[ 2 ]

646 96 41
                                        


Llámame Taeyong.




El despertar no fue agradable, particularmente por el golpe sordo y la súbita caída sobre una superficie acolchada antes de abrir los ojos. Yuta se dio cuenta... estaba levitando, a juzgar por su agitado corazón. No recordaba mucho su sueño, salvo una voz pronunciando su nombre constantemente. No era la primera vez que la escuchaba e intuía que no sería la última.

Demonio —dijo una voz rasposa por sobre su hombro.

Yuta se giró hacia el espectro negro. —¿A qué te refieres, sombra?

El ser que te visita por las noches es un demonio.

—Lo sé —fue lo único que respondió, antes de que la oscura entidad desapareciese. Yuta lo sabía muy bien, sabía que el ser que se aparecía en sus sueños desde hace unos meses no era otra cosa más que un demonio. Lo que no entendía era el porqué... ¿O es que su naturaleza le llamaba la atención a aquel ser? No podía saberlo con seguridad hasta que no se le plantase frente a él—. Quiero verte —articuló aparentemente a la nada, pero el mensaje iba dirigido a aquella criatura infernal. Esperaba que lo recibiera, donde quiera que estuviese.

En ese día de sábado no pasaron muchas cosas. El chico salió de su recámara para ir a desayunar, lo que se encontró fue con una casa vacía, pero con el desayuno listo sobre la mesa. Yuta sólo chistó. ¿Tanto miedo le tenían sus padres como para ni siquiera acompañarlo a desayunar? Aunque no los culpaba. Al término, se dirigió a su habitación a hacer prácticamente... nada. Es decir, claro que adelantó sus deberes escolares, ¿pero qué más podía hacer aparte de ello? Yuta no tiene amigos, no tiene a nadie que lo invite a salir, no tiene hermanas, no tiene mascotas con las que jugar... sólo tiene a las sombras, sus fieles compañeras. Y de verdad, si lo pensaba bien, le bastaba tener únicamente eso, pues ya se había acostumbrado a la soledad. ¿Entonces por qué se empeñaba en conseguir la aprobación de las personas?

Sus padres llegaron a casa más tarde, pero ninguno se dignó a abrir la puerta de su habitación. Lo más cerca que estuvieron a dirigirle la palabra, fue cuando estuvieron al otro lado de la puerta, desde donde podía escuchar los murmullos de ambos. Los murmullos dejaron de escucharse al cabo de dos minutos.

Se tiró sobre su cama y acurrucó su delgado cuerpo bajo las frazadas. También cerró sus ojos, dispuesto a echarse una siesta. Sólo quería olvidar el mundo exterior y hundirse en su propia miseria.

Demonio...

Abrió los ojos abruptamente ante la palabra dicha por una de sus acompañantes sombras. Yuta se enderezó de inmediato.

¿Pero por qué mencionaba esa palabra? Si no había nadie más allí, Yuta se fijó en su vacía habitación, volteando a todos lados.

¡Demonio! —la sombra exclamó más alto. Por lo que el muchacho levantó la vista hacia el techo. Allí estaba, mirándolo fijamente con sus ojos negros. Y en tan solo un parpadeo, había desaparecido. Yuta quedó perplejo.

Hubiese pensado que lo había arruinado completamente —a decir verdad, lo hizo durante unos segundos— si no fuese por la presencia de una tercera voz.

—Me llamaste.

Su corazón dio un vuelco cuando la voz sonó a sus espaldas. De nuevo era él, sin duda. Yuta lo vio una vez que se dio la vuelta. Repasó sus facciones con calma, y mierda, nunca había visto a un demonio tan bien parecido como lo era este —aunque nunca hubiese visto uno hasta ahora.

Realmente lo había escuchado, ¿no es así?

—Lo hice... —sonrió levemente—. ¿Cómo te llamas, demonio?

—Oh, sabes lo que soy —contestó secamente—. Así está mucho mejor. Y ya te había dicho mi nombre... antes.

—No lo recuerdo.

—Recuerda mejor.

—Así no funciona, demonio —pronunció despectivamente. No obstante, esto no pareció afectar al otro, dada su expresión divertida.

—Taeyong.

Taeyong... —probó el nombre en su propia lengua. Sabía extrañamente dulce, en contraste con todo aquello que lo representaba—. ¿Y qué hay de tu apellido?

—Sólo Taeyong. Los demonios no usamos apellidos.

—Entonces... ¿por qué te apareces en mis sueños?

—Captaste mi atención —la manera en que lo dijo provocó que un extraño sentimiento se instalara en el interior del japonés. Yuta no sabía nada, salvo la intensa mirada que el otro le dirigía, casi como si estuviese rebuscando entre los recovecos más profundos de su dañada alma.

—Sí, pero además de eso... —musitó con obviedad.

El demonio enarcó una ceja. —No tengo que darte razones, ¿no crees?

—Bien, ¿entonces qué quieres de mí?

—Lo quiero todo.

Umbrakinesis︱YuTaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora