Umbrakinesis︱YuTae

[ 5 ]

¿Me extrañaste, Yuta?

En el hogar se respiraba un ambiente sombrío, pesado, sepulcral, fúnebre... pese a que nadie se había muerto todavía y el problema de Yuta fue un mero "desliz", algo que no había sido para tanto, al fin y al cabo, justo como sus padres le habían hecho creer y como ellos mismos querían hacerlo. Pero absolutamente todos en esa casa sabían que no era así. Que las tres semanas de martirio llamado confinamiento hubieran acabado para él, no era motivo para celebrar, dado que la libertad estaba oficialmente del otro lado de la puerta y podría hacer e ir donde le placiera. Si eso era bueno o malo, Yuta ya no estaba seguro de qué posición tomar.

Taeyong hizo acto de presencia en algún momento del otoño, no lo sabía realmente porque hacía un tiempo que había dejado de contar los días. Tampoco fue necesario el aviso de las sombras, tan solo bastó la sensación de hundimiento en su colchón para saber de su regreso.

No dormitaba, puesto que no podía conciliar el sueño, resultado de sus incontables pensamientos indignos rondando su cabeza. Giró su cuerpo y cuando estuvo cara a cara con el inconfundible rostro, pensó que si tal vez Taeyong no lo viera con el ceño fruncido, probablemente se vería más amenazante de lo que lucía allí mismo, en la oscurecida recámara.

—No te ves aterrador, ¿sabes? Eres un demonio, pero no me causas nada de miedo —vociferó, sin embargo, importándole muy poco si su honestidad tuviese alguna consecuencia. Le recordó la primera conversación que tuvieron, con un curioso Yuta cuestionando al otro, sin temor alguno. Tan deseoso de saber, conocer más allá de los límites. Quizá siempre sería de este modo.

—Tampoco das miedo —respondió en voz baja, para su sorpresa.

—¿Yo? ¿Se supone que lo haga? No soy un algún tipo de ser sobrenatural enviado desde el infierno para acosar estudiantes, después de todo —sonrió ladino—. Tú, en cambio, tampoco eres como mis compañeros de instituto, ni siquiera eres humano como para temer a lo desconocido. Aunque... tienes que reconocer que tienes un poco de blandura en ti.

—No quieres verme cumpliendo mis deberes ni mucho menos enfadado, Yuta —aseguró.

—Pues creo que debería, así aprendo un poco y dejo esta horrible habitación. Llévame contigo, a donde sea, no importa. Ya que no quieres revelar tus verdaderas intenciones... al menos hazme compañía o diviérteme.

—Estoy haciéndote compañía. ¿No te es suficiente estar así? ¿O es que quieres algo más... íntimo? —respondió con socarronería.

—Sabes que no me refería a eso. Además, no sé lo que quiero. Me siento perdido, esperaba que pudieras ayudarme un poco.

—No hago favores.

De la nada, pedía cosas que no sabía si podía obtener, pero tal como había dicho, se sentía perdido. Un alma extraviada en el sitio más mundano y común que pudiese existir, uno que lo había vuelto inseguro de sí mismo y, ante los ojos de los demás, convertido en un fruto descompuesto en medio de una gran mayoría en su máximo esplendor; la manzana podrida, de la discordia, en un cesto repleto de manzanas en buen estado.

El demonio extendió su brazo y con un pulgar, acarició superficialmente la mandíbula del contrario. Sus ojos conectaron, negros profundos y misteriosos, con marrones vítreos. Y a partir de ese momento, ninguno pudo dejar de mirarse y contemplarse mutuamente.

—Los humanos, ellos no son importantes y ciertamente, no te merecen. Eres como un cofre del tesoro, tan solo tienes que aceptarte para descubrir las maravillas que hay adentro.

Las comisuras del nipón se elevaron ligeramente. —Eso es extrañamente muy dulce, viniendo de ti.

—Déjame hacerte una pregunta, Yuta...

—Dilo.

—¿...De qué lado estás?

A Yuta lo tomó por sorpresa dicho cuestionamiento, su cara de confusión fue evidente y lo dijo todo sin necesidad de abrir la boca, así que Taeyong repitió: —¿De qué lado estás? ¿El de los humanos... o el tuyo propio?