Cuatro.

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Judy detuvo el caballo al poner un buen trecho de distancia entre el pueblo y ella. El cielo era un manto negruzco que se extendía sobre todo hasta donde alcanzaba la vista. Con aparente tranquilidad, se reacomodó sobre la silla de montar y alentó al animal a seguir con rumbo al este, o al menos, hacia donde creía que el este se encontraba.

El frío comenzaba a acentuarse y en aquel momento, la invadió el temor y el deseo de regresar para entregarse, pues el no tener idea alguna de a dónde dirigirse o que hacer al llegar a cualquier lugar, la llenaba de terror.

—Mejor hubiera sido no tomar nunca el arma… —dijo— ahora estoy sola y perdida.

Y de nuevo, escuchó esa voz en su cabeza, aquella que se levantaba por encima de los murmullos que le impedían pensar.

<<Judy >> —le dijo con tono cavernoso—, <<¿eres libre y quieres regresar? Aquí no hay hermanas, no hay madres malas que vendan a sus hijas…>>

<<No es muy fácil matar a un hombre… pero Parker te va a colgar…>>

—Es que tú no entiendes lo que pasó… —respondió con los ojos clavados en el cielo frente a ella.

<< ¿Qué quieres ser miserable e infeliz como tu padre?>>

—Papá… —pronunció y rompió en llanto.

<<Huye Judy…>>

Tan pérdida peleando con la voz de su conciencia se encontraba la muchacha, que no se percató del veloz galope que se escuchaba a su espalda, ni sintió la reacción del caballo al incomodarse ante la aproximación del jinete desconocido cuya montura hacía resonar los cascos con un eco sordo sobre el camino, cuando de pronto dicho cabalgador, divisó a la distancia la silueta de la joven y desmontando siguió a pie discretamente, para que no escapara.

Judy aun pensativa sobre su montura, parecía no dar señal alguna de vida, a no ser por su pecho que convulsionaba con arrítmicas respiraciones provocadas por la excitación natural de su estado emocional quebrantado.

El hombre desconocido se acercó al caballo, la chica no percibió su presencia y con un rápido y violento movimiento saltó sobre ella derribándola al suelo;  Judy desconcertada, rodó entre una nube de polvo, peleando y forcejeando con su agresor, propinando patadas, mordidas y algún jalón de cabellos.

Los segundos parecieron horas, cuando al fin ya fatigada, se rindió y para su aún mayor sorpresa, se encontró atada de pies y manos con un hombre desconocido frente a sus ojos.

***
Más tarde, al regresar el Sheriff Parker a su oficina, no tuvo noticias del hurto al almacén ni del robo del caballo que perteneciera al señor Noah; la calle se hallaba vacía como todas las noches y siendo obligado por su deber, meditaba acerca de lo acontecido en casa de Gloria Paterson preguntándose ¿Cómo podía ser posible que una muchachita tan dulce como Judy, hubiese sido capaz de cometer un homicidio?

Subió los peldaños hasta su despacho y se encaminó hacia las celdas donde aguardaban detenidos tres de los alborotadores más celebres de la cantina.

—Sheriff Parker… —llamó uno de ellos— ¿hasta cuándo voy a estar guardado en su jaulita?

El viejo no se molestó en responderle.

— ¡Hasta que aprendas tu lección hijito! —le contestó irónico otro de ellos en lugar de Parker, y el tercero, que aparentaba dormir echado sobre un jergón en una de las esquinas de la primera celda, de súbito soltó una carcajada que logró sobresaltar al Sheriff sacándolo de su estado pensativo.

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