Descubrimiento

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Lisa se despertó con un golpe en el salón. Nunca había sido de sueño ligero, pero últimamente le bastaba un pequeño ruido para despertarse. Se levantó, pensando que se habría caído la guitarra de Rosé, o que Dalgom había tirado algo, pero lo que encontró en el salón la dejó casi sin respiración. Jennie estaba tirada en el suelo, con una mano sobre la cabeza, e intentaba levantarse apoyándose en el sofá. Iba descalza y en pijama, y parecía terriblemente desorientada.

-¡Jennie! - advirtió Lisa, acercándose a socorrerla -. ¿Estás bien?

Se agachó a su lado y la agarró por las axilas para ayudarla a sentarse en el sofá, comprobó que no tuviera fiebre, pero estaba helada.

-Me he levantado a por agua - explicó -. He visto borroso, me he mareado, y de repente...

Lisa le apartó algunos mechones que estaban húmedos, pegados al sudor de su frente.

-¿Han vuelto los mareos?

Jennie lo había pasado realmente mal en su última gira, llegando incluso a tener que abandonar el escenario sin poder terminar un concierto. Se exigía cosas que no podía cumplir dado su estado de salud. Mareos, náuseas, desmayos... Había mejorado un poco en su viaje a Hawaii (o como Lisa lo llamaba "Los últimos días felices"), y Lisa seguía pensando que todo era debido al estrés. Y que justo ahora, antes de un comeback así, volvieran, reafirmaba su teoría.

-Desde el ensayo de esta mañana me encuentro un poco mal - explicó.

Lisa asintió, y se encaminó a la cocina.

-¿Dónde vas? - se alarmó Jennie. Realmente... no quería quedarse sola.

-A por tu vaso de agua y a por un café para mí - contestó Lisa.

-¿Un café ahora?

-A ver cómo te cuido si no - dijo, con una sonrisa.

-Lisa, no es necesario...

-No quiero oír ni una palabra - zanjó la rubia -. No puedes estar sola en este estado. Piénsalo así: será como en los viejos tiempos.

Jennie sonrió, sabía a qué viejos tiempos se refería Lisa. Unos más simples, más sencillos, cuando a pesar de que se quitaran el aliento, sólo eran amigas. Cuando la menor se había quedado con ella en sus noches malas viendo películas y controlándole la temperatura. 

-Ve a mi habitación si quieres acostarte - sugirió -. Yo dormiré en el sofá.

Bendito sea, el sofá de terciopelo de la habitación de Lisa. La tailandesa tragó saliva recordando todo lo que habían hecho en aquel sofá. Sacudió la cabeza. Eso era cosa del pasado. Tenía que ser una buena amiga para Jennie, ahora que las cosas comenzaban a calmarse, no dejarse llevar por las hormonas de una adolescente que ya no era. "Lisa, por favor, que tienes veintiséis años".

Esperó apoyada en la encimera a que el café estuviese listo para llenarle a Jennie un vaso de agua del frigorífico; no quería que se le calentase. Avanzó a tientas por el oscuro pasillo con ambas bebidas en las manos, silbando bajito una canción que no paraba de sonar en la radio, pero cuando entró en su habitación, casi estrella los cristales contra el suelo. ¿Cómo demonios podía ser tan estúpida? ¿Cómo se le había ocurrido mandar a Jennie a su habitación sin esconder las fotos? ¿Por qué las había dejado completamente a la vista encima del escritorio? Lisa se había quedado pálida. Jennie le daba la espalda, así que ni podía imaginar qué cara estaba poniendo.

Dejó las bebidas sobre la cómoda, y dio un paso adelante. Trató de tocarle el hombro, pero la morena se zafó inmediatamente.

-Jennie...

La última canción (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora