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Cuánto tiempo sin verte.




El ruido sordo que creó el cadáver —al no tener nada de fuerza ni superficie alguna en qué apoyarse— cuando cayó sobre el piso de madera, fue lo único que se escuchó luego de que Yuta se alejara de un salto.

Manchas oscuras habían sido trazadas a lo largo de las paredes; un patrón similar a los efectos en estas que dejaba un sismo con los movimientos telúricos que impactaban en las estructuras; como un resquebrajamiento de hilos y figuras oscuras, que no terminó de completarse y estaban esparcidas por doquier. Algunas zonas de las paredes ahora lucían impuras y sórdidas. Yuta se asombró, él había causado aquello con el grito estremecedor que dio, pero fue algo inintencionado.

De inmediato, un par de brazos se deslizaron por su cintura desde atrás, a su paso dejando rastros de sangre encima de la tela, y el aire cálido chocó contra su cuello.

—¿Te asusté?

Yuta apartó las manos de Taeyong que se habían incrustrado en su playera, de un fuerte manotazo.

—¡¿Qué mierda?! —exclamó con agitación y una irritación arremolinándose en él—. ¡¿Por qué traerías un muerto a mi habitación?! —le dio un empujón, sin embargo, no causó nada en Taeyong más que una sonrisa sardónica—. ¡No te rías, acabas de matar a alguien!

El demonio entornó los ojos, cansado del parloteo del chico; procedió a tomarlo de los brazos entre intentos de este por librarse, pero terminó cediendo en cuanto lo envolvió con su cuerpo y recostó la cabeza sobre su hombro. Las acciones de Taeyong eran contradictorias, se oponían completamente a lo que había hecho con el cadáver y la ternura con la que lo abrazaba, casi como si quisiera tranquilizarlo, aunque Yuta sabía que no era así. Taeyong sólo buscaba ejercer su poder sobre él... sorprendentemente, uno que Yuta había descubierto hasta este momento que ansiaba, de un modo u otro.

O tal vez simplemente extrañaba su compañía luego de trece días sin verlo.

¿Estaba Yuta volviéndose loco?

Las sombras ni siquiera se habían inmutado ante la posible amenaza que suponía un engendro del mal a su alrededor, lo que le hizo dudar si en verdad estaban de su lado o en cualquier momento lo traicionarían. Yuta pensó que no debería depender tanto de ellas.

—Lo hice.

La voz de Taeyong lo sacó de su ensueño, y se dio cuenta de que inconscientemente había posado de igual forma la cabeza sobre la unión de su cuello. También había puesto la mano sobre su pecho. Estaban tan cerca que inclusive podía percibir su tenue aroma y sentir los latidos de su corazón ennegrecido. Era extraño, porque los demonios usualmente destilaban un olor podrido, como a azufre, pero Taeyong, él olía bastante normal. Asimismo, él era de carne y hueso, mientras que los demonios tenían que poseer a las personas para poder caminar entre ellas. Taeyong claramente no, lo cual lo convertía en un misterio para él.

No le había prestado tanta atención a ese detalle hasta ahora.

Cuando volvió en sí, instintivamente salió de su abrazo, alejándose por un metro para enfrentar su mirada. El semblante de Taeyong era estoico al principio, y al cabo de unos segundos, se transformó en una actitud burlesca.

—¿Por qué harías eso? ¿Tan retorcido eres?

—Los demonios somos retorcidos, la peor escoria que ha existido.

—Pero tú no eres uno común y corriente —Yuta contraatacó con sus palabras, buscando sacarle información—. Si lo fueras, no estarías aquí. Jugando con un chico cuyos poderes no termina de comprender y que al fin y al cabo no sabe de lo que será su vida.

Tomándolo por sorpresa, Taeyong lo empujó con brusquedad, haciéndole chocar contra una pared cercana, a lo que Yuta emitió un siseo de dolor; el golpe hizo eco en aquella habitación. Sólo entonces, para evadir sus ojos, Yuta transportó los suyos hacia otro lugar que no fueran los densos orbes negros que lo observaban intensamente; él pensaría que con furia por cómo el demonio tendía a fruncir las cejas. Y entonces, pudo ver con claridad el cuerpo sin vida del hombre: tendría unos treinta años y éste estaba pálido de pies a cabeza, la sangre se concentraba en la zona de su abdomen —cerca de la herida original— y partes de sus brazos, sus ojos no habían sido cerrados, continuaban abiertos y asustados, por lo que seguramente había estado consciente durante sus últimos minutos, de que su fin estaba cerca, pese a temerle a la muerte y al dolor que conllevaba esta.

A Yuta se le formó un nudo en la garganta. Los únicos muertos que había visto, tendrían que ser en las películas, pero nunca en la vida real, en vivo y a todo color. El sentimiento de desasociego le hizo sentir un malestar en su estómago.

¿Qué diablos se suponía que iba a hacer con un cadáver en su recámara?

Para mantenerlo a raya, Taeyong apretó los dedos en sus hombros, por poco enterrando las uñas en estos; dejándolo sin escapatoria.

—¿Las cosas sobre mí? Eso no te concierne. Hago lo que quiero, porque puedo. Ni siquiera te atrevas a voltearme el juego o te arrepentirás de haberlo hecho —su voz había perdido cualquier rastro de diversión, por lo que la amenaza había ido en serio—. ¿Te interesa saber más sobre mí... o sobre ti?

Esto fue suficiente para que las umbra, que anteriormente habían sido meras espectadoras de la discusión en desarrollo, se hubieran movido de su escondite, oscureciendo poco a poco las paredes con siluetas monstruosas, humanoides y a la vez fantasmagóricas. Pero bastó con un empujón que Yuta le propinó de nueva cuenta al otro sujeto para que ellas se detuvieran y retrocedieran.

Porque Yuta iba a encargarse de este asunto él mismo.

—Eres puro hablar, demonio —escupió con vileza, impulsándolo hacia atrás en cada nuevo golpe; llevándolo a que su espalda chocara en la puerta de madera—. La verdad es que no me dirías ni una mierda para ayudarme, aunque trates de engañarme con que sí. ¿Qué es lo que buscas de mí realmente?

En eso, unos toques en su puerta sonaron cuatro veces.

Yuta, ¿está todo bien? —cuestionó su padre con un deje de preocupación, desde el otro lado—. Creímos haber escuchado un grito... dudamos en venir a ver, pero tu madre insistía. Entonces... uh, ¿pasa algo?

—¡Estoy bien! —contestó rápidamente.

Una vez más, su rostro, justo como cuando se había abrazado con Taeyong, estaba muy cerca, tanto que era peligroso estarlo. Podía ver cada facción suya con claridad, guardar la imagen en su memoria y retenerla allí hasta que no le bastara y necesitara contemplarlo una vez más. Taeyong podía ser un ser infernal... pero debía admitir que el condenado era endemoniadamente guapo.

Intentó ignorar con todas sus fuerzas los locos latidos de su corazón. No era el momento.

Su padre se tomó unos segundos para proseguir. —¿...Estabas hablando con alguien allá dentro? ¿Puedes abrir la puerta, por favor?

Sus ojos extendidos miraron a Taeyong de forma alucinante, éste le respondió con un lento movimiento de cabeza que le indicaba que definitivamente no podría.

—Es mi padre —susurró sólo para oídos de Taeyong, ignorándolo a partir de ese instante—, así que abriré.

Umbrakinesis︱YuTaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora