia y conseguir a Kiran como extra. Lo haría aún si condenaba a otro mundo en el proceso, cuando se trataba de Hel la perdición era inevitable y el egoísmo una necesidad.

Love Is (Not) Dead | Fire Emblem HeroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora