42 | Fortaleza

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Capítulo 42.

He estado en un limbo del que quiero salir todos los días, pero no puedo, siento que estoy en un túnel y por más que corro y corro, no puedo salir, la oscuridad es tan asfixiante. No hay un solo momento en el que no recuerde lo que viví cerca de él, la tortura y pesadillas que me persiguen debido a su abuso, a sus gritos y sus golpes.

A veces me pongo a pensar si lo merezco, si lo que me pasa es por algo, ¿a caso soy mala persona? Se supone que uno es buena persona esperando recibir lo mismo de la vida. Pero después aprendí que no sólo le ocurren cosas buenas a las personas buenas.

También están las cosas malas, esas que les ocurren a cualquier persona, el destino no se detiene a pensar si esa persona se lo merece o no. Solo le ocurre.

Y yo... yo debo de ser fuerte con lo que me toca.

Este tema es el que he estado abordando con mi psicóloga esta semana y aunque no es mucho, me he sentido mucho más relajada. He dejado que Devan se acerque más a mi y me alegra tanto, había extrañado tanto abrazarlo sin sentir miedo o llorar.

He hablado con la señora Marshall—mi psicóloga—sobre abrirme frente a Devan, decirle lo que me paso, y aunque mi mente me lo prohíbe, lo haré, sé que tomará toda mi fuerza, pero debo intentarlo, por mi. Por ellos, por las únicas dos personas que amo y están conmigo.

Últimamente he visto al chico de ojos azules más pensativo, más serio e incluso triste. Hay noches en las que despierto y lo encuentro sentado en la cama mirando por la ventana, sé que él no quiere preocuparme con sus problemas, bastante tengo con los míos, pero no quiero ser egoísta y pensar solo en mi. Así como él no me ha contado nada, lo he hecho yo. Pero él, no va con ningún psicólogo y me preocupa que se guarde todo.

Justo como ahora miro su espalda desnuda entre las sombras, la luna ilumina una parte de la habitación. Las manos me pican por levantarme y envolver los brazos en su cuerpo, quiero que sienta que estoy con él justo como él lo está para mi.

Mi cuerpo se endereza con vida propia y sin moverme mucho gateo hasta su cuerpo, rápidamente mis brazos se envuelven en su cuerpo, no tarda mucho en tensar sus músculos al sentirme. Reparto un par de besos por su piel para relajarlo.

—¿Te desperté? —sus manos toman las mías y se las lleva a los labios.

—No.

Dejo mis labios sobre su piel, está se encuentra fría por la ligera corriente de aire que entra por la ventana, no entiendo la obsesión de este chico con dormir sin una camisa, incluso en tiempo de invierno.

—¿Pesadillas?

—No. Hoy no, solo me he despertado por casualidad.

Tu corazón estaba llamándome.

Levanto la mirada hacia la ventana, donde las hojas de los árboles hace un sonido maravilloso danzando junto con el viento. Alguna estrellas se hacen notar en el oscuro cielo, iluminando todo a su paso. El silencio reina la habitación, giro mi rostro hasta el chico envuelto en mis brazos, su mirada justo en el cielo, levanto una mano para rozar mis dedos con su mejilla, la melancolía en su rostro me hace saber que algo no está bien. Entreabro los labios para preguntar que es lo pasa, pero su voz me interrumpe:

—Soy una mierda.

Mi pecho se encoge al percibir el dolor en su voz, trago saliva antes de acomodarme a su lado y tomar su rostro en mis manos.

—No digas eso, no lo eres. Devan...

—Lo soy —sus ojos mirándome con dolor—, soy un mal novio, un mal amigo y un mal... un mal hijo. Soy una mierda, May.

Respírame © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora