Capítulo 4: Nastre

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—Cristal, basta. Ya Eris y Sarb están por llegar y no creo que quieras un triple regaño —exclamó la dulce voz de Avril, esforzándose porque dejara lo que estaba haciendo para poder prepararme para la llegada de nuestra superior junto con el entrenador de combate.

Actúe como si Avril jamás hubiese hecho el comentario. Suspire con tranquilidad en mi cómodo asiento mientras que pasaba la hoja del libro que actualmente estaba leyendo con sutileza haciendo que avance aún más en el capítulo número nueve de la novela. Seguí analizando las palabras y acciones que estaba realizando la protagonista en dicho libro.

Concentración. Justamente eso es lo que necesitaba en estos momentos para poder seguir el hilo de la trama, pero se me es imposible —aunque parezca que estuviera terriblemente metida en la historia—. Es como si intentase dormir plácidamente mientras que un montón de moscardones volaran justo en mi oído, puesto que no era muy agradable tener que lidiar con las advertencias de Avril mientras lees.

He intentado leer este libro desde hace más de un año y medio, tratando de entender su trama, su moraleja, pero se me es imposible finalizarlo puesto que no le hallo el sentido de la historia. Siempre los libros te dejan una enseñanza aunque no lo veas, pero a este he intentado buscarle el significado y no lo encuentro de una u otra manera. Los personajes son desalineados y la trama es algo descabellada en todo el sentido de la palabra...

—Cristal, deja de leer y presta atención a la reunión convocada —la voz tranquila de Eris junto con sus pisadas escandalosas hizo que despegara la vista del guión del libro para clavarla justo en sus ojos grisáceos.

Esta comenzó a dirigirse al centro del salón con pasos seguros y el mentón bien arriba, como si se tratase de la mismísima Reina Isabel II. El papel de jefa le queda a su medida, es como si se hubiese preparado toda su vida para poder comportarse como una superior. No dudo de sus planes, sus palabras y sus acciones. A pesar de ser muy estricta, ella siempre sabe por qué hace las cosas. Y a pesar de que sean ideas descabelladas y/o fuera de lugar siempre termina de una u otra manera de acertar sin ningún inconveniente. Eris, es como una figura familiar para mí, puesto que me crió desde mis cinco años de edad. En cambio a los demás, ellos dejaron su libre albedrío hace poco, gracias a los campeonatos que se realiza cada 20 años, esto también puede ocurrir cuando un guardián muere o renuncia a su puesto de guerrero.

Obligué a mi cerebro a sacudirse y echar esos pensamientos a un bote de basura imaginario para poder prestar atención a lo que Eris tiene para decirnos.

—Buenos días, espero que todos hayan amanecido con el pié derecho —Eris detuvo su andar quedando al frente de todos nosotros —, en especial tú.

No hizo falta que dijera el nombre de la persona para saber que se estaba refiriendo a mi persona.

Sus ojos grises comenzaron a mirarme como si estuviesen intentando perforar lo más profundo de mi. Sabía que estaba malhumorada, pues en la manera en la que estaba parada me lo dejó más que claro, sus brazos estaban cruzados mostrándose tensos gracias a la fuerza con la que estaba apretandolos, su cabeza estaba de tal manera que su papada estaba sobresaliendo, y su tono de voz no fue exactamente muy agradable que digamos.

—Yo amanecí muy plácidamente, pero creo qué fue usted la que decidió levantarse por el lado izquierdo de la cama —intenté sonreír muy a lo natural pero creo que mis dotes de actriz optaron por no acompañarme esta mañana puesto que la vena de su frente se hizo notar y eso solo ocurre cuando le disgusta o le molesta cualquier cosa.

No se escuchó ninguna queja ni sentí las miradas pesadas que todos mis compañeros debían de haber puesto en mi. Aunque no me sorprende puesto que ya deben de estar acostumbrados a mi respuestas "decentes" hacia Eris. Esta solo apartó su mirada de mi lugar sin torcer los ojos, para clavarla en varios lugares de la sala.

Cristal (entre dioses) Pgp2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora