Capítulo 8

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A Steve le había costado Dios y ayuda conseguir las armaduras. Sobre todo porque Tony estaba todo el tiempo con los ojos puestos en él. El espacio personal no era algo que estuviera en su diccionario. Pero es que el tiempo para ellos dos solos era valioso. Sobre todo desde que Peter nació. Los maratones de películas por la noche se habían convertido en ver repetidas veces películas como El rey león. Tantas veces que hasta había atrapado a Tony tarareando las melodías inconscientemente. Las misiones los tenía tan agotados que a penas tocaban la cama, se quedaban profundamente dormidos. Era por eso que aprovechaban el tiempo para ellos todo lo que podían.

Y Steve no se quejaba, amaba estar pegado a Tony; amaba acompañarle en el taller, desayunar juntos, el sexo casual, las duchas, las cenas... Pero ahora necesitaba todo lo contrario. Así que esa noche cambió su dosis de cafe por un descafeinado y aprovechó para bajar al taller cuando Tony calló profundamente dormido a la mitad del señor de los anillos. La película había sido una coincidencia, pero había ayudado.

Apagó las cámaras, bajo al taller y pasó los trajes a la memoria. Al haber terminado, se sintió totalmente mal. Sentía que le había fallado. Así que con pesadez le apartó los cabellos de la frente, depositó un largo beso y le cargó hasta la habitación. Allí le abrazó ocultando su rostro en su pecho y se durmió.

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Más tarde, el llanto de Peter los despertó. Esto no solía ocurrir casi nunca, por lo que ambos salieron corriendo a su habitación.

El pequeño se encontraba llorando con el rostro enrojecido y perlado en sudor. Tony de inmediato le pidió a Friday que le tomara la temperatura y el IA mostró en el monitor la respuesta.

— Esta caliente como un panquecito, — dijo Tony mirando a Peter preocupado. — Habrá que bajarla nosotros mismos.

Steve asintió. El sueño se le había ido.  No era la primera vez que esto ocurría. Desde que Peter nació, habían aceptado que las desveladas eran parte de la vida de padres. Solo que ahora que había crecido no eran tan constantes.

Se turnaron para colocarle toallas frías, pero dos horas después, la fiebre seguía.
Hasta incluso parecía haber aumentado.

— No voy a esperar más, — Tony se puso de pie. Lucía terriblemente preocupado. Steve debía verse similar. — Friday, llama a un médico.

La voz de Friday repuso en confirmación. El doctor arribó a la habitación en menos de lo esperado.

— ¿Ya saben a que casta es su pequeño? —preguntó el médico mientras los sirvientes colocaban todos los implementos necesarios.
Casi se había armado un pequeño consultorio.

— No, pensamos que eso se determinaba más adelante, — Steve repuso confundido sosteniendo una de las pequeñas manos de su hijo, la otra estaba ocupada por Tony.

— Pues sí, pero a veces se adelanta. La fiebre puede ser síntoma de los cambios en su cuerpo. Nada grave. Solo la manifestación de lo que ni siquiera con años de evolución pudo desaparecer. Nuestros instintos.—el doctor les tranquilizó mientras se desinfectaba las manos. Steve ya había aprendido de eso en su clase de biología.— Aunque a veces puede ser muy obvio, en algunos casos es necesario un examen. Ahora les pido que nos dejen mientras me encargo de bajarle la fiebre y le hago los análisis.

Ambos asintieron. Pero Peter no quería soltarles.

— Cariño hazle caso al doctor o vendo todos tus juguetes, —Tony le miro pretendiendo ser amenazante. Peter asintió conteniendo una risita. — Buen chico.

Ambos salieron más tranquilos y esperaron en la sala. Steve se mantuvo pensativo mientras Tony dormitaba con la cabeza apoyada sobre su hombro.

— ¿Crees que sea un rudo y fuerte alfa como yo o un tierno y dulce omega como tú?— preguntó Tony somnoliento.

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