[ 4 ]

533 72 32
                                    


Por cada paso que des, será un
recordatorio de lo cerca que estás.




Las personas entrometidas suelen despejar sus oídos de cualquier obstrucción para poder escuchar atentamente a las conversaciones ajenas. Justo como el tailandés de intercambio, que lo había visto —y definitivamente escuchado— charlando con su visitante infernal o, más bien, articulando palabras al vacío y, un poco después, cuando Taeyong ya se había ido, fue interceptado en las gradas por dicho estudiante, cuya sonrisa reflejaba segundas intenciones.

Yuta pensó en lo malditamente infortunado que él debía ser, para que el tipo más jodidamente fastidioso se hubiese tomado el tiempo de espiarlo y reventarle las pelotas al cabo de unos momentos. No por nada le llamaban Ten el curioso, por los ojos suyos que lo veían absolutamente todo y audición perfecta que le permitían procesar la información más valiosa.

Sólo eran chicos de catorce que asistían al instituto a estudiar, pero en lugar de eso, más parecían preocuparse por tomar la forma del ficticio estereotipo de círculos sociales, definidos desde los más fuertes, quienes pisan por encima de todos; y los más débiles, aquellos que se dejan aplastar por sus frágiles convicciones. Se suponía que Yuta no encajaba en ninguna categoría, puesto que la mayor parte del tiempo se mostraba indiferente, pese a que dentro de sí, en realidad sintiese un sinfín de emociones reprimidas.

La venganza no era buena, pero se sentía tan bien que la piel de Yuta cosquilleó con la sensación de adrenalina y satisfacción personal, en el instante que mandó un puñetazo dirigido a una mejilla del pelinegro, la cual enrojeció enormemente tras el arrebato.

"—Estúpido otaku con problemas mentales. Deberían meterte a un psiquiátrico, donde tratan a locos como tú."

Es que, ¿cómo podría atreverse a escupir palabras tan ruines frente a su persona, cuando era él, sólo él y nadie más que Nakamoto Yuta, quien era superior, después de todo? ¿No debía mostrarle respeto? ¿Acaso no era cierto lo que el demonio había dicho? Yuta sólo se dejaba ante las injusticias, pero si fuese más consciente de sus capacidades, la historia hubiese sido otra desde el comienzo. Era tiempo de revertirlo.

En el podado campo sólo estaba Yuta y un desconcertado Ten, que cayó al suelo súbita y estrepitosamente y, poco después, intentó reponerse, más no pudo levantar su cuerpo. ¿Por qué no podía hacerlo?

Su cabeza era un lío, aun así, sus pensamientos eran dirigidos a lo que había sido la reacción de Yuta. Sin duda, no fue algo que hubiese esperado del todo.

Para, por favor... —tenía problemas para respirar apropiadamente, pues había comenzado a sollozar. El agresor ni siquiera se inmutó—. ¡Lamento mucho haberte llamado esas cosas...! ¡Sólo déjame! —dijo esto último, como si de algún modo estuviera al tanto de que era Yuta quien, de hecho, estuviera utilizando algún truco para mantenerlo inmóvil.

—No lo sientes. Sólo lo dices porque estás asustado.

Los ojos de Ten se abrieron desmesuradamente, de tal forma que nunca hubiese creído posible alguna vez. Realmente estaba cagado del miedo. No podía moverse, aunque pusiese toda su fuerza en ello, era inútil, algo lo estaba conteniendo. La cara que Yuta tenía puesta en esos instantes al observarlo desde arriba, no ayudaba tampoco. ¿Qué demonios sucedía?

—¡Tienes razón! —exclamó lastimero y sorbió mocos mientras continuaba tendido en el pasto—. ¡Mejor déjate de trucos, maldito enfermo! —ordenó sin medir su tono.

Aquello pareció activar un interruptor dentro de Yuta, uno que muy pocas veces dejaba ver; el chico no era del tipo fácil de enojar, ya que simplemente prefería ignorar la mayor parte del tiempo.

—¡No soy un enfermo! ¡No estoy loco! —exclamó con cólera. Cada uno de sus músculos faciales estaban tensos, dándole un aspecto para nada amigable. Dios, sí que estaba tan cansado de que las personas lo calumniaran de cuantas formas les fuesen posibles.

—¡Le diré a la gente cómo te has puesto! ¡No te dejarán en paz...!

—¡¿Quién mierda te crees?!

Inmovilizado de pies a cabeza, Ten recibió los nuevos golpes proporcionados a su rostro, sin poder ser capaz de evadirlos. El primero, el segundo, el tercero, el cuarto, el quinto... Todos y cada uno de ellos llegaron tal cual marea repleta de una increíble furia incontrolable. Comenzó a arrojar materia roja a través de la boca, producto de los vigorosos golpes. Su sangre era oscura, tan oscura como el propio halo nuboso que rodeó el cuerpo del de mirada dura.

En realidad, no había utilizado sus habilidades como hubiese querido. Es decir, sí que había inmovilizado al contrario y golpeado sin restricciones... De hecho, había podido hacer esto sin ayuda de las sombras, las verdaderas representantes de lo maligno. ¿Esto significaba que no necesitaba ayuda de ellas para hacer daño? ¿Significaba que las umbra sólo respondían a una autoridad suprema, es decir, él? ¿Era el raro de la escuela un ser sobrenatural por sí mismo? ¿Era su poder más que esto? Una vez que Yuta lograra el control total, aunque no gracias a Taeyong, debido a que este se mostraba reacio en ayudarlo; lo descubriría. Su conocimiento todavía era muy básico.

El terror estaba infundado en el rostro del malherido Ten, el cual, no pudo aguantar más el daño y a fin de cuentas perdió la conciencia.

Yuta había ido muy lejos pero, en su defensa, Ten lo había hecho también.

Tras detenerse, su mente estuvo en blanco. No había nada qué pensar, nada qué hacer. Sólo se hincó de rodillas y estudió al muchacho con la cara magullada. El tiempo pasó, no estuvo seguro de cuánto, pero pronto escuchó lo que parecieron ser voces conocidas acercándose al lugar de los hechos. Fue tumbado al suelo, pero sus ojos seguían posados en Ten. El «curioso Ten» que se había convertido en el «callado Ten» y que, a partir de ahora, pensaría las cosas más de una vez antes de abrir la boca para decir algo.

No se resistió cuando fue llevado a rastras a la oficina de dirección. Se mantuvo en silencio durante todo el rato, incluso cuando su madre llegó al cabo de media hora, luego de que hubiese recibido un llamado de emergencia, con respecto a un grave asunto que había ocurrido y estaba relacionado con su introvertido hijo.

No le importó cuando le informaron que la suspensión duraría tres semanas. Un periodo de tiempo en el que se mantuvo confinado en la oscuridad de su habitación y, además, en el que el demonio de ojos negros no se presentó en ningún momento, ni siquiera para burlarse de él.









N/A:
Les confieso que, me gusta esta historia, aunque siento que no tiene mucho sentido, por eso me cuesta pensar en su continuación. Aun así, gracias por leer y perdón por actualizar cada mil años :(

Umbrakinesis︱YuTaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora