Capítulo 14

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La sombra avanzó despreocupada a través de la habitación. Cada paso suyo era danzante, melancólico y fugaz, cual espectro en las películas. Yo estaba esposada, y vestía la misma ropa que el día de la fiesta, cuando me llevaron en el auto. Tenía la boca atada con un pañuelo, el cual apretaba con los dientes para soportar el miedo, ya que estaba segura de que me iría peor si gritara. Además, nadie me escucharía.

-Me gusta cuando no hablas –masculló la sombra, acariciando mis labios -. No corres el riesgo de que te mate.

Sollocé, asustada.

-Shh –sonrió, complacido -. No te voy a matar, pequeña. Igual que la primera vez.

“Pequeña”, repetí para mis adentros, aterrada. Levantó mi barbilla, mirándome fijamente a los ojos, y bajó el pañuelo por mi rostro, deslizándolo lentamente. Ahogué un grito cuando acercó mi rostro al suyo, y acarició mi mejilla con la punta de su nariz, mientras cerraba los ojos. “Santa mierda”, no pude evitar hacerlo también, mientras las lágrimas se deslizaban por mis mejillas sonrojadas.

-Eres una niña muy valiente, ¿verdad? –inquirió, mirándome con sus ojos llenos de ternura, mientras sostenía mi barbilla con sus dedos níveos. Abrí los ojos con suavidad, perdiéndome en los suyos.

Entonces, sus dulces labios rozaron los míos, apretándolos con delicadeza, moviéndose tan lento como podían, torturándome.

El despertador me sacó del trance, y entonces me encontré abrazando a una almohada. Mis manos estaban libres, y estaba en mi habitación. Me levanté de golpe, siendo cegada por la luz que precedía de mi ventana. Sí, lo había soñado todo. Había soñado con un asesino.

Tres semanas. Tres semanas de paz era lo único que había tenido. ¡Tres putas semanas! Ahora él regresaba para joderme la vida otra vez.

Caminé hacia la escuela con un recuerdo vago de lo que había ocurrido esta madrugada. Santa madre de Dios, había salido, y además soñado con un asesino. Ni yo misma concebía tal cosa, ¿qué iba a hacer si alguien llegase a descubrirme? “Oh, hola, le presento a un asesino y secuestrador, Justin Bieber, no estábamos haciendo nada malo, no se preocupe”. Suspiré, pensando en esa alternativa. Quizá sí estuviese exagerando demasiado, debido a que sólo había sido una simple salida, y con lo bocona que soy, probablemente no quisiera volver a verme a la cara. Podría apostarlo. Pero, sin embargo, con lo bipolar que era, podía estar pensando en secuestrarme de nuevo para disfrutar más de mi “agradable compañía”.

Es tonto, pero eso no me molestaba en lo absoluto. Contrario a eso, había estado disfrutando cada segundo con él desde que pisó el frío suelo de mi habitación, desde que había estado tan cerca de él mientras estaba bajo el peligro de su furia, furia que era tan… deliciosa.

De nuevo habían regresado sus ojos a todas partes, todo lo que olía tenía impregnado su aroma hasta lo más profundo, pero el miedo seguía allí, latente, a pesar de que todo lo que precedía de él era precioso. No podía confiar en él, y de eso estaba segura.

Aunque era como algo imposible para mí, quiero decir, él es un criminal, y yo… pues, yo soy una chica de Phoenix con una boca imprudente y unos padres mandones, criada bajo una formación cristiana y correcta, y enviada a uno de los mejores Institutos de Phoenix. A la vez era algo injusto; mis padres se esforzaban por darme una buena vida sin que me faltase nada, mientras yo escapaba a fiestas y salía con un asesino. “Joder, ____”, me reprendí, avergonzada conmigo misma.

-____ –me atajó Meg desde atrás. Sonreí, despertando de mis alucinaciones internas.

-Hola.

-Ayer no contestabas –convirtió sus labios en una línea -. Estuve llamándote.

Fruncí las cejas.

-¿De verdad?

-Claro, revisa, si quieres.

Saqué mi celular mientras ella hablaba.

-Supuse que seguías castigada, así que no me preocupé –se encogió de hombros. Deslicé mi dedo sobre la pantalla hacia la sección de mensajes, sin levantar la mirada. Joder, diez mensajes nuevos y dos llamadas. Una y treinta y dos de la mañana. Yo estaba con Justin. Diablos.

Tragué saliva, mientras guardaba el teléfono en mi bolsillo y me limitaba a sonreír.

-Mi madre casi me quitaba el teléfono. Lo escondí y no lo revisé hasta ahorita –mentí, aunque la segunda parte sí era cierta. Arqueó las cejas y comenzamos a caminar hacia el campus.

-¿Cuándo quedas libre? –inquirió.

-Hoy –suspiré, aliviada -. Por fin.

-Ahora podrás salir con Tyler con toda tranquilidad –rió, dándome un golpecito en el hombro. Sonreí tímidamente. Me había olvidado por completo de Tyler. Quien, por cierto, se encontraba dentro de su auto, rodeado del mismo enorme grupo de siempre. Me observó cautelosamente, y salió del auto, emprendiendo su caminata hacia nosotras. Suspiré.

-¿Qué hay, Megan? –se dirigió a mi amiga, sin quitarme la mirada de encima. Ésta le correspondió el saludo con la mano.

-Estás radiante hoy, ___ –sonrió lánguidamente, acomodando un mechón de mi cabello tras la oreja -. No sabía que tuvieras reflejos pelirrojos.

-Sólo bajo el sol –sonreí, mientras suspiraba. Divisé a Matt observarnos desde el otro lado, mientras practicaba con el skate. Podía denotar la furia que tenía dentro. Giré la vista hacia Tyler.

-Me gustaría mirarlo por más rato –sonrió, mientras jugueteaba con otro mechón que el viento empujaba -. Tal vez un día…

-Sí –sonreí, nerviosa -. Claro, un día de éstos…

-Sí, seguro –rió, hablando en conjunto conmigo, frotándose la nuca. Suspiré, mientras observaba de nuevo a Matt. Sentía que quería matarnos a los tres, en especial a Tyler. ¿Cuál era su problema?

-Tengo que irme –sonreí, nerviosa. Tenía que hablar con Matt, y Tyler me estaba cortando la respiración.

-Vale, yo… te veo en clases –sonrió. Su frase de siempre, asentí, y entonces me dio un beso en los labios. Matt se cayó del skate, mientras que todos volteaban a vernos. Lo había hecho varias veces, pero nadie nos había visto… Supongo que ahora era oficial. Sostuvo mi cara con su mano durante unos instantes, hasta que me soltó y se fue junto con el equipo de fútbol, dedicándome una sonrisa. Tragué saliva. Todo por sacarme a Justin de la mente. No podía mandar a la mierda tantos años esperando a Tyler Montgomery. No, no y no.

Volví la mirada hacia Matt, quien me observaba a través de sus ojos marrones. Me separé de Megan y fui a paso rápido, él volteó la cara.

-¿Qué quieres? –masculló, fingiendo mirar su skate, por si no tenía ningún “daño”.

Miré a ambos lados, agitada.

-Tengo que hablar contigo.

-¿Sobre qué? No necesito saber lo buenos que están los labios de Tyler Montgomery –respondió con furia, entre dientes.

-No es sobre eso –rodé los ojos.

-Tampoco me apetece ayudarte con él –masculló, jugueteando con una rueda, con el dedo.

-Oye, ¿cuál es tu problema con Tyler Montgomery? –resoplé.

-___ –susurró, acercándose a mí -. ¿No podía ser otro chico? ¿Tenía que ser él? –masculló, enfatizando la última palabra. Miré hacia otra parte mientras pensaba en una respuesta concreta y lógica. Si tan sólo supiera con quién me estaba viendo.

-Fue mi elección –respondí -. ¿Por qué te molesta tanto? Ni siquiera lo conoces.

-Es un imbécil. Se nota a mil kilómetros de distancia –resopló -. Simplemente no me agrada.

-A mí sí. Y espero que vivas con eso, porque no pienso perderte –me crucé de brazos.

-Seguro –arqueó las cejas -. De todas formas, yo siempre estoy ahí para ti, ¿no? –musitó con ironía. Tiró el skate al suelo, y se alejó encima de ésta. Grité su nombre, pero él continuó perdiéndose entre la gente, cada vez yendo más rápido. Convertí mis labios en una línea.

“¡Mierda!”, ¿por qué tenía ese presentimiento de que estaba perdiendo a mi mejor amigo?

Lost | Adaptada | Justin Bieber y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora