XIV

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El agua me envolvía, estaba desorientada y comenzaba a quedarme sin oxígeno cuando sentí una mano aferrando mi brazo y tirando de mí. Al salir a la superficie cogí una gran bocanada de aire y deje que Luis me sujetara.

-¡Camille! ¡CAMILLE!- los gritos de Luis me hicieron volver a la realidad. – ¡Necesito que pongas de tu parte para ayudarte a subir al bote!- Estaba desorientada y asustada, tanto que no me importo que Luis posara sus manos en lugares muy poco decorosos para ayudarme a subir al bote de nuevo.

-El barco...- dije casi en un susurro cuando los dos estuvimos sobre el bote. A penas se divisaba una luz en el horizonte. No seríamos capaces de alcanzarlos por mucho que remáramos.

-¡Dios mío!- Exclamó Luis.- los remos Los remos... -pero su voz se fue apagando.

-¡Socorro!- Comencé a gritar desesperada.- ¡Socorro!- pero mis gritos eran acallados por aquella maldita tormenta. –¡Vamos a morir!-Exclame.- Nadie del barco se ha dado cuenta de que caímos. ¿Y si saltamos de vuelta al agua y nadamos?- pregunté suplicante a Luis.

-Sería una muerte segura. – Su semblante reflejaba que estaba tan perdido y asustado como yo. No pude controlarme y pronto las lágrimas comenzaron a derramarse por mi rostro.- Tranquila...-dijo Luis envolviéndome con sus brazos.- todo saldrá bien.- Pero ambos sabíamos que no tenía ninguna certeza de aquello.

Sin darnos cuenta nos quedamos dormidos, y así nos despertamos a la mañana siguiente, mojados, temblorosos y abrazados.

...

Todo aquello no podía ser más que una horrible pesadilla, llevábamos dos días en el bote, sin agua y sin comida. Por el día nos cubríamos con una pesada manta que habíamos encontrado bajo el banquito del bote y con la que nos protegíamos del fuerte sol, y por las tardes intentábamos remar hacia donde interpretábamos, según las estrellas, se encontraba la costa, pero ambos sabíamos que aquello no era más que una distracción. Por un lado, la esperanza se negaba a abandonarnos todavía, según Luis habíamos estado toda la travesía bordeando la costa africana, por lo que quizás podríamos divisar tierra en breve... por otro lado, tal vez remábamos mar a dentro y moriríamos en aquel bote.

El primer día fue el peor, ambos estamos de muy mal humor y ninguno intentaba disimularlo. Yo era consciente de que nos encontrábamos en esa situación por mi culpa, pero ver en sus ojos que él también me acusaba de aquello fue demasiado. Había cavado nuestras propias fosas. No recuerdo cual fue el detonante, pero la primera noche comenzamos a gritarnos de tal manera que por un segundo estuve a punto de saltar e irme nadando lejos de allí. Como dos personas que se conocían tan poco podían herirse tanto gritándose aquellas barbaridades. Parecíamos dos salvajes. La noche calló y nos tumbamos cada uno en un lado del bote. Las botas de Luis rozaban mi hombro, pero pensé que sería mejor eso que tener que ver su cara. Conforme la noche fue avanzando mis pensamientos cambiaron, tenía tanto frio que me daba igual lo muy enfadados que estuviéramos o lo mucho que me odiara, aquella manta no cumplía bien su función. Despacio para no caer al mar e intentando no despertar a Luis me cambie de posición y pegué mi cuerpo al suyo. Creí que él dormía, hasta que me rodeo con sus brazos y comprobé que Luis estaba tan congelado como yo.

.....

-Si sigues moviéndote así terminaremos los dos en el agua.- me dijo Luis. Sabía que tenía toda la razón pero yo comenzaba a desesperarme. Era el tercer atardecer que contemplábamos y las fuerzas habían sido sustituidas por el hambre, la sed y un fuerte dolor de cabeza. Continué oteando el horizonte de espaldas a Luis para que no pudiera ver el miedo reflejado en mi rostro. ¿Así es cómo iba a terminar mi existencia? Había desperdiciado los 19 años de vida que se me han regalado. Si no hubiera estado tan deshidratada las lágrimas habrían comenzado a caer.

-¡Luis! -exclamé señalando un punto en el horizonte. ¡Dime que tú también lo ves!- Luis se incorporó rápidamente... haciendo tambalearse el bote.

-¡Tierra!- Gritó abrazándome efusivamente- ¡Vamos hay que remar! Cuando oscurezca no seremos capaces de llegar hasta ella.

Una eternidad. Ese fue el tiempo que estuvimos remando, ninguno de los dos podías más, pero el deseo de llegar a tierra firme era más fuerte que nuestro cansancio.

Cuando mis pies tocaron la arena mi cuerpo pareció liberar aquello que lo mantenía unido. Todo a mí alrededor comenzó a dar vueltas, me fallaron las rodillas y la oscuridad me envolvió.

-Bebe un poco más...- Escuche la voz desesperada de Luis en la lejanía, pero aun así la obedecí. Sin fuerzas para abrir los ojos tragué un par de veces y volví a perder la conciencia. 

Lo que las apariencias esconden (3° Libro  Saga VERDADES OCULTAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora