Capítulo 8

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Me cubrí la cabeza con las sábanas descurtidas de mi cama y agarré el teléfono de un lado de mi cabeza. Probablemente la única luz que vería de ahora en adelante sería la de los bombillos de las lámparas de la casa, y las de media tarde de cuando regresara de la escuela. Me habían castigado por un lapso de tiempo indeterminado; sin salidas, sin pataleos, sin televisión, sin ordenador, sin vida, por así decirlo.

Debí haberle inventado a mi madre una excusa mejor, pero la única que ya estaba acostumbrada a escuchar fue la que me pareció que era la mejor opción. Megan les había confirmado a mis dos padres que efectivamente había estado en su casa todo ese tiempo, pero ellos igualmente se molestaron, afirmando que había algo más detrás de todo aquello, que ni siquiera mi amiga lo sabía.

Me di la vuelta en la cama, incómoda, con la presión de estar bajo la mira apretándome el estómago. Sabía que mi madre estaría escuchando a través de las delgadas paredes, por si tenía algún tipo de conversación extraña, así que no podía llamar a nadie, y también me había resignado a recibir llamadas. Apagué el celular y lo puse en la mesita de noche, cerrando los ojos.

La oscuridad de mi habitación me recordaba al sótano en donde había estado atrapada, aún sentía la sensación de tener las esposas puestas, por eso no podía tener mis manos en una posición normal, sino unidas entre sí a la altura de mis muslos. Había sido una experiencia traumática, que no podría contarle a nadie, porque mi vida dependía de ello. Tendría que lidiar con eso sola.

Me hice una bola en la cama, apretujando una almohada entre mis brazos y cerrando los ojos con fuerza, obligándome a dormir. Escuché una risita espectral, como si atravesara el cristal de las ventanas y me envolviera el cuerpo en su totalidad. Era… su risa.

-o-

La escuela me parecía más lúgubre que nunca, al igual que todo. Cubría mis muñecas con las largas mangas de mi suéter gris favorito, escondiendo las largas y feroces cicatrices que las esposas me habían dibujado, como una especie de tatuaje sangriento.

Ya en el campus, Megan corrió hacia mí galopando en sus botas nuevas. Intenté sonreír.

-Hola, Meg –mascullé, sonriente.

-¿Cómo que “hola”? ¿Dónde estuviste todo este tiempo, ____? ¿En dónde coño te habías metido? –me presionó, histérica. Sentí la mirada punzante de Justin en mis hombros, viniendo de algún lugar. No podía abrir la boca. Iba a morir, iba a morir. Mierda.

Tragué saliva, mientras ella arqueaba sus cejas en señal de presión.

-Me perdí –mascullé, intimidada.

-¡Ostia! ¿Tú crees que yo me lo creí? ¿Eh? Cuéntamelo, ____, no soy estúpida.

-Hablo enserio. Estuve buscando un puto baño por esos lares… y luego llegué a una carretera. Tuve que pasar la noche por ahí.

Me evaluó con la mirada, reflexiva. Se lo estaba creyendo.

-Te juro que casi me matabas de un susto –admitió, cruzándose de brazos. Su expresión de pronto se volvía serena y despreocupada, con las cejas aún fruncidas por la angustia y los dedos tensos. Era perder a tu mejor amiga.

-Lo siento –casi jadeé, en un intento desesperado por no soltar toda la verdad. Era pésima mintiendo. Pero los intensos ojos esmeraldas me miraban desde dentro de mi cabeza, haciéndome cerrar la boca. Justin me observaba a través de todos los objetos con atención, con las manos en su regazo, con una pistola en ellas, o cualquier arma mortal con la que pudiera amenazarme. ¿Era normal tener ese tipo de traumas? Mis ojos se humedecían poco a poco. Ali me observaba atenta, con el seño fruncido, sin imaginarse siquiera lo que me estaba ocurriendo.

Sorbí las lágrimas en un largo suspiro y esbocé una perfecta sonrisa, yo misma me hacía de cuentas de que nada había ocurrido realmente. Pero cuando no podía, me consolaba a mí misma diciéndome que nunca más volvería a ver a Justin, aún cuando tuviera mi número, nunca me llamaría, ni me buscaría jamás. Entonces podría zafarme de todo aquello. Me lo prometía.

Caminamos en dirección a la cafetería escuchando los murmullos de los estudiantes. La fiesta de Tyler había acabado súper bien, no había bailado con nadie en toda la noche, se había levantado la camisa para jugar fútbol, etcétera, etcétera. Y yo que no había podido estar ahí. Me lamenté de las circunstancias mientras miraba al suelo, creándome una película en la mente, en la cual se reflejaban todos los hechos vividos hacía dos días.

-____, te estoy hablando –musitó una voz grave. Subí la mirada, sobresaltada. Me di cuenta de que, de pronto, el mundo se había detenido en mi propio entorno, ¿o acaso había sido yo sola?

-¿Sobre qué? –inquirí, parpadeando muchas veces para lograr acostumbrarme de nuevo a la luz, que se me había esfumado de repente.

-¿Dónde estuviste el viernes? Desapareciste –dijo Matt, mi mejor amigo desde tercero de primaria. Observé sus ojos de color marron intenso, su cabello alborotado siendo sacudidos de repente… Era como verlo a “él” de nuevo.

-E-estaba perdida –balbuceé, mientras intentaba de salir de esa horrible e insoportable especie de estupor zombi en que me encontraba sumida. Tragué saliva, obligándome a sonreír inocentemente, como si dijera un “whoops!” mudo.

Matt rodó los ojos con alivio.

-Siempre perdiéndote por ahí –sonrió, travieso-. Estuve buscándote por todos lados.

Esbocé una corta sonrisa, que luego se convirtió en una fina línea tensa. Meg me dio unas palmaditas en el hombro, mientras la risueña mirada de Matt me helaba hasta los huesos, al recordar a aquel voluble y bipolar chico.

-Tyler se te adelantó –mi amiga soltó una risita, a lo cual él le correspondió al rodar los ojos agriamente. No era una novedad que toda su vida había odiado a Tyler Montgomery.

-¿Tyler? –se me iluminaron los ojos -. ¿E-estuvo buscándome… a mí?

-¿A quién más sino? –respondió Meg, mientras revisaba su celular.

No me lo podía creer. Tyler Montgomery me había estado buscando a mí. ¡A mí! Una mezcla de sensaciones extrañas invadió mi cuerpo, envolviéndome. Todavía sentía miedo y resentimiento por las razones obvias, pero el solo saber que Tyler me había estado buscando por todos lados, me hacía olvidarme de todo lo que había vivido por un momento, dándole paso a un enjambre de mariposas hambrientas dentro de mi estómago. Era como si hicieran el Harlem Shake allí adentro, metafóricamente hablando. ¿Me explico?

Suspiré muy profundo mientras prestaba más atención a la multitud aglomerada en el pasillo, mientras continuábamos hacia las puertas cristalizadas de la cafetería de la escuela. Matt me había tomado del hombro con cariño, murmurándome chistes sobre las cocineras que me hacían reír descontroladamente.

-Idiotas –Megan rió, sin despegar la vista de su teléfono celular. Matt le dio un zape en la cabeza. Sentí que alguien me tomaba de la mano, separándome de mi amigo.

-¿Podemos hablar?

Lost | Adaptada | Justin Bieber y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora