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No lo escuches.




A la hora del descanso, cerca de las once de la mañana, Yuta buscó un lugar apartado de los demás, donde pudiese sentarse en paz y no molestara a nadie con su presencia. Si se dirigía a la cafetería, era probable que fuera sacado a patadas por sus mismos compañeros, tomando en cuenta que apenas unas semanas atrás había sucedido un altercado entre el estudiante de intercambio procedente de Tailandia y Nakamoto Yuta, el "rarito" al que todos le temían; desencadenando a que este último lo hubiera dejado verdaderamente mal sin una razón válida, como la mayoría creyó después de que hubieran surgido múltiples rumores y conclusiones de los hechos. Las acciones de Yuta, según los demás, fueron despiadadas. Por lo que sabía, aunque Ten había ido a parar al hospital, con su cuerpo magullado y débil, su recuperación fue exitosa.

Yuta tuvo el tiempo de sobra para reflexionar; había obrado mal, dejándose llevar por su enojo y arrogancia, por ese nuevo sentimiento de superioridad en el que se sumergía cada vez que recordaba lo diferente y especial que era. Quizás era un fenómeno, pero uno con increíbles habilidades aún no descubiertas por el mundo. Estaba consciente de lo tenebroso que era ese poder, ¿pero acaso podía rechazarlo y no adoptarlo, cuando hacerlo se sentía tan natural, como si realmente estuviese hecho para él, como si fuese lo correcto?

A Yuta le gustaba tener el poder. Tantos años de sentir que las cosas se le salían de sus manos y que nada nunca estuvo a su favor, lo llevaban a tener sentimientos encontrados y a germinar un intenso conflicto en su interior.

Ahora, después de haber cumplido con la sentencia de aislamiento del que ya estaba harto, sabía que no podía volver a su rutina como si nada hubiera sucedido. Sólo le quedaba continuar viviendo a la sombra de los otros, por lo cual, subió a la azotea del instituto para situar su nuevo área de almuerzo diario. Al principio estuvo bien, comió del bentō que su madre le había dejado preparado; este reposaba en la mesa del comedor, sin una nota pegada a este o algo que le indicara que ella lo hubiese hecho para él, como acostumbraba a hacer. Lo sabía de todos modos, que ella todavía se preocupaba por él.

Luego de un rato de almorzar en silencio, pensó en llamar a Taeyong para que le hiciera compañía, sin embargo, lo descartó al darse cuenta de que esto probablemente lo molestaría o causaría que se burlara de él. Yuta se sentía solo, era cierto... pero tampoco quería verse desesperado por hablar con alguien más.

Entonces, él estaba allí. Ni siquiera las umbra podían considerarse como compañía en ese momento, pues a la luz del Sol, estas no tenían mucha actividad, en contraste como cuando se encontraban en donde se ausenciaba la luminosidad, así como en interiores, y en el momento exacto en el que caía la noche y la Luna se elevaba sobre el oscurecido cielo.

No contaba con que, en efecto, las cosas no se desarrollaran como habría esperado y las umbra le anunciaran una segunda presencia mediante susurros.

—Oh, disculpa, no sabía que había alguien aquí.

Yuta se dio la vuelta al no reconocer la voz, y enseguida descubrió que pertenecía al infame Johnny Suh, quien no iba en el mismo curso que él, pero sí que lo había visto antes por allí, más específicamente, dentro del círculo de amigos de Ten. Johnny era alto, muchísimo, fácilmente le sacaba una cabeza, no sólo eso, sino que lucía muscular, deportivo y bastante desarrollado para sus catorce; cualquiera podría decir que pertenecía al equipo de fútbol y era un buen elemento, pero no era así. Por supuesto que debía hacer ejercicio, no obstante, el tipo era más dado a las artes escénicas, pues se encontraba en el taller de teatro. Era curioso, ¿verdad?

Umbrakinesis︱YuTaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora