Capítulo 9

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Steve se sentía solo. Desde que dejó de ser el capitán América, su vida carecía de amigos en los que podía confiar. Parecía que todos le habían abandonado. Probando finalmente que a nadie le interesaba Steve Rogers, solo el capitán america. Sin su traje, no era importante para nadie. De pronto, en su mente apareció Tony sonriente. Claro. Él era la excepción. Él único que había sido capaz de ver más allá del traje estrellado, porque desde un inicio fue el único al que no le agrado el capitán, y aunque al principio Steve se lo tomó como un ataque personal, después se dio cuenta de lo mucho que también detestaba al capitán america. Pues no le permitía ser él mismo.

Natasha era otra de las pocas personas cercanas que había tenido en su vida, pero estaba del bando opuesto, tal y como los demás. De todos modos, del resto de vengadores no tenía idea.
Pero no se quejaba, esto le había enseñado quienes en verdad lo apreciaban. Solo que esta vez no podía ir corriendo hacia Tony para contarle lo que sucedía y aclarar su mentez

Y era por eso que mientras caminaba entre la bulliciosa ciudad buscando las hamburguesas que tanto le gustaban a Peter, decidió arriesgarse dirigiéndose a la parte más baja de la ciudad buscando a la única persona, además de Tony, en la que podía aún confiar.

Cuando llegó al edificio y estuvo frente a la puerta de uno de los departamentos, su mano tembló antes de que sus nudillos llegaran a tocar la madera. ¿A qué le tenía miedo?

— ¿A quién busca? —una anciana malhumorada salió a recibirlo. Steve jugó con sus manos nervioso.

— Yo... yo pensaba que un amigo... Olvídelo.

Steve se había resignado. La anciana lo miró enojada.

— ¿Steve?  —una voz familiar le obligó girarse con esperanza.  La anciana rodó los ojos y cerró la puerta.

Steve sonrió. Se veía diferente. El cabello largo y la barba era lo más extraño en el recuerdo de su impecable rostro. Sin embargo, la sonrisa le hizo recordar que no era un extraño.

****

— ¿Una cerveza? —Bucky preguntó abriendo la pequeña heladera de la cocina. Su departamento era pequeño, pero ordenado. Tenía todo lo que un solitario podía pedir.

Steve negó. Bucky se alzó de hombros y la bebió. Luego pasó a sentarse en la mesa frente suyo.

— Supongo que algo muy feo debe estar pasando en tu vida para que vengas a buscarme.

— No... yo... —Steve no sabía que decir. Estaba avergonzado. Había intento buscarle varias veces, pero no lo suficiente. Había estado tan embobado con su nueva vida con Tony y su hijo que tal vez había descuidado su amistad.

— Tranquilo, —Bucky le restó importancia— Yo me desaparecí. Quise hacerlo.

— ¿Por qué?

Bucky se alzó de hombros.

— Creo que es un poco obvio. Me cansé. —suspiró — Tal vez deba hacer lo que tú. Sentar cabeza y tener una vida normal. — Steve negó. Una vida normal era todo menos lo que él tenía. — ¿Cómo está el pequeño? Solo pude verlo una vez.

— ¿Pequeño? — Steve sonrió pensando en su hijo— Ya esta grande. Aunque para nosotros sigue siendo un bebé.

Bucky se rió, pero al ver como la sonrisa se borraba del rostro de Steve, preguntó:

— ¿Sucede algo?

Steve se cubrió el rostro con las manos y por primera vez en mucho tiempo empezó a llorar. Bucky se colocó a su lado y le palmeo la espalda. Le dejo llorar todo lo necesario y luego se dispuso a escuchar. Steve pudo desahogarse con su amigo, era alguien que no juzgaba, era alguien en quién siempre podría confiar.

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