Capítulo 25

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Desperté con el fuerte olor de un algodón empapado en alcohol, en una habitación que yo no conocía. Mi camisa estaba húmeda al igual que ciertas zonas de mi pantalón, no tenía zapatos ni calcetines, y sentía la boca hirviendo. ¿En dónde estaba ahora? Sólo esperaba no haberme acostado con nadie durante mi trance, ni haber sido drogada, manoseada, golpeada, o algo así.

Justin se deslizó a través de la puerta blanca medio abierta, y la cerró con el pie. Intenté esconderme al rodar mi cuerpo con dificultad hacia tocar el cabezal de la inmensa cama con mi espalda, mientras respiraba por la boca. Mis ojos y mi mente estaban tan nublados, que apenas podía identificar que los huecos en las paredes eran las ventanas. ¿Era ése Justin? ¿O acaso era otro espejismo?

Se acercó a mí lentamente, con cautela, mientras yo gemía del miedo. No quería que se acercara a mí… No después de todo eso. Me sentía tan insegura, tan pequeña, tan… impotente.

-Te he traído un té de frutas –musitó, sentándose en el borde de la cama. Miré el té, confundida, mientras fruncía el seño. Todo me parecía visiblemente extraño. Acepté el té con la mano temblorosa. Él suspiró.

-Tendré que esperar a que estés con tus cinco sentidos para reventarte los oídos a gritos –rodó los ojos, y suspiró otra vez -. ¿Cómo te sientes?

-Mareada –fue todo lo que respondí. Y aún así, mi voz sonó débil y pastosa; ni yo misma me entendí. Él esperó y desvió la vista. Me hubiese gustado recordar más allá de cuando me tiré al suelo, pero no podía.

-No lo estuvieses si me hubieras hecho caso. ¿Por qué fue tan difícil para ti quedarte en casa? –masculló, con la vista fija en la ventana.

-No lo sé –admití -. Creí que… -vacilé, mirando mi mano derecha, apoyada sobre mi muslo levantado -. Bah, no importa lo que creí.

-Tampoco te importa lo que te dije –espetó -. Aún cuando tu vida dependía de eso.

Tragué el té con dificultad, quemándome la garganta, y parpadeé varias veces para aclararme la visión.

-Nada de esto es justo, en primer lugar –hice una mueca.

-Si no hubieses sido tan malcriada y prepotente, quizá ahora estuvieras a salvo en tu casa.

-¿Y quién eres tú para darme órdenes? –arqueé una ceja. Poco a poco iba despertando de mi trance.

-Creo que soy Justin Bieber –contraatacó -. Eres una jodida malagradecida, quise protegerte y lo único que haces es chillar. ¿Sabes qué? Sólo… olvídalo. Olvídalo.

-No, tú olvídalo –musité, poniendo la tasa sobre la mesa de noche -. Ni siquiera sé dónde estoy. Desde que fui a la fiesta de Tyler por primera vez, y quise divertirme un rato, mi vida se ha vuelto un eterno desastre. Todos los días es un calvario, tú no lo entiendes –protesté -. Quiero vivir una vida normal como cualquier chica, hasta hace meses estaba pensando en entrar al equipo de voleiball de la escuela, pero ahora no puedo, porque me la paso casi todo mi tiempo escapando de asesinos y yendo de un lugar para otro, soportando balaceras y viendo gente morir a mi alrededor. ¿Es esto lo que me ha tocado vivir? ¿A esto le llamas malcriadez y prepotencia? No, Justin, el único malcriado y prepotente eres tú. Eres un mandón, un bipolar en extremo y un intolerable. Sólo… Mírame. Estoy empapada, sucia, lejos de casa, y en manos de un… -me corté, suspirando y arrepentida de haber dicho eso.

-¿Asesino? –completó, levantando una ceja.

-Bipolar y testarudo hombre –repliqué. Él giró la vista hacia sus manos, y luego la volvió a posar en mí, adolorido.

-Me arriesgo el pellejo por ti –espetó -, siempre. Y tú… tú sólo… Haces esto. Quiero decir… Tú… Tú…

-Sabes que tengo razón.

Lost | Adaptada | Justin Bieber y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora