Las amenazas de Luis no fueron en vano, los siguientes días los pasé en la cabaña con su vista siempre puesta en mí. Sabía que él solo intentaba protegerme de Ducheir, pero aun así me mataba que me diera órdenes, pero sobre todo me mataba que nadie hiciera nada para proteger a esas mujeres indefensas. Quizás Ducheir era un hombre poderoso, pero en la aldea estaba solo, no contaba con nadie ¿por qué no lo enfrentaban?
...
Sin darme cuenta había transcurrido el tiempo, los hombre ya habían regresado a la aldea. No parecieron alegrarse con nuestra presencia y mucho menos con la del señor Ducheir. El ambiente era muy tenso y parecía que en cualquier momento algo malo iba a suceder, y así fue. Un muchacho de la aldea salió en defensa de una de las jóvenes, a la que Ducheir estaba molestando, pero se echó atrás cuando Ducheir sacó una pistola y apuntó a la aldeana al tiempo que gritaba a saber qué al jefe de los tretu.
-¿Pero qué está haciendo?- Le grité colocándome entre la pistola y la aterrorizada muchacha.- ¿Es que acaso no le basta con aprovecharse de ella...?
-Señorita Sant... haga el favor y lárguese de mi vista si no quiere ser la siguiente.- Me amenazó Ducheir.
-No pienso quitarme, es usted un cobarde y créame haré que pague por las atrocidades que ha cometido.- ¿De dónde saque el valor? Ni siquiera lo sé, pero no podía seguir viendo como ese degenerado hacía daño a más jóvenes.- ¡Lárguese de aquí!
-Claro que me voy preciosa, y créeme que si no tuviera prisa por hacerlo tú caerías por el camino... pero yo nunca olvido señorita Sant, y tú vas a arrepentirte de haber metido tus narices donde no te llamen. –Acto seguido hizo un brusco movimiento con su brazo y antes de ser capaz de comprender cuales eran sus intenciones cuando algo me golpeó y perdí el equilibrio. Debió haberme pegado con la pistola porque sentía un martilleo constante en mi cabeza. Abrí los ojos lentamente, la curandera se acercó veloz y se arrodilló junto a mí. Alcé mi mano, me toque la cabeza y comprobé que sangraba un poco, por ello, no me moví y dejé que continuara curándome.
- ¿Qué demonios ha pasado aquí?- Exclamó Luis. –No puedo dejarte sola ni cinco minutos... - su voz se fue apagando al verme tendida en el suelo y a la curandera sobre mí. – ¡Camille!- Exclamó arrodillándose a mi lado.- ¿Qué ha sucedido? ¿Estás bien?
- Ya sabes... simplemente soy muy patosa.- decidí contestar, Luis no pareció muy satisfecho con mi respuesta. Sabía que nadie en la aldea podría contarle la verdad, ya que su dominio del inglés no se lo permitiría, por ello decidí no compartir lo que había sucedido con él.
La actitud distante y fría que los hombres habían tenido con nosotros desde su llegada cambió a partir de aquel momento, lo que hizo que el día de la despedida todos salieran a decirnos adiós. Con gestos y señas nos habíamos estado comunicando durante más dos semanas y la despedida no iba a ser diferente. La curandera se acercó a mí y me agarró de los hombros haciendo que me agachara hasta situarme a su altura. Después juntó su frente con la mía y pronunció unas extrañas palabras. Cuando separó nuestras cabezas hizo un gesto a uno de los aldeanos, este se acercó a mí y me tendió una bolsa, yo la cogí dudosa y al abrirla encontré toda clase de hierbas y semillas, aquella mujer había recopilado algunas de sus plantas curativas para mí y yo no pude agradecérselo de otra manera más que dándole un fuerte abrazo.
Y así, provistos con algunos alimentos y acompañados por tres tretu, Luís y yo abandonamos la aldea y partimos hacia el puerto.
...
No podría decirse que la marcha de aquellos días fue agradable o ligera, caminábamos sin descanso durante el día y caíamos rendidos durante la noche, lo que no impidió que cometiera una locura de la que me arrepentí demasiado pronto y que provocó que la relación entre Luis y yo fuera, todavía si cabe, más incómoda.
La última noche, antes de llegar a la pequeña ciudad que se había creado en torno al puerto, nuestros guías nos invitaron divertidos a compartir con ellos un brebaje que llevaban en una pequeña botella, Luis se mostró reacio y se tumbó un poco alejado de nosotros para intentar dormir, pero yo no quería hacerles un feo y pensaba aprovechar hasta mi último segundo de libertad. Por lo que, cada vez que me ofrecían aquel repugnante líquido que me quemaba por dentro, yo aceptaba y tragaba. Pronto todo comenzó a darme vueltas y sin motivo aparente comencé a reír. Los tretu parecían pasarlo igual de bien que yo, pero de repente intercambiaron una mirada, se levantaron y los perdí de vista entre los frondosos árboles. Yo me puse en pie y tambaleándome me dirigí hasta donde Luis dormía.
-Luis- dije casi en un susurro mientras lo golpeaba con mi pie.- Luis...- volví a decir un poco más fuerte. Viendo que no reaccionaba ante mi llamada decidí despertarlo como tantas veces había hecho con mis hermanos, me deje caer sobre él y le chupé la cara.
-¿Camille? – dijo adormilado- ¿Qué haces?- se movió intentando incorporarse un poco y provocando que estuviéramos más cerca todavía.
Y en aquel preciso instante algo se apoderó de mí, dejé de ser responsable de mis actos y me abalancé sobre él tomándolo completamente desprevenido. Nuestros labios se juntaron y tras un breve instante en el que me dio la sensación de estar besando a una roca, Luis comenzó a participar ¡Y de qué manera! Era cierto que tan solo me habían besado un par de veces, bueno, más bien una vez, pero nada había tenido que ver con aquello. Continuamos besándonos con desesperación, como si ninguno de los dos deseara que el otro recobrara la cordura y se alejara, hasta que comencé a perder las fuerzas. Le dije con malas formas que se apartara de mí justo antes de que el sueño me invadiera.
Al día siguiente las imágenes de los acontecimientos de la noche anterior me golpearon con fuerza y tras observar el ceño fruncido de Luis decidí que lo mejor era borrar aquello. Cómo habíamos llegado a besarnos la noche anterior era todo un misterio, pero la cara de Luis no hacía sino mostrarme lo poco que le había agradado ¿Tan mal debía besar?
No nos dirigimos ni una mirada en la última etapa de nuestro viaje y tampoco lo hicimos cuando llegamos a la pequeña ciudad.
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Lo que las apariencias esconden (3° Libro Saga VERDADES OCULTAS)
Narrativa StoricaCamille Sant se ha jactado toda su vida de aquellas personas que se ceñían a cumplir lo que las normas sociales establecidas, pero debido al comportamiento de sus dos hermanos mayores ve caer sobre ella la responsabilidad de restaurar la reputación...