Tres días era el tiempo que nos quedaba junto a los Tretu y no podía evitar que me embargara la tristeza, la realidad era que jamás volvería a pisar aquellas tierras y por eso esa noche no me quede sentada junto a las ancianas contemplando como las jóvenes bailaban alrededor del fuego, sino que me uní a su danza y disfruté de una liberación como nunca antes la había sentido. Con la respiración agitada me alejé de la multitud y los contemple desde la distancia. Aquella tribu era maravillosa.
-Realmente su participación ha hecho que aumente mi deseo por contemplar la danza- dijo el Señor Ducheir.
Un escalofrío recorrió mi espalda y no pude evitar dar un paso atrás. Sin lugar a dudas no echaría de menos a aquel hombre. Tenía claro que era un sinvergüenza. En un primer momento se presentó como un hombre de avanzada edad que empleaba sus días libres para ayudar a mejorar las aldeas cercanas, pero no hizo falta mucho tiempo para que me diera cuenta de que las mujeres reusaban quedarse a solas con él y que los hombre lo miraban con desagrado y desprecio. No tenía muy claro que es lo que pretendía, pero sí que sabía que fuera lo que fuera no tenía buenas intenciones.
-Buenas noches señor Ducheir, espero que pueda continuar disfrutando de la velada, si me disculpa yo ya me iba a retirar.- Tan solo me había alejado unos pasos cuando habló de nuevo e hizo que se me helara la sangre.
-Cierre bien su cabaña señorita Sant si no quiere que sin querer alguien la confunda con la suya y termine en una situación nada agradable para usted... pero mucho para mí...-Aquello último lo pronunció casi en un susurro ¿Qué habría querido decir?
Aquella última frase se repetía una y otra vez en mi cabeza haciendo que continuara dando vueltas en la hamaca incluso un par de horas después de que los aldeanos se hubieran retirado a descansar. ¿Dónde estaría Luis? Desde que un par de noches atrás discutimos y le grité lo mucho que me desagradaba tener que compartir tienda con él, Luís no había vuelto a dormir en la cabaña, y en aquel momento habría agradecido mucho su presencia en la hamaca contigua. Decidí salir a tomar el aire, necesitaba distraer mi mente, y las estrellas siempre conseguían evadirme de la realidad.
-¡Ah!- Exclamó Luis incorporándose del suelo.- Menudo pisotón.
-Yo...- estaba a punto de disculparme cuando caí en la cuenta.- ¿Qué haces durmiendo en la puerta?- él me miró dudoso.
-Bueno... el otro día dejó muy claro señorita Sant lo mucho que le repulso, y a pesar de que yo sienta lo mismo, sus tíos me matarían si supieran que no he cuidado de usted... pensé que esta era la mejor solución para los dos. –debía estar realmente enfadado para no tutearme.
-Recoge las mantas del suelo.- le ordené.- no necesito de tus cuidados. Si algo me sucede solo tienes que decirles a mis tíos que fue mi culpa, ellos me conocen, jamás te harían responsables de mis actos.
Mi relación con Luis solo había empeorado desde que llegamos a la aldea. Primero me retuvo a su lado, luego me prohibió hablar con el señor Ducheir, me insultaba y ahora esto... Por no mencionar que tuvimos una discusión en la que dejó en claro que yo era la única responsable de la situación en la que nos encontrábamos.
-Camille... dijo deteniendo mi paso.- Es peligroso que andes por ahí sola, ya lo sabes.
-¡No eres mi padre Luís! Estoy harta de que me digas que puedo y no hacer.
-¿No lo entiendes verdad? ¿Acaso no has visto cómo te mira? ¿O cómo trata a las muchachas cuando cree que no le ven...? Camille el señor Ducheir es peligroso...- Sabía que tenía toda la razón pero Luís tenía algo que me hacía ponerme siempre en su contra.
-¡Ya basta! Estoy harta de ti y tus estupideces ¿Sabes por qué deseo irme de aquí?... sencillo, para no tener que soportarte.- Cogí aire y proseguí con aquel estúpido e hiriente discurso.- Has dejado muy claro lo mucho que me detestas así que... lárgate y déjame disfrutar de los últimos días aquí – dije empujándolo e internándome en el bosque en dirección al rio. Ese hombre siempre conseguía sacar lo peor de mí ¿Es qué no podía dejarme en paz? Me ignoraba durante el día y resultaba que por las noches dormía en mi puerta ¿qué le pasaba?
Unos gritos hicieron que volviera a la realidad, me dejé guiar por ellos y la escena con la que me topé me paralizó. Una muchacha de la aldea estaba tendida en el suelo completamente desnuda y el señor Ducheir se restregaba violentamente contra ella. Estaba a punto de acercarme cuando una mano me tapó la boca.
-Ni se te ocurra gritar ahora Camille.- Susurró Luis en mi oído mientras nos alejaba a ambos de allí.
-¿Pero a ti que te pasa?- exclame en cuando mi boca fue liberada. -¿Acaso no has escuchado los gritos de la joven? Fuera lo que fuera lo que estaban haciendo ella no quería hacerlo.
-¡Claro que no quería! Acaso no lo entiendes- gritó Luis lleno de ira y con los ojos empañados.- Ese hombre fuerza a las aldeanas y a cambio les da armas. Por eso te dije que no te acercaras a él.
-¿Y por qué nos hemos ido? Tenemos que volver... alguien tiene que ayudarla.- Me horrorizaba el pensar que Ducheir deshonraba a las muchachas sin su consentimiento y al parecer nadie hacia nada.
-No podemos, por mucho que me gustaría volver, ese hombre es muy poderoso y si los aldeanos no se levantan contra él yo no permitiré que tú lo hagas, sin él no podremos volver a casa...
-Prefiero no volver a casa y salvar a esa chica.- dije caminando de nuevo hacia el rio.
-No voy a permitir que te haga lo mismo a ti.- Dijo Luis cargándome sobre su hombro.
-¡¿Pero tú?!¡Eres un animal!- Exclamé mientras le golpeaba en la espalda.
-Puedes enfadarte, gritarme y pegarme lo que desees pero no vas a salir de la cabaña hasta el día que nos larguemos de aquí.
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Lo que las apariencias esconden (3° Libro Saga VERDADES OCULTAS)
Ficção HistóricaCamille Sant se ha jactado toda su vida de aquellas personas que se ceñían a cumplir lo que las normas sociales establecidas, pero debido al comportamiento de sus dos hermanos mayores ve caer sobre ella la responsabilidad de restaurar la reputación...