Capítulo 11

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Se escuchaba una leve respiración, pero nadie contestaba.
-¿Hey? –repetí. Aún se escuchaba la respiración, pero nadie hablaba. Sacudí la cabeza y colgué. Seguramente que se habían equivocado de número, o se trataba de algún chistoso. Y no tenía tiempo para eso.
Perezosamente me levanté de la cama y caminé hacia el rincón donde se hallaba tirado el morral, con todos los libros regados por el suelo. Me incliné para levantarlos, cuando sonó el segundo timbrazo. Me volví hacia la mesa de noche, dejando los libros en la peinadora, y contesté de nuevo.
-Hola –respondí, menos amable que antes. La respiración era más leve, pero aún podía escucharla. Rodé los ojos.
-¡Hola! –insistí, asqueada. Tomé el teléfono entre las manos y colgué. ¿Se estaban burlando de mí? Suspiré y caminé hacia la pila de libros que había hecho unos minutos antes, esta vez con el teléfono en la mano, y tomé los libros. No habían pasado ni cinco segundos cuando el teléfono volvió a sonar. Tres timbrazos. “Diablos”, rodé los ojos para mí misma. Aspiré aire antes de contestar el teléfono, y me lo puse al oído, mientras decía:
-Escuche, no sé quien sea, o para qué llame, sólo déjeme en paz y consiga un oficio, ¿quiere? Adiós.
Esta vez fui yo quien no dejé que nadie hablara, y tiré el teléfono a un lado. Cosas como ésa me desagradaban demasiado, pero me daría una úlcera si comenzaba a preocuparme por cada cosa mala que ocurría en mi vida. Ya tenía suficiente con los acontecimientos últimos.
Apilé todos los libros con una sola mano y los solté dentro de la mochila, lo cual produjo un estruendo que golpeó contra el piso marmoleado. Cuarto timbrazo. Roja de la desesperación porque me dejaran en paz, me dirigí hacia el teléfono y lo cogí, sin apenas soltar una palabra.
-Al fin te callas –masculló una voz en la otra línea. Arqueé las cejas, pero dejé que hablara -. ¿Por qué no abres la puerta de tu habitación hacia fuera? Muero de frío aquí.
Tragué saliva, y me dirigí con paso lento hacia donde me decía la voz. ¿Otro secuestro? Giré la manilla alargada de metal y la deslicé con suavidad, hasta quedar frente a una figura alta y oscura, apenas iluminada por la luz tenue de una luna amarilla. Me daba escalofríos.
-Buena chica, nena –sonrió. Dejé caer el teléfono mientras las piernas me flaqueaban. “Diablos".

Lost | Adaptada | Justin Bieber y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora