Capítulo 16

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Justin arrancó el coche con la furia latiendo en sus ojos, mientras su pecho subía y bajaba hondamente. Joder, lo había hecho enojar otra vez. Me aferré del espaldar de cuero al girarme para observar cómo desaparecía todo detrás del auto, el cual iría a veinte kilómetros por minuto, como mínimo, o al menos así me sentía yo.
-¿Se supone que me estás secuestrando de nuevo? –no pude evitar gritar guturalmente.
-¡Cierra la boca! –gruñó desenfrenadamente, mientras los puños le temblaban al conducir. “Santa mierda”, me quejé, recostando mi cabeza sobre el asiento, aterrorizada. “Va a matarme”.
-Justin-:
Irrumpir en esa pelea fue la cosa más estúpida que he hecho en toda mi puta vida. Hubiese dejado que esos dos gilipollas se mataran con ____ y su amiga ahí, no debió importarme. ¿Ahora por qué coño me importa ____? Es sólo una víctima más de mi círculo, ya la he anotado en mi pared. Si es así, ¿cuál es el chiste de salvarla y cubrirle el culo en todas partes? ¿Cuál es el puto punto de interesarme por ella y de llevarla a cenar? ¿De seguirla en todas partes? ¿De averiguarle la vida? ¿Si se supone que ella no me importa? ¿Qué mierda es lo que pasa contigo, Justin Bieber? El apellido lo tienes bien metido por el culo, no deberías estar haciendo nada de esto. ¿Y para qué la metiste de nuevo en tu auto? ¿Y hacia dónde se supone que la llevas?
En este momento debería estar resolviendo esos asuntos con Kyle, en lugar de irrumpir en peleas de niños y llevarme a una niñita de la secundaria. Me mordí el nudillo con fuerza, ocasionando una pequeña herida. Inmediatamente sentí la sangre correr por mi lengua. La tragué inmediatamente; había tragado más de ocho litros de sangre durante el trabajo, ahora era como probar agua.
Observé a ___ de reojo. Se mordía la punta de la manga de su suéter mientras las lágrimas le corrían por el rostro a borbotones. Verla llorar era algo que sinceramente yo no podía soportar, pero no entendía por qué. Quizá porque parecía un jodido gatito asustado que me debilitaba hasta las rodillas, o quizá fuese su inocencia y curiosidad lo que me tenía así de demente. No podía seguir comportándome como un idiota.
-¿A… adónde me llevas? –inquirió, con un hilo de voz, asustada. Apreté el puño en el volante, sin intención de contestarle. No quería ponerla peor o amenazarla de nuevo. No me sentía capaz, ni de humor.
-___-:
“Deberías cerrar la boca de una vez, ___”, me reprendí internamente, mientras me rodeaba las piernas con los brazos. Lo había hecho mucho enojar, al haberle torcido los ojos y haberme marchado dejándolo con las palabras en la boca. Y, en realidad, había sido algo injusto ya que, considerando la situación, me había salvado el pellejo a mí, a Matt, a Tyler, e incluso a Megan. Y yo lo dejaba hablando solo. Ahora bien, iba a morir, se lo agradecería desde el más allá. ¿Qué más da, ahora?
Llegamos a la misma casa donde había estado secuestrada la primera vez. Me puse rígida en el asiento del auto, y sentí cómo toda la sangre me huía del rostro, mientras mis ojos se abrían. Justin me iba a matar.
-Bájate –ordenó, aún agitado. Lo observé en shock, como rogándole que no con la mirada. Tras segundos de silencio, me tomó por las muñecas y me bajó él personalmente, cargándome como la última vez. Pataleé lánguidamente, pero sus brazos parecían tenerme atada con cadenas. Y, quién sabe, podría estar atada con eso al cabo de unos diez minutos.
Justin me soltó encima de un mueble de cuero cercano a una ventana oculta tras persianas de color crema, la habitación era bastante sencilla, pero no era la misma en la cual me había quedado antes. Lo observé con las manos metidas entre las rodillas, mientras él caminaba de un lado a otro mientras se frotaba la barbilla. Yo no entendía una mierda de esto.
-¿Cómo vas a empezar, eh? ¿Atándome las manos? –arqueé una ceja, amenazante. Justin se detuvo, me evaluó durante unos instantes, y negó con la cabeza rápidamente, emprendiendo su caminata en el mismo sitio. Resoplé, mientras me acomodaba un mechón de cabello detrás de la oreja. “Casi, casi”, pensé. Tenía que, además, dejar de darle ideas sobre mi propio secuestro.
-Eres increíble –casi chillé -. ¿Cuánto tiempo voy a estar aquí?
-He dicho que te calles –torció los ojos, sin parar de pensar. Tragué saliva. Joder, que ya me estaba poniendo nerviosa.
-¿Por qué no te callas tú? –respondí inmediatamente. Él se detuvo, sorprendido. Mis manos se helaron, y yo misma noté que palidecía. “¿Qué acabas de decirle, ___ Dayne?” ¡¿Acabas de decirle a un asesino que se calle?!”
-¿Cómo dices? –arqueó las cejas, poniéndose de frente a mí. Tragué saliva antes de continuar.
-Dije que te calles tú –repetí, enfebrecida y temblando del miedo y la ira que me carcomían por dentro. Sus ojos se endurecieron -. He sido empujada, golpeada, amordazada, maltratada e insultada por ti. ¿Qué soy? ¿Tu payaso? –arqueé una ceja -. No es justo que me secuestren y me amenacen por algo que ni siquiera he hecho, y, permíteme decirte, has sido bastante patán y altanero conmigo. Así que cállate tú.
Pensante, se pasó la lengua por la punta de sus dientes hermosos, asimilando lo que yo acababa de decir. Ahora el miedo se iba porque, si de todos modos iba a morir, ¿qué importaba ya todo? Una mierda. Eso, eso exactamente.
Entonces, antes de que pudiera decir algo, tomó mi rostro entre sus manos y me apegó al suyo, uniendo nuestros labios salvajemente, devorándome con su lengua y mordiendo mis labios. “Joder, vas demasiado rápido”, pensé. Sin embargo, era tan… delicioso, tan divino que quemaba.
Me levantó por el rostro, y yo puse todas mis fuerzas para levantarme con él, y continuó con el beso, introduciendo su lengua dentro de mi boca, casi extendiéndola hacia mi garganta, mientras sus manos se encargaban de quemarme la piel bajando por mi cintura. Le acaricié los hombros salvajemente, con un esfuerzo desenfrenado de que parara, y de que, al mismo tiempo, me diera muchísimo más. “Oh, Justin”, pensé para mis adentros.
Mordí su labio inferior, aferrando su pelo con mis dedos. Él bajo sus manos hacia mi trasero, apretándolo con fuerza. Gemí.
Se separó de mí dulcemente pero con fuerza, y me acorraló contra la pared, plantando besos en mi cuello hasta mi pecho. Jadeé, mientras le buscaba alguna utilidad a mis manos que no fuera para morderme las uñas. Era tan… experto.
Justin mordió el lóbulo de mi oreja, haciendo que apretara los párpados y me arqueara levemente contra la pared.
-Junta las manos como si fueras a rezar –me ordenó dulcemente al oído, susurrando. ¡Rezar! ¡Rezando estaba yo para que se detuviera!
Obedecí a su dulce orden, y entonces me percaté de que tenía las manos sonrojadas y pétreas. Curvó una sonrisa.
-Buena chica.
Enredó mi cuello con su corbata de color vino tinto, pasándola suavemente por mi piel caliente y húmeda de sudor, haciendo que me retorciera contra el duro material de detrás de mí. Liberó mi cuello de la corbata, y acarició mis brazos con la punta de sus dedos, consintiendo cada milímetro de mi piel pálida. Gruñí, ignorando lo que tenía en mente con la corbata.
-Detente –le ordené, intentando sonar decidida. Él soltó una risita espectral que resonó en seco en el rincón, haciéndome cosquillas en el cuello.
-Justin, para –quité las manos de sopetón. Justin me sostuvo del hombro derecho con una de sus manos con fuerza, impidiéndome moverme. Me observó con sus pares mieles líquidas relucientes, con expresión severa, amenazante.
-Quédate quieta –me ordenó -. Vuelve a colocar las manos como antes. No me hagas enfadar de nuevo, cariño.
Tragué saliva. El miedo era lo que me llevaba a repetir todo lo que sus labios soltaban, miedo de que me hiciera algo malo. Miedo de que me matara. Luchando contra mis fuerzas, uní las manos a la altura de mi pecho, y él las envolvió cuidadosamente con la corbata, dándole vueltas a la misma mientras me miraba a los ojos, acorralándome en su dulce mirada perversa y lujuriosa; hasta que hizo un nudo complicado y ajustado que mantuvo mis manos más firmes y juntas. Mierda.
Curvó otra sonrisa malévola, casi haciéndome recordar su risa espectral y juguetona de tan sólo observar sus dientes relucir frente a mí. Temblé del miedo.
Justin me sacó del rincón de donde me encontraba al empujarme levemente hacia el centro de la habitación, manteniéndome de pie y de espaldas a él. Clavé la vista en el suelo, aterrada. ¿Qué quería? ¿Sexo? ¿Muerte? ¿Qué? Tenía miedo de que me hiciera daño de alguna de las dos formas, o quizá hiciera, efectivamente, ambas cosas. Justin se mantuvo detrás de mí, expectante, como si esperara a ver algún show de magia o trucos. Las piernas me flaqueaban del miedo mientras mi corazón se liaba contra mí al galopar incansablemente, casi saliéndose del pecho.
Una inhalación profunda salió de Justin al acercarse para olisquear mi cuello, el cual rozó con su nariz perfilada y besó dulcemente con sus labios carnosos y calientes. Ladeé la cabeza hacia un lado, consumida por el deseo y bloqueada por mi propia auto resistencia.
Me mantenía bajo la mira mientras caminaba en círculos alrededor de mí mientras se frotaba la barbilla nívea y limpia. Me detallaba el cuerpo entero, deslizando sus ojos por cada rincón oculto de mí. Estaba siendo cruel conmigo, al obligarme a hacer algo que yo no quería. Era denominado violación, y se le añadía a su lista de cargos que fácilmente podrían enviarlo a la cárcel por toda su vida. Puto criminal que había venido a arruinarme.
Justin se detuvo una vez más por detrás de mí, y agachó su cabeza hasta la altura de mis oídos.
-¿Tienes alguna idea de lo que voy a hacerte, ___? –ronroneó, mientras acariciaba mis antebrazos de arriba abajo, estremeciéndome, haciéndome cosquillas, quemándome. Como fuera, todo se sentía bien. Ahogué un gemido, mientras me tragaba el nudo que me atascaba la garganta, impidiéndome sorber las lágrimas o reprimirlas.
-No oigo una respuesta –rió -. Oh, estás tan aterrada –susurró más cerca, en tono divertido y complacido. Mi reacción de miedo y resistencia le parecía totalmente divertida, lo cual me dejaba en ridículo.
-Déjame –intenté apartarme, pero él me jaló del brazo hacia él, hasta lograr que apoyara mi cabeza en su hombro, mientras él me hacía cosquillas con su respiración en la nuca.
-Oh, nena –suspiró -. Tienes la piel más pálida y hermosa que he visto. Quiero besar cada centímetro de tu cuerpo, pequeña.
“Oh, Dios mío”. Me sonrojo, sintiendo que mi vientre y mis músculos se contraen de la manera más deliciosa, pero no me he permitido ceder. No puedo ofrecer mi cuerpo a un asesino, no puedo permitirme entregarme de esa manera, obligada y con las manos atadas. No. Trago saliva, cada vez se hacía más difícil que pasara por mi garganta. Estaba bloqueada y encerrada.
Se acercó a mí, jalando con uno de sus dedos la cinta de seda azul que mantenía mi cabello atado, soltándolo y alborotándolo con una de sus manos, dejándolo caer sobre mis hombros.
-Eres tan hermosa –me observa con sus ojos mieles, pero no produzco una reacción notable. Quiero mantener mi distancia, pero sabía que lograría llegar hasta el fondo del asunto… Sí, hasta el fondo.
Estaba temblando como una hoja. Quería hacerlo con Justin, quería gritarle que lo amaba aunque me estuviera hundiendo en el más peligroso abismo, quería aferrar su cabello con mis dedos y juguetear con sus manos. Pero tenía miedo.
Justin desabrochó mi camiseta, deslizando con cuidado cada botón por la abertura, torturándome más y más. “Oh, mierda”. La excitación palpitaba indomablemente por todas partes de mi cuerpo al sentir el contacto de sus dedos con mi piel de gallina, que se había puesto caliente de un momento a otro, inesperadamente. Joder, Justin, joder. Me abrió la camisa hasta dejarla al borde de mis hombros.
-Whoops –masculló, divertido -. Se me ha olvidado quitártela antes de atarte –hizo una mueca -. Tendré que romperla.
Abrí los ojos como platos.
-Justin, no… -jadeé, empujándolo con todas mis fuerzas con las manos, pero en ningún momento logré apartarlo de mí. Era como luchar contra una pared. Nunca se mueve.
Escuché la tela desgarrarse y la observé haciéndose añicos en las manos hábiles de Justin, quien no necesitó de ningún esfuerzo para que casi se convirtiese en polvo. Me asustaba su fuerza. Me asustaba que la pudiera usar conmigo.
-¿Tienes una idea de en dónde te has metido, pequeña? –arqueó una ceja, y ante mi rotundo silencio, se acercó a mí, mirándome fijamente los labios -. Entonces, quiero que la tengas. A mi manera.
Me estremecí. “Santa vaca”, supliqué, aterrorizada y excitada a la vez. Sí, ya sabía que me iba a obligar a acostarme con un asesino. Ya lo sé, Justin.
De la cintura para arriba, sólo estaba vestida con mi sostén de color negro. Justin se mordió el labio al verme así. Rápida e inconscientemente, me dio la vuelta y me dio un empujoncito hacia la cama, donde quedé tendida de boca.
-Esta noche –comenzó -, los vecinos van a aprenderse mi nombre.
“Mierda”.

Lost | Adaptada | Justin Bieber y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora